Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Deseo se encuentren bien en estos días fríos en que hay que cuidarnos. Hoy, tercer domingo del tiempo ordinario, vemos las lecturas en torno a cómo Dios habla a su pueblo, a través de Jesús, como dice el Padre Celestial, en quien tengo mis complacencias. Este Evangelio de San Lucas es precioso, un tema clásico.
Primero dice que Jesús es impulsado por el Espíritu Santo. Hoy se dirige a Galilea, impulsado por el Espíritu Santo. Que nosotros, toda nuestra vida, todo lo que hagamos, cada uno en su vocación, cada uno en su vida, siempre nos dejemos llevar por el impulso del Espíritu Santo.
Mi Padre les enviará al Espíritu, Él los irá guiando en la Verdad, queremos caminar en la Verdad, que es Cristo y su Palabra, dejarnos impulsar, llevar de la mano del Espíritu Santo.
Jesús enseñaba, un Jesús maestro, un Jesús que donde quiera se presenta y siempre enseña, habla con autoridad -dirá la gente-.
Se presenta en Nazaret, en la sinagoga, le entregan la Palabra de Dios, el volumen de Isaías y Él no iba nada más como de espectador, de oyente, tomó el volumen y leyó un pasaje, hermosísimo, que lo aplica Él y también podemos aplicarlo a nuestra propia vida. “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Primera expresión importantísima y bellísima.
Jesús reconoce esa presencia del Espíritu en su vida. Hay que aplicarlo a nosotros, que todos digamos, lo sintamos y vivamos: El Espíritu del Señor está sobre mí.
Cuando fuiste bautizado recibiste al espíritu. Cuando somos confirmados recibimos la plenitud del Espíritu Santo, que tengamos conciencia de esa presencia fuerte, santificadora del Espíritu Santo.
Luego dice Jesús “Me ha enviado”, segundo aspecto del texto, Jesús asume que es enviado por el Padre. Es enviado y obedece y cumple su misión.
Fuimos ungidos en el Bautismo, en la Confirmación, es decir, enviados también tú y yo. Recibimos el don del Espíritu, pero también tenemos una misión: don y misión, somos enviados.
Que de veras, queridos hermanos, asumamos el envío con responsabilidad, con alegría, con gozo. Vivirlo con entrega.
Y señala los aspectos de su envío y misión: la liberación a los cautivos, curación a los enfermos, el perdón a los pecadores, proclamar el año de gracia para todos. Jesús lleva a cabo su misión y lo vemos.
Habla del hombre nuevo, del año de gracia, de la conversión, del Reino de Dios. Lo predica con hechos, con milagros, con su vida. Llevar la buena nueva.
Esto para nosotros también es la misión. Somos sacerdotes, profetas y reyes. También tú y yo, impulsados por el Espíritu Santo y acogiendo con gozo el ser enviados, llevemos la Buena Nueva. Llevemos el Evangelio. Llevemos el Reino a todos los hombres, que no es sino Cristo. Ahí en tu familia, en tu trabajo, ahí con tus amigos, con el pobre y necesitado. Y ahora que tendremos esta emergencia migratoria, con los deportados posibles que puedan llegar a nuestra frontera,
También con los encarcelados, los enfermos, a toda la gente llevar la Buena Nueva, llevar la fe, la esperanza, la caridad, el cuidado por los demás, el amor fraterno.
Dice el texto que los ojos de los asistentes se fijaron en él: ¡nunca dejemos de mirar a Jesús! Es importante fijar nuestra mirada en Jesús, el Señor, el Salvador. Él nos mira, entonces nosotros no debemos distraernos, sino fijar nuestra mirada en Jesús.
Finalmente, dice el texto, ‘hoy se cumple este pasaje’. Hoy Jesús me está liberando, me está sanando, me está hablando, hoy la Buena Nueva llega a mí.
Que nosotros vivamos ese hoy de este pasaje. Jesús me mira, Jesús me sana, Jesús me libera, pero también el hoy nuestro, el compromiso mío: hoy se cumple este pasaje y yo me comprometo a, guiado por el Espíritu Santo, llevar la Buena Nueva a todos mis hermanos. En unidad, sinodalidad.
Entonces acoger la Palabra, dejarme guiar por el Espíritu Santo, dejarme liberar por Cristo y vivir la Palabra, hacerla vida con el Cuerpo de Cristo, en sinodalidad, en la caridad, en la fe y en la esperanza.
Sigamos viendo este inicio del Año Jubilar comprometidos con el Señor, en la esperanza que no defrauda. Dios los bendiga, un fuerte abrazo, los quiero mucho.