Roberto O’Farrill Corona
El anuncio del Evangelio es un deber de todo bautizado, que aunque algunos no lo saben, otros, en cambio, se lo toman como una misión tan importante como que fue confiada por Jesús a todo cristiano, y, cada uno lo sabe, a él en lo particular.
Si anunciar el Evangelio fuese tarea sencilla cualquiera lo haría, pero no lo es porque requiere de un impulso surgido del corazón que se transforma en un fervor tan creciente como que puede llegar al martirio.
Luego del acontecimiento de Pentecostés, Pedro y los demás apóstoles partieron de Jerusalén para llevar la Buena Nueva de Jesucristo a todas las naciones fundando y estableciendo iglesias y comunidades en oriente y occidente. Tras el descubrimiento del continente americano, de Europa partieron frailes de diversas órdenes para dar a conocer al Dios de Jesucristo a los habitantes del Nuevo Mundo.
Durante la Contrarreforma, la propagación de la Fe verdadera vio surgir diversas iniciativas de evangelizar en unos tiempos que, aunque nuevos, le fueron adversos a la Iglesia; y así, el siglo XVII vio surgir, en san Francisco de Sales, la gran figura del comunicador católico que supo valerse de los medios impresos para desarrollar una estrategia de comunicación masiva que puede considerarse el antecedente de las redes sociales, pues uniendo esfuerzos con diversas imprentas logró hacer que se distribuyeran panfletos sobre sus catequesis, homilías y explicaciones doctrinales, casa por casa y además grandes carteles en fachadas, establecimientos comerciales y plazas públicas.
En 1861, bajo el pontificado de Pío IX, surgió el periódico L’Osservatore Romano como organo informativo oficioso de la Santa Sede. En 1929, a pedido del papa Pío XI, el inventor del telégrafo y de la radio, Guillermo Marconi, estableció Radio Vaticana, la primera radiodifusora del mundo. En 1983, el papa santo Juan Pablo II fundó el Centro Televisivo Vaticano como el organismo productor de contenidos referentes a la actividad del Romano Pontífice en calidad broadcasting para la televisión. Con el papa Benedicto XVI se establecieron la página web y el canal en Youtube de la Santa Sede. En el pontificado de Francisco, el Papa es usuario de Twitter y de Instagram.
Ya en el siglo XXI, el surgimiento de las nuevas tecnologías digitales ha permitido que toda persona pueda generar información y subirla a la internet y redes sociales, cosa que conlleva una responsabilidad en la veracidad de los contenidos y en fidelidad a la sana Doctrina.
En el mundo, para el año 2020, los usuarios de Facebook llegaron a ser 2,449 millones, los de Twitter alcanzaron los 340 millones, y los de Instagram llegaron a los 1,000 millones. En México, 77 millones de personas son usuarios de alguna red social digital. De ellos, 61 millones participan en Facebook, 25 millones en Twitter y 10 millones en Instagram.
La cantidad de usuarios es sorprendente, pues la información que se comparte es inmediata y totalmente masiva. Sin embargo, la calidad de sus contenidos va en consonancia con la cantidad de usuarios, pues al ser masivo también es popular, y esa popularidad ha provocado que los contenidos se vuelvan progresivamente frívolos.
En redes sociales todo usuario adquiere el poder de comunicarse; un poder que no conoce distancias ni límites, si acaso, la lengua nativa. Pero ese poder es una arma que, veladamente, muestra la personalidad del comunicador. En efecto, las redes sociales evidencian lo mejor de cada persona, pero también lo peor; dan a conocer su formación, cultura y sabiduría, pero también su ignorancia, sus rencores y odios. No necesita decir mucho, quien usa lenguaje vulgar, para mostrar su vulgaridad; y no requiere dar mucha información quien amenaza o insulta, para evidenciar su odio social.
El anuncio del Evangelio en las redes sociales, se destaca por sus contenidos formales, verídicos y respetuosos, y aunque carece de toda frivolidad, cuentan con un importante público que es tanto receptor como generador de los mensajes. Con ocasión de la pandemia por el Coronavirus, las tecnologías digitales han permitido que la celebración de la santa Misa y de diversas devociones religiosas puedan llegar a millones de fieles desde y hasta cualquier parte del mundo.
Los fieles cristianos que gustan de compartir la Palabra de Dios o que han tenido el impulso de evangelizar en los medios digitales deben tener la precaución de hacerlo bien, con veracidad y con calidad, pues así como el llamado del Señor, cuando pide llevar el Evangelio a todas las naciones, se dirige a su Iglesia, quienes conformamos su Iglesia debemos dar razón de nuestra Fe y hacerlo desde el corazón de la mejor manera, pues la Iglesia no es nuestra, es de Cristo.