Capítulo II. Manantial en el Desierto: La historia oculta de Ciudad Juárez
José Mario Sánchez Soledad/Autor
Primera parte
En julio 22 del año 1629, llegaron unos cincuenta indios Jumanos al convento de San Antonio de la Isleta, en Nuevo México, en donde entonces se encontraba el Custodio Fray Perea, a suplicar que les asignaran unos religiosos para que les “enseñaran la ley del Evangelio.” Cuando se les preguntó sobre qué les había inducido a hacer tal súplica, ellos contestaron que una mujer que usaba un hábito (franciscano) les había dicho que vinieran. Al enseñarles un retrato de la Madre Luisa de Carrión, que el padre Fray García de San Francisco tenía, ellos con mucha alegría, hablaron entre sí, después dijeron que la que los había mandado se parecía en el retrato, excepto que era más joven y bella. Este dato es muy significativo por la razón que Fray García y Fray Benavides estaban presentes cuando los Jumanos relataron los misteriosos y milagrosos viajes de la reverenda Madre María de Jesús Agreda.
Charles W. Hackett profesor de historia latinoamericana de la Universidad de Texas, y metodista de religión, difundió los hechos históricos más completos de los milagrosos viajes de la Madre Agreda, y dos de los párrafos de este estudio llamado “Los Viajes de la madre María de Jesús de Agreda a la Quivira” dice:
“… A esta misma Quivira, a los Jumanos, y a otras cercanas naciones, vino, a predicar, la Venerable Madre María de Jesús, una religiosa del convento de Agreda. Esto lo probaremos. En una ocasión, cuando estaba orando por el bienestar de estas almas, el Señor, inesperadamente la transportó en éxtasis. Sin percibir los medios, le pareció a ella estar en otra y diferente región y clima, y en medio de gentes de las mismas costumbres, apariencia y condición que, como esos indios, quienes en otras ocasiones le habían manifestado a ella por medio de visiones sin cuerpo. Le pareció a ella verlos ocularmente y notó la temperatura de la tierra. Estando ella en este estado, el Señor le encomendó que diera expresión a sus impulsos caritativos. Predicando su Fe a estas gentes, le pareció a ella que les estaba predicando en su propia lengua, y que los indios le entendían como si fuera su propio idioma; y como ellos hablaban este lenguaje, ellos le entendían perfectamente; que ella forjó milagros en manifestación de su fe; y que los indios fueron convertidos y que ella los catequizó. Despertando de su trance, se encontró en el mismo sitio en donde empezó. Posteriormente ese milagro se repitió más de quinientas veces. En estas ocasiones parecióle a ella que la eficacia de sus prédicas y por los prodigios que Dios labró en confirmación de ello, un reinado extensivo y su príncipe fueron convertidos a Su Santa Fe. Le pareció a ella que mientras pasaba por Nuevo México ella vio y conoció a los religiosos de
San Francisco quienes estaban trabajando en esa conversión.
No obstante que estaba lejos de ese reino convertido, ella aconsejo a sus indios, que fueran en busca de esos religiosos, indicándoles en donde podían encontrarlos, para que los religiosos los bautizaran y que les mandaran misioneros. Dice ella que los indios fueron, y le dijeron muchas otras cosas muy numerosas para relatar.”
Los indios Jumanos se convirtieron en grandes aliados de los franciscanos y a través de ellos y sus relaciones con la tribu de los Tejas se pudo dar el acercamiento par que estos violentos y recios nativos aceptaran el Evangelio. Los indios Tejas dan el nombre al actual estado de Texas.
Fray Junípero Serra, evangelizador de California, tenía relación con los franciscanos del Nuevo México y en sus memorias nos dejó la carta que Sor María de Jesús de Agreda le dio al padre Custodio del Nuevo México Fray Alonso de Benavides cuando la visitó en España en 1631. El documento lleva por nombre:
“Traslado de las razones, que la bendita Madre María de Jesús escribe a los dichos PP. del Nuevo México” y se puede encontrar escrito por Francisco Palóu. Esta es la carta:
“Obedeciendo a lo que V. Reverendísima, y nuestro Padre General y nuestro Padre Fray Francisco Andrés de la Torre, que es quien gobierna mi alma, y a V.P. mi padre Custodio del Nuevo México, en nombre de V.P. me manda diga lo que se contiene en estos quadernos, y si es lo que he dicho, tratado y conferido, que he hablado a V. P. de lo que, por la misericordia de Dios, y de sus justos juicios, que son inmudables, ha obrado en mi pobre alma; que tal vez elige al más inútil sugeto, incapaz e imperfecto, para manifestar la fuerza de su poderosa mano, y que los vivientes conozcan, que todas las cosas se derivan del Padre de las lumbres, que habita en las alturas, en cuya fuerza, y poder, y con la confortación de su Alteza, todo lo podemos: y así digo, que es lo que me ha sucedido en las Provincias del Nuevo México, Quivira, y Jumanas, y otras naciones, aunque no fueron estos los primeros Reynos donde fui llevada, por la voluntad de Dios y por mano, y asistencia de sus Ángeles, fui llevada donde me sucedió, vi, e hize todo lo que al Padre he dicho: y otras cosas que por ser muchas, no es posible referirlas, para alumbrar en nuestra Santa Fe Católica todas aquellas Naciones: y los primeros donde fui, creo están al Oriente, y se ha de caminar a él, para ir a ellos, desde el Reyno de Quivira; y llamo estos Reynos, respecto de nuestros términos de hablar, Titlas, Chillescas y Caburcos, los quales no están descubiertos; y para ir a ellos, me parece ha de haber grandes dificultades, por los muchos Reynos, que hay antes de llegar a ellos, de gente muy belicosa, los quales no dexarán pasar los Indios christianos del Nuevo México, de quienes ellos rezelan lo son, y mucho más a los religiosos de nuestro Seráfico Padre San Francisco, porque el demonio los tiene engañados, haciendo creer, que está el veneno donde está la triaca, y que han de estar sujetos y esclavos, siendo Christianos, consistiendo su libertad, y felicidad en esta vida.
Paréceme, que como lo podrán conseguir, será pasando los Religiosos de nuestro Padre San Francisco: y para su seguridad, y guarda se podía ordenar los acompañen Soldados de buena vida, y costumbres y que, con apacibilidad sufran las contumelias que se les pueden ofrecer, y con el exemplo y paciencia todo se podrá tolerar, que el exemplo hace mucho: y descubriendo estas Provincias, se pondrá grande obra en la Viña del Sr, Los sucesos que he dicho, me han sucedido desde el año de mil seiscientos y veinte, hasta este presente de mil seiscientos treinta y uno, en el Reyno de Quivira, y Jumanas, que fueron los últimos a que fui llevada, que dice V. P, han descubierto con buena inteligencia, y las personas mismas de aquellos Padres Santos, a quién ruego, y de parte del Señor amonesto y anuncio, que trabajen en obra tan dichosa, alabando al Altísimo por su buena suerte y dicha, que es muy grande; y que pues su Magestad los hace Tesoreros y distribuidores se su preciosa Sangre, y les pone en las manos el precio de ella, que son las almas de tantos indios; que por falta de luz, y quienes se las administre, andan en tinieblas y ceguedad, y carecen de los más santo, y deseable de la Ley inmaculada, suave y del bien y gloria eterna.