Falleció el cantante juarense, ícono de la música católica en la diócesis local…
Ana María Ibarra
Bondad, amor, sabiduría y talento son virtudes que la comunidad diocesana recordará de Edmundo Apolinar Urrutia Beall, quien se destacó en la música católica y en la evangelización en la diócesis local.
Igualmente fue un servidor público comprometido, pues se destacó también en la sociedad como ingeniero civil, dando testimonio de su fe y promoviendo lo que hoy el papa Francisco pide en la Encíclica Laudato Si sobre el cuidado del medio ambiente.
Mundo Urrutia, como era conocido, falleció a los 70 años de edad el pasado 31 de agosto del 2024 en su hogar, a causa de un infarto fulminante. Su misa de exequias se realizó el pasado lunes 2 de septiembre, presidida por el padre Jesús Manríquez, rector del Seminario, donde Mundo sirvió durante décadas.
Converso
Nacido en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, el 31 de enero de 1954, Edmundo Apolinar Urrutia Beall participó activamente en la evangelización de la diócesis, especialmente a través de la alabanza a Dios.
Durante casi 30 años, Urrutia y su familia prestaron su servicio en la misa de una de la tarde en el Seminario Conciliar, donde conoció a varios sacerdotes, algunos de quienes se convirtieron en sus amigos entrañables.
Uno de ellos fue el padre Istibal Valenzuela, quien conoció a Mundo a través del padre Amadeo Ruíz.
“El padre Amadeo le ayudó mucho en su conversión. Mundo era originario de Casas Grades y provenía de la comunidad de Testigos de Jehová. Su conversión lo llevó a cerrar un restaurante en el que él mismo atendía un bar. Aunque le iba muy bien, no podía tener un negocio donde se promoviera la embriaguez. Mundo era bueno”, compartió el padre Istibal.
El sacerdote añadió que fue en 1996 cuando el padre Amadeo le presentó a Mundo. Lo mandó para que le enseñara algunos cantos, ya que él sería el responsable de la música en la misa dominical en el Seminario.
“Empezó junto con su esposa, su familia y unos vecinos. Ellos se evangelizaron en las comunidades del Instituto México y formaron un coro que han continuado. De ahí aprendió y comenzó a hacer suyos los cantos. Lo invité a formar parte de la Comisión de Música Sacra en aquella etapa”, recordó el sacerdote.
Añadió que Mundo fue de los primeros laicos que lo ayudaron a llevar a los decanatos un taller de música, siendo algunas de las sedes las parroquias San Lucas, Santa Cecilia y Santa María de la Montaña.
“Íbamos a las periferias y él servía con mucha pasión. Con su canto nos consoló en muchos funerales, siempre estaba dispuesto. Él decía que el mejor evangelio para difuntos es Juan 14: No pierdan la paz, en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Él ya está en una de esas habitaciones”, expresó el padre Istibal.
Valioso legado
El legado que Mundo deja tanto a sus hijos como a la comunidad es su sencillez, su bondad, el buscar la verdad, pero sobre todo el amor.
Testigos palpables de ello son sus hijos Edmundo, Lucilia, Elizabeth y Carlos, quienes crecieron viendo la conversión y la solidez en la fe de su papá.
«Mi papá predicaba con el ejemplo y con la acción. Algo que me dejó es que nunca le falló a la misa de la una de la tarde en el Seminario durante 28 años. Siempre fue constante. Quedará como recuerdo la bondad y la sabiduría que él tenía, siempre fue cercano a la gente y a Dios”, compartió Edmundo, hijo mayor.
A pesar de la tristeza por el fallecimiento de su padre, Edmundo dijo quedarse en paz y confirmó que el camino que él y sus hermanos desean seguir, es el camino de Dios.
“Que la gente vea a Dios en nosotros y que nosotros seamos un instrumento por el cual Dios puede llegar a más gente. Algo que admiro de mi papá es que siempre nos dio mucha libertad y nos cuidó”, dijo.
Tocados por su don
Sobre su legado en la música y en la fe, escribió el maestro Gerardo Ortiz, del Instituto México, donde Mundo fue presidente de la Sociedad de Padres, junto con su esposa Lucy.
“Al principio cantaba para sus amigos, para sus clientes, animaba reuniones y tenía un gran repertorio, era un profesional. Pero Dios lo llamó y tuvo que dejar fama y seguridad económica para cantarle solamente a Dios”.
El maestro Ortiz dijo que Mundo nunca tuvo miedo a dejarlo todo por el evangelio.
“Recuerdo la impresión de escuchar en la radio su canción ‘Inmaculada Siempre Fiel’. Dios nos hablaba a través de su música, muchos corazones fueron tocados por tan grande don que tenía este siervo de Dios”, añadió.
Consideró impresionante su testimonio de vida comunitaria, pues con un grupo de amigos construyó una fraternidad “que testimoniaba la posibilidad de un mundo distinto, la hermandad como imperativo, el Reino de Dios aquí y ahora”.
Dios es luz y vida
Lucilia, hija de Mundo, dirigió unas palabras durante la misa de exequias que se llevó a cabo el dos de septiembre, y compartió el último día de vida de su padre.
“Es difícil sentir dolor, porque hemos sentido el amor de ustedes. Todo lo que mi padre sembró en ustedes, lo estamos recibiendo”, expresó Lucilia.
La hija de Mundo recordó ese último día de su papá, en familia. Era un día normal, con actividades familiares. Lucilia compartió con los asistentes a las exequias, la última charla que tuvo con su papá.
“Le decía: papá, hay veces que uno no puede ser bueno ante ciertas situaciones. Él me dijo: ¿hasta dónde crees que debe llegar la bondad? Dios mismo dio la vida por nosotros. Hasta ahí debe llegar. Todavía Dios le dio la oportunidad de hacer lo que más amaba, tocar su guitarra y cantar a Dios”, compartió Lucilia.
Mundo entregó a su hija un rosario para que llevara consigo y casi de inmediato sufrió un infarto fulminante.
“Me siento honrada de que mi padre haya decidido irse tomado de mi mano. Me siento bendecida de este dolor, porque es el amor que mi padre sembró. Mi padre llevaba su vida como si Dios viviera dentro de él. Si sienten que el mundo es oscuro y abrumante, recuerden que Dios vive en ustedes y Dios es luz y vida”, concluyó.