Este es el testimonio de un joven que llegó a un curso- taller de ‘coaching espiritual’ y se dio cuenta del maltrato del que son víctimas quienes acuden a este tipo de servicios, hoy de moda.
Diana Adriano
En los últimos años se ha visto un avance en el tema de la salud mental. Hoy por hoy ir al psicólogo o al psiquiatra ya no es ‘cosa de locos’, como se decía antiguamente.
Sin embargo, como resultado de la eliminación de estigmas en la atención a la salud mental y/o emocional, se ha generado un nuevo fenómeno: la aparición del ‘Coaching espiritual’ o ‘Coaching de superación’, que se presenta con numerosos talleres que ofrecen desde la superación personal, encontrar su “poder personal” y transformar la vida para “alcanzar la felicidad”.
Una nueva tendencia para aquellas personas que quieren superarse.
Sin embargo, también se ha visto que estas prácticas pueden ser riesgosas si no priva la ética y el conocimiento de por medio.
Hoy, psicólogos y sacerdotes atestiguan casos de personas que fueron víctimas de maltrato a través de estas prácticas, y de algunos que aún no logran recuperarse del todo
Un caso
Roberto es un hombre que, en busca de crear una mejor relación con una antigua pareja ingresó a un curso de coaching, el cual le dejó secuelas psicológicas muy graves de las que después de nueve años, aún se sigue recuperando.
En entrevista vía telefónica, Roberto, cuyo verdadero nombre se omite por razones de seguridad, compartió con Periódico Presencia su experiencia.
“Tenía 20 años cuando la novia que tenía en ese entonces entra primero a este curso que se le llama ‘Coaching de vida’, y en ese momento pasábamos por momentos difíciles en nuestra relación”, contó.
“Una amiga de ella le dijo que me invitar a un curso, que sería muy bueno para ambos, pues me miraba muy inmaduro y que ya era hora de que ‘agarrara las riendas de mi vida’, me dijo”.
Fue así como Roberto asistió a una plática informativa con la idea de que le ayudarán a enfrentarse a sus limitaciones, miedos, de tal manera que los superaría y podría lograr nuevas cosas en su vida.
“Antes de iniciar el curso se va a una plática de información, y recuerdo que nos platicaron que el curso, en un primer momento fue hecho para ayudar a personas que habían estado en situaciones de guerra. Entonces, según esto, los veteranos de guerra ingresan a este tipo de curso para superar sus traumas que han tenido a causa de la guerra y puedan continuar con una vida abundante”, agregó Roberto.
Señales de alerta
Con una gran esperanza por recuperar y sanar su relación de pareja, Roberto decidió ingresar al curso básico, en el cual vio las primeras señales de alarma, sin embargo, las ignoró.
“Desde el comienzo todo era muy raro, pues para empezar nos mezclaron en un grupo heterogéneo, en el que había jóvenes de 17 o 18 años hasta señores de 70. Además, había personas que asistían porque habían asesinado a alguien, mujeres que abortaron, o con cosas muy graves que sanar, revueltas con personas que solo íbamos para tener una mejor relación con nuestra pareja, como era mi caso. Esa situación me causaba mucho conflicto”, indicó.
Aparte de esta situación, a Roberto lo marcó de forma negativa los denominados ‘estiramientos’ que era colocar a las personas en situaciones drásticas que los hicieran ‘reflexionar’ sobre alguna situación o aspecto que nos los dejara superarse.
“Yo identifiqué por fuera que a estos actos les llaman actos de psicomagia, son una especie de actuaciones que nos ponen a hacer fuera del establecimiento. Por ejemplo, un amigo tenía un problema ya que sentía que estaba fracasando en su vida, por lo que lo hicieron salir a limpiar el parabrisas de los carros con un letrero que decía ‘FRACASADO’ y que volviera hasta que reuniera 200 pesos. Si alguna persona se resistía, no podía seguir en el curso”.
“En otra ocasión, nos hicieron bailar a todos en ropa interior con el pretexto de que debemos amar nuestro cuerpo, y por la presión, todos accedimos a realizar este tipo de cosas”, señaló Roberto.
Estas situaciones, combinadas con la falta de descanso y alimento hicieron que Roberto llegará a un límite en el que su salud mental estuvo en peligro.
“A lo largo de tres etapas uno va brindando información personal a través de distintas actividades, y de esta manera los coaches y sus ayudantes se van dando una idea del tipo de persona que es uno. De esta manera, saben cómo abordar a la persona”
“Nos someten a mucha hambre y a casi no dormir, y comienzan a llevar a nuestro cuerpo y a nuestra mente al límite. Estamos teniendo experiencias muy fuertes, y le sumamos que casi no comemos ni dormimos, y entonces, como me pasó a mí, empezamos a salir de la realidad”, añadió.
Recuperar su salud mental
Roberto quiso destacar que llegó un momento en el que no sabía quién era y cayó en una depresión muy fuerte, lo cual alertó a su hermana, quien fue a reclamar a los ‘coaches’ y a exigir que se hicieran responsables, sin embargo, solo la ignoraron.
“Yo no acabé el curso, me quedé en el tercer nivel, que es el de liderazgo. Toqué fondo y pasaba por una depresión muy grande. A raíz de que me salí, se me desató un problema psiquiátrico muy grande, me estuvieron tratando por depresión mayor, pasaron los años y me diagnosticaron con bipolaridad”.
Roberto ha luchado contra esta situación durante algún tiempo, en el que también regresó a la religión católica, en la que fue criado. Este curso de superación le había impuesto sus ideologías sobre sus creencias religiosas, así que en ese tiempo se alejó de la Iglesia.
Pero hoy, gracias al apoyo de sacerdotes y amigos, ha podido recuperarse de las secuelas que esta etapa y ese curso le dejaron.
“Son nueve años desde que tomé por primera vez este curso y aún sigo pagando las consecuencias. Mi recomendación para todos mis hermanos católicos es que si necesitan ayuda, acudan con un psicólogo, una ayuda profesional que les dé el apoyo que necesitan. No caigan como yo en estos charlatanes con filosofías falsas, que además de ser carísimos, afectarán en gran medida su salud mental, emocional y espiritual”, concluyó Roberto.