Ana María Ibarra
Bendecir es un acto de bondad y la fuente de toda bendición es Dios, quien da como misión a su pueblo bendecirse entre sí. Así lo explicó el padre Juan Manuel Orona quien reflexionó sobre el acto de bendecir, sus signos y su origen en la Sagrada Escritura.
Qué es bendecir
De primer momento, el padre Juan Manuel explicó el significado de la palabra bendecir, cuyo término pertenece a la lengua castellana proveniente del latín “benedicere”, que significa “hablar bien”.
“Bendecir significa decir cosas buenas, desear el bien, hacer el bien. Desde ahí sabemos que se trata de algo positivo, algo bueno”, dijo el sacerdote.
Añadió que es Dios el origen y fuente de toda bendición.
“Es Dios quien nos bendice, nos da su amor, nos da cosas bellas y buenas. Decir que Dios es fuente de toda bendición quiere decir que Él es el primero en bendecirnos y él nos da a nosotros el don de bendecirlo a Él y bendecirnos entre nosotros”.
Así, señaló el sacerdote, Dios bendice a su pueblo con su gracia, cuando ofrece su perdón y en el regalo de la creación.
“La vida es una bendición de Dios, los alimentos son bendición de Dios, el trabajo, los amigos, también las dificultades son bendición de Dios, la misma enfermedad, porque en todo descubrimos su presencia y su providencia”, expresó.
No obstante, la bendición más grande que el pueblo ha recibido de Dios es la persona de Jesucristo.
“Dios nos ha bendecido con toda clase de bendiciones en Cristo Jesús, dice San Pablo en la Carta a los Colosenses”
Una misión
Dios da también al género humano el don y la misión de bendecir.
“Nosotros los cristianos lo tenemos muy claro en el Nuevo Testamento. En el evangelio de Mateo, capítulo 28, nuestro Señor Jesucristo envía a sus apóstoles y les dice: vayan y bendigan a todas las naciones y prediquen el evangelio, y bautícenlos. Desde ahí Jesús da a sus apóstoles y a todos los bautizados la misión de bendecir”.
Otro texto que compartió el padre Orona es el de San Pablo en la Carta a los Efesios: Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
“San Pedro, en su primera carta dice que, nuestra vida está llamada a ser una bendición”.
Así, el pueblo está llamado a bendecir, primero a Dios, y después bendecirse entre sí.
“Bendecir a Dios quiere decir alabarlo, glorificarlo. Dios nos encarga bendecirnos entre nosotros, que imploremos su gracia sobre las demás personas. Pedir que su espíritu guíe nuestras obras, nuestros trabajos”.
Luego el sacerdote explicó que desde el pueblo de Israel hasta el tiempo actual de la Iglesia hay bendiciones especiales encomendadas por Dios y por la Iglesia.
“Por Dios, a los sacerdotes del Antiguo Testamento, a los reyes, a los mismos profetas, a los guías de su pueblo. Nuestra Iglesia encomienda a sus ministros, presididos por el papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos, bendecir en la misa y en momentos especiales”, dijo.
Estos momentos especiales, enumeró el sacerdote, son los aniversarios de matrimonios, a los deudos de alguien fallecido, a los matrimonios, a los niños.
“La Iglesia encomienda a sus ministros esta misión de bendecir para hacer presente la bondad y la misericordia de Dios. En la liturgia, que es el culmen de la celebración de la fe, se bendicen las especies del pan y el vino para que se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo y a través de ellas seamos bendecidos”.
Cómo bendecir
El acto de bendecir no se limita a los ministros de la Iglesia, sino que todo bautizado tiene esa misión.
“Por el sacramento del Bautismo somos consagrados hijos de Dios y podemos bendecir. Por eso la mamá bendice a sus hijos, los esposos se bendicen entre ellos, el padre a sus hijos. Y hay que hacerlo, no hay que perder ese acto. Decir: que Dios te cuide, que Dios te acompañe son otras formas de expresión del deseo de protección y bendición divina”.
Por lo tanto, dijo el sacerdote, todo cristiano está llamado a bendecir y debe hacerlo, sea de palabra o utilizando el signo de la cruz.
“Los signos son importantes para los cristianos porque nos revelan una realidad más profunda. El signo por excelencia es la cruz. Podemos bