En el marco de la celebración del 60 aniversario del Seminario Conciliar, el padre rector muestra algunas valiosas reservas que se encuentran en la institución y son desconocidas para muchos o incluso habían quedado en el olvido.
Diana Adriano
En el corazón del Seminario Conciliar de Ciudad Juárez se encuentran algunos tesoros escondidos que permiten sumergirse en un viaje en el tiempo y hablan de épocas concretas de la diócesis local.
En el marco de la celebración del sexagésimo aniversario esta institución, emblemática no sólo para la diócesis sino para toda la ciudad, el padre Jesús Manríquez, rector, muestra algunos de estas valiosas reservas que son desconocidas para muchos o incluso habían caído en el olvido.
Tres piedras y un misterio
Uno de los tesoros que ha intrigado a generaciones de seminaristas y fieles juarenses son las tres piedras fundadoras, que simbolizan los pilares de fe que dieron inicio a esta respetable institución.
La historia, relatada por el padre Jesús, habla de la visión del fundador del Seminario y primer obispo de la diócesis, don Manuel Talamás, quien con el deseo de cimentar esta nueva institución con símbolos emblemáticos, dispuso que fueran traídas tres piedras de gran significado: una del Vaticano, otra del Cerro del Cubilete y la tercera del Cerro del Tepeyac.
Estas tres piedras, consideradas las «piedras fundadoras», fueron utilizadas como ‘la primera piedra’ para inaugurar la construcción del Seminario hace seis décadas.
Sin embargo, a lo largo de los años, el paradero de estas piedras se ha convertido en un enigma que ha suscitado diversas teorías y especulaciones.
“Con el pasar de los años se ha hablado mucho de esas tres piedras de las que don Manuel hace referencia en su libro “Mi vida en Mosaico”. Pero en realidad no sabemos dónde están”, dijo el padre rector.
La primera teoría sugiere que las piedras fueron llevadas al obispado o a otro lugar seguro para su preservación. La segunda teoría apunta a la posibilidad de que las piedras hayan quedado perdidas en algún rincón de la construcción, ocultas entre los pasillos y habitaciones que han sido testigos de la formación de innumerables sacerdotes.
La tercera es algo sombría: dice que el tiempo y los cambios en la estructura, las piedras pudieron haber desaparecido de manera irreparable.
El rector dijo que los seminaristas actuales han elevado la leyenda ‘a nuevos niveles’, pues hasta comentan que quien logre encontrar las tres piedras fundadoras será considerado un santo, un símbolo de virtud y devoción.
Pero para el padre Jesús y el equipo formador, la búsqueda de estas piedras perdidas se convierte en una metáfora de la búsqueda constante de la fe, la comunión con la Iglesia y la conexión con las raíces religiosas y culturales de México. Así de importante son.
Un cáliz de Asís
En el recinto del Seminario Conciliar, un especial cáliz se encuentra silenciosamente presente, portando la carga de simbolismo que representa la vida de Cristo y la vocación del sacerdocio.
El rector compartió que él mismo, durante su estancia en Roma, se planteó la búsqueda de un cáliz que mostrara la esencia de Cristo y su sacrificio en la Última Cena.
Inspirado por la posibilidad de que el cáliz original hubiera sido de madera, vinculando el símbolo de la longevidad y la eternidad, fijó su atención en el árbol de Olivo. Su búsqueda culminó en Asís, en un retiro sacerdotal, en el que encontró el cáliz que encajaba perfectamente con su visión.
Con una sencillez que denota su propósito sagrado, este cáliz adquirido en Italia está adornado únicamente con la austeridad necesaria para contener el vino consagrado. Su copa, hecha de metal, obedece a los requisitos litúrgicos de que el material no sea frágil, ya que contendrá la Sangre de Cristo.
Sin embargo, es el material del que está hecho lo que realmente otorga al cáliz su significado trascendental. La madera de Olivo, elegida con propósito, simboliza la eternidad de Cristo y se conecta con la antigüedad de los olivos, posiblemente de la época de Jesús. Y es este vínculo con la historia y la espiritualidad es lo que lo convierte en un poderoso símbolo del sacerdocio.
