En la actualidad se han popularizado talleres y cursos de desarrollo humano o coaching como herramienta para el progreso personal y para “alcanzar la felicidad” ¿Es esto compatible con la fe católica?..sacerdote responde …
Diana Adriano
Debido al crecimiento de cursos y talleres de ‘crecimiento humano’ o ‘coaching de vida’, es necesario que los católicos conozcan a profundidad que a pesar de que puede haber resultados positivos, muchas personas que los ofrecen son auténticos ‘vendehumos’ con el objetivo de lucrar con la vida de las personas.
El padre David Hernández Martínez, vicario de la parroquia María Reina del Universo, explicó en entrevista por qué estos cursos y talleres que hoy suelen ofertarse en redes sociales, no son compatibles con la fe cristiana-católica.
En tiempos recientes se ha popularizado algo que llaman en redes “coaching”, talleres de desarrollo humano como herramienta para el progreso personal y para “alcanzar la felicidad” ¿Es esto compatible con la fe católica y por qué?
Lo primero que se ha de precisar es el término coaching, que proviene del deporte, pues se refiere al proceso realizado por un entrenador (coach) para lograr metas específicas que alcancen resultados determinados para conformar un equipo o ganar un juego.
Esta idea se mantiene en esencia hasta nuestros días, pero cuando se pasó al ámbito empresarial, psicológico, escolar e incluso espiritual, comenzó a ganar fuerza con palabras como éxito personal, desarrollo de potencialidades únicas, negocios prósperos, líder de masas, felicidad, proyecto personal, etc.
Parece que nada anda mal, pues de veras que ayuda a que las personas crezcan, se conozcan un poco más e incluso lleguen a amarse o sanar.
Sin embargo, el coaching como herramienta de desarrollo personal termina siendo incompatible con la fe cuando se vuelve tan autorreferencial, que pone al centro al ser humano y no a Dios. Confiar más en uno mismo que en Dios nos lleva a la perdición. “¡Maldito el que confía en el hombre y se apoya en los mortales, apartando su corazón del Señor! (Jr 17,5).”
Y es que mientras que el coaching habla del éxito personal (hacerse rico, prosperar, ser mejor persona, ser feliz) con soluciones predeterminadas como si fuera una receta, el Evangelio confronta con la realidad y te anima a ir más allá del éxito, pues cada uno tiene una misión particular y a la vez comunitaria.
Aunque existen intentos de congeniar el término coaching con la fe, como los Legionarios de Cristo, con el “coaching dialógico”. Este sistema pretende hacer que la persona entre en diálogo consigo misma y con su realidad, poniéndose frente a experiencias dolorosas o límites (como el pecado) para dar sentido a su vida, considerando siempre que, aunque se enfrenten estas realidades, hay cosas que no dependen de la persona misma”.
Personalmente, me uno a lo que la Escritura nos enseña: “No se dejen arrastrar por doctrinas diversas y extrañas. Mejor es fortalecer el alma con la gracia…” (Hb 13, 9) o como exhorta el apóstol san Pablo: “Estén atentos, no sea que alguien los seduzca por medio de filosofías o de estériles especulaciones fundadas en tradiciones humanas o en poderes cósmicos, pero no en Cristo” (Col 2,8).
¿Cuáles son los peligros que representan este tipo de cursos que ofrecen transformar la vida para bien (“descubrir el diamante tienes dentro de ti”, dicen algunos)?
Entre los peligros que presentan este tipo de talleres y cursos denominados coaching, considero oportuno resaltar los siguientes:
-Exalta las propias fuerzas (neopelagianismo)
En algunas escuelas coaching suelen decir: “tú no tienes límites, tú puedes hacer lo que quieras” Ya el papa Francisco había denunciado esta mentalidad en su exhortación Evangelii Gaudium, luego a través de la Congregación de la Doctrina de la fe en Placuit Deo y más recientemente en Gaudete et exsultate. De tal manera que, hablando de coaching espiritual, en el fondo suelen transmitir la idea de que todo se puede con la voluntad humana, como si ella fuera algo puro, perfecto, omnipotente, a lo que se añade la gracia. Se pretende ignorar que «no todos pueden todo», y que en esta vida las fragilidades humanas no son sanadas completa y definitivamente por la gracia.
-Afecta las relaciones fraternas (autorreferencialidad)
Algunos coaches suelen demeritar a las personas que no son exitosas en los negocios o en sus proyectos personales. Otros presentan a los demás como competidores de una carrera en donde solo puede haber unos cuantos ganadores. Esto destruye las relaciones entre los hermanos, ya sea en la familia, en el trabajo, con los amigos y en la Iglesia, pues se ve a los demás a veces de modo muy utilitarista: “qué tanto me sirve para alcanzar mi felicidad” o “que tanto me estorba”. Limita la capacidad del encuentro con el otro de manera libre y gratuita.
-Falsa ilusión de la felicidad al alcanzar el éxito personal
Con el coaching, muchos se convencen de que alcanzando sus metas personales o empresariales serán plenamente felices. Como si ser alguien reconocido, famoso, exitoso, rico fuera el capítulo final de nuestra vida o un estado al que se llega y no se pierde. Pero esto es una vana ilusión. Pues Jesús mismo nos dice: ‘¿De qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?’. Somos seres que avanzamos y retrocedemos, no llegamos a un estado imperturbable de felicidad. Seguimos siempre en búsqueda de una felicidad perenne. Por eso el papa Benedicto XVI decía que “el secreto de la auténtica felicidad es dejar que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces así nosotros podremos cambiar el mundo”.
-Fractura de la relación y el proyecto personal con Dios
Hoy todo mundo quiere mandar, dirigir su propia vida, ser influencer de los demás. El coaching te prepara para ser líder y no acepta que otro, fuera del coach, dirija tu camino. Te bastas a ti mismo, porque eres un diamante. Pero la fe nos invita a ir tras de Jesús, a negarnos a nosotros mismos. Es preciso, dice el papa Francisco, “dejar las distancias frente a Dios y vivir en su presencia, para que así le permitamos examinar nuestro corazón para ver si va por el camino correcto (cf. Sal 139,23-24). Así conoceremos la voluntad agradable y perfecta del Señor (cf. Rm 12,1-2) y dejaremos que Él nos moldee como un alfarero (cf. Is 29,16)”.
¿Cuál es la diferencia de esto con un coaching espiritual y con una dirección espiritual?
En realidad, ya hay algunos que equiparan el termino coach con el término director, como una forma moderna de refererirse a lo mismo. Pero en este caso, conviene diferenciar el término para una mejor explicación. La distinción de ambos radica en que el coaching espiritual busca una felicidad temporal, práctica, una autorrealización terrena de fondo, pues por más que se disfrace con citas bíblicas, términos teológicos, al final se funda en las fuerzas humanas.
Por otro lado, la dirección espiritual busca descubrir, a través de un director espiritual, los movimientos del Espíritu en el creyente para que su vida tienda a la felicidad eterna, es decir, hacia la santidad. Todo para que sea plenamente desde lo que Dios quiere.
Como refiere el papa Francisco en la Christus Vivit #107: “Puedes llegar a ser lo que Dios, tu Creador, sabe que eres, si reconoces que estás llamado a mucho. Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo”.
En todo caso ¿Cómo debe un católico buscar superar sus flaquezas, y alcanzar la felicidad?
Tenemos el ejemplo de los santos, que imitaron a Cristo en su humanidad. Ellos superaron sus flaquezas y pecados desde la gracia de Dios, dejando que el Espíritu les guiará por las sendas de Cristo el Buen Pastor, a través de los sacramentos, de la oración personal y comunitaria, pero también por medio de los hermanos que acompañan en el camino para llegar a la felicidad.
En la actualidad, la dirección espiritual es sugerida para todo bautizado que quiera avanzar sólidamente por los caminos del espíritu y del discipulado, haciéndose consciente de sus debilidades y “manteniéndose firme en el noble combate de la fe, conquistando la vida eterna para la cual ha sido llamado y de la cual ha hecho solemne profesión ante muchos testigos (cf. 1Tim 6, 12)”.
¿Se han acercado a usted personas que hayan tomado estos talleres y cuál es el impacto que ha visto?
En realidad no he tenido la ocasión de que alguien se haya acercado a estas experiencias, ya que de entrada los coaching suelen ser costosos. Sin embargo, sí me ha tocado escuchar personas que se dejan influir por un tipo de coaching más superficial a través de los influencers en las redes sociales y en la televisión, de manera que se dejan moldear por una corriente en vez de cuestionar e indagar, viviendo un estilo de vida tan ensimismado que se frustran por no lograr sus metas ya que no pueden autosalvarse de todos los obstáculos que se les presentan.
Para terminar, en Placuit Deo la Iglesia nos enseña que “la salvación completa de la persona no consiste en las cosas que el hombre podría obtener por sí mismo, como la posesión o el bienestar material, la ciencia o la técnica, el poder o la influencia sobre los demás, la buena reputación o la autocomplacencia. Nada creado puede satisfacer al hombre por completo, porque Dios nos ha destinado a la comunión con Él y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él.”
Confiemos en el Señor, démosle lo mejor de nosotros mismos y dejemos que la novedad del Espíritu nos guíe hacia Cristo, camino que conduce al Padre, y modele nuestra vida con ayuda de la comunidad eclesial, a fin de que seamos la mejor versión de nosotros mismos: santos.