Ana María Ibarra
A través de la agrupación Madre Nuestra, llegó a Ciudad Juárez el primer taller de las Escuelas de Perdón y Reconciliación conocidas como ESPERE. Para Silvia, esa fue una gran oportunidad para formarse en ese tema. El enlace de Madre Nuestra en la ciudad es Chartur González, quien en ese taller conoció a Silvia.
Su espiritualidad ignaciana
“Me llamó mucho la atención la persona de Silvia. Ella tiene su formación en el tema desde el Desarrollo Humano y la psicología, pero estaba ahí, como los demás, para sanar desde el perdón”, compartió Chartur.
Recordó que Silvia se sintió llamada a impartir estos talleres.
“Ella tenía contacto con los Jesuitas y este taller viene desde el Centro Cultural Loyola, de Monterrey. Silvia comenzó a formar facilitadores del taller invitando a personas de Monterrey a dar el taller, Silvia tomó esta iniciativa con mucha fuerza”, señaló el entrevistado.
Después de ese primer encuentro entre Silvia y Chartur, la homenajeada comenzó a tomar retiros de espiritualidad ignaciana y quiso iniciar un diplomado en dicho tema, requiriendo de un acompañante espiritual.
“Para el diplomado requería de acompañamiento espiritual de la compañía de Jesús y pregunté en Ciudad Juárez quien podía darme ese acompañamiento y me dijeron que Chartur González. Ahí nació la amistad”, recordó Silvia.
“Ahí nos conocimos a fondo. El acompañamiento implica abrirse, el examen de la vida, la oración e ir descubriendo las invitaciones de Dios. El corazón se tiene que abrir. Silvia entró en este proceso y me tocó conocer esa parte de Silvia. Quien la conoce sabe de su fuerza enorme, su carácter, es una emprendedora social”, señaló Chartur.
En ese acompañamiento, agregó, conoció también la fragilidad de Silvia.
“Conocí sus tristezas y lo que la llena de vida. Tuve ese privilegio y puedo tener una noción de dónde nace tanta fuerza para llevar a cabo este trabajo, desde una vida bendecida, con sus luces y sombras, como las tenemos todos”, expresó.

Cejavi
Con los años, alimentando la amistad, Silvia tuvo la iniciativa de crear en la diócesis un centro de espiritualidad donde se impartieran ejercicios espirituales y retiros dirigidos por sacerdotes jesuitas.
“A mi siempre eso me hizo cosquillas, pero fue ella quien marcó el momento y, ante sus muchas ocupaciones, me pidió que yo fuera el director, creando el Centro de Espiritualidad San Francisco Javier, desde donde se organizan talleres y retiros. Además, se sale a las periferias a trabajar con grupos vulnerables de la ciudad, combinando la riqueza de CFIC y la riqueza del CEJAVI”, resaltó Chartur.
Para el entrevistado, Silvia es una persona que busca agradar a Dios, una persona orante, impulsada por la luz del Espíritu, características de un discípulo.
“Para ser discípulo se requiere estar abierto a la escucha y para eso se requiere estar en oración. Un discípulo escucha la invitación a una misión. Silvia es, entonces, una discípula de Jesús. Quiero agradecerle a Silvia por el trabajo que hace. Agradecerle a nuestro Señor, de Él escuchamos las invitaciones”, concluyó.
En la búsqueda de Envejecer con Sentido

Reconociendo que se encuentra en la etapa de adulta mayor, Silvia inició hace pocos años el programa “Envejecer con sentido” formando a personas de la diócesis para que lleven a cabo este programa en las distintas parroquias de la diócesis.
Las primeras sesiones de capacitación se realizaron en la comunidad San Mateo, donde los asistentes adquirieron herramientas para acompañar a personas de la tercera edad en un camino de crecimiento espiritual y personal, encontrando así un sentido renovado en esta etapa de sus vidas.
“El manual es de 28 sesiones de sanación, donde recorremos toda nuestra vida. Sanación de los celos, de la envidia, del miedo, del coraje, de la culpa, de la comparación, del poder y muchos más. Cada tema trae hasta nueve evangelios. El último grupo que abrimos es en la parroquia Jesús Maestro”, mencionó Silvia.
El padre Aurelio Saldívar, párroco de San Mateo, resaltó que la labor de Silvia no implica solo la terapia psicológica desde lo meramente profesional, sino que los psicólogos del CFIC son católicos y atienden la necesidad humana para sanar también desde lo espiritual.
“La labor de Silvia no sólo se queda en el ámbito psicológico, ha venido trabajando mucho con la Compañía de Jesús, además con sus doctores y especialistas, catedráticos que vienen e implementan los talleres en Juárez”, compartió el padre Aurelio.
Como coordinador espiritual de la asociación civil, el sacerdote tiene la confianza de canalizar a alguien de su comunidad al CFIC cuando se requiere una sanación humana y emocional.
“Tenemos 20 adultos mayores en el grupo, las sesiones son de sanación con las Sagradas Escrituras, pero Silvia siempre está disponible cuando se requiere el apoyo psicológico en la comunidad. Es una mujer muy hiperactiva, siempre está realizando un proyecto y ya tiene diez en mente. Es una mujer de Dios, muy querida por muchos sacerdotes”.
Agradecida
A unos días de su cumpleaños número 69 y aunque sigue activa al cien por ciento, Silvia reconoció en entrevista que las fuerzas van mermando y el cansancio se hace presente. Sin embargo, añadió, en estos más de 25 años de servicio, su corazón está agradecido por el llamado.
“Son 26 años de gratitud a nuestro Señor por haberme llamado. Me identifico con Juan el Bautista, soy muy terca y él era atacado hasta que terminó muriendo. Mi llamado, mi misión y mi vocación es la sanación interior. El Señor así lo ha querido. Jamás me imaginé nada de lo que estoy viviendo. Un día le dije: aquí estoy, Señor, quiero hacer tu voluntad, y me escuchó”, expresó agradecida.
Silvia desea seguir respondiendo a Dios y compartió que en el momento en el que Dios ponga delante de ella a alguien que la releve en la asociación, desea dedicarse por completo al CEJAVI.
“El Señor me tiene de su mano, como a Pedro cuando bajó de la barca para caminar por el agua y se hundió. Siempre me sorprende mi Jesús tan hermoso, tan maravilloso. Le agradezco que nos haya sostenido tantos años contra viento y marea y así será hasta que Él lo quiera”, concluyó.
































