La historia se amplía con una patena, también de madera de Olivo, que fue adquirida en Jerusalén para el Seminario Conciliar.
“Juntos, el cáliz y la patena reflejan la encarnación de Cristo y la vocación sacerdotal que busca emular sus enseñanzas y sacrificio”, dijo el padre Jesús.
Explicó que el cáliz fue adquirido en 2015, y se encuentra en la capilla de Teología del Seminario Conciliar, y aunque su presencia a menudo pasa desapercibida para los seminaristas, es de incalculable valor, añadió el entrevistado.
“Este cáliz se convierte en una inspiración para los que se preparan para el sacerdocio en el Seminario, llevándolos a reflexionar sobre su compromiso con la espiritualidad y la vocación que han abrazado”, dijo.
Reliquias de santos
Igualmente se guardan en el corazón del Seminario Menor varias reliquias de santos que fueron entregadas a esta comunidad de profesores y estudiantes.
El padre Jesús dijo que la importancia de las reliquias en la tradición católica se refleja en la consagración de los altares, en la que se procura la presencia de estas reliquias, marcando un vínculo tangible entre la comunidad de fieles y los santos que han dejado una huella imborrable en la historia de la fe.
En el caso del Seminario Menor, la consagración del altar de su capilla fue un proceso de paciencia y fe. Liderado por el padre Guillermo Sías, la búsqueda de una reliquia adecuada culminó en la obtención de una reliquia de primer grado de San Pedro de Jesús Maldonado, otorgada por la Arquidiócesis de Chihuahua y fue recibida solemnemente en una misa celebrada hace tres años aproximadamente.
Se trata de un pequeño fragmento de hueso de san Pedro Maldonado, el cual fue incrustado en el altar de la capilla, para así conectar la santidad del primer chihuahuense canonizado, con el proceso formativo de los seminaristas del Menor.
En el Seminario también se veneran las reliquias donadas por un hermano marista que, “sintiendo la cercanía de la eternidad, decidió donar aproximadamente 26 reliquias de distintos santos”, explicó el padre rector.
“La autenticidad de estas reliquias es un proceso en curso”, pero la comunidad sacerdotal del Seminario se ha embarcado en esta tarea con gran compromiso, añadió el rector.
Para el rector, estos objetos sagrados animan a seguir los ejemplos de los santos mientras los jóvenes seminaristas se preparan para asumir sus propias responsabilidades en el servicio a la Iglesia y de la comunidad.
Gimnasio convertido en capilla
La capilla de la Facultad de Teología es otro tesoro valioso del Seminario, cuya peculiar historia debe quedar en los anales de la institución.
“Originalmente, el espacio subterráneo -de la capilla principal- se destinó a funcionar como una bodega, debido a las restricciones estructurales de la capilla que se encontraba en la superficie. Sin embargo, con el tiempo, los seminaristas comenzaron a usar este espacio de manera creativa, convirtiéndolo en un lugar de ejercicio al traer aparatos y pesas para su propio uso”, dijo.
La necesidad de un lugar para hacer ejercicio llevó a este espacio a convertirse en un gimnasio improvisado durante muchos años.
Pero el uso de este lugar tomó un giro sorprendente cuando el padre Juan Manuel Orona, antiguo rector del Seminario, percibió la necesidad de tener capillas separadas para cada etapa del proceso formativo.
Así, en el año 2015, el antiguo gimnasio fue elegido para convertirse en la capilla de Teología.
“La conversión de un lugar destinado al ejercicio físico en un espacio sagrado fue un proceso meticuloso y cuidadosamente planeado para que reflejara la dignidad y la trascendencia del lugar”, explicó el padre Jesús.
Dijo que la esencia del lugar parecía estar impregnada de una notable sacralidad, como si hubiera estado esperando su propósito espiritual durante años.
Hoy, la capilla de Teología es un bello rincón de espiritualidad dentro del Seminario, espacio al que los seminaristas de esta etapa formativa llegan para orar, reflexionar y fortalecer su conexión con Cristo.
“La transformación de este espacio de bodega a capilla es un recordatorio tangible de cómo los lugares pueden ser transformados y bendecidos por un propósito más alto”, agregó el rector.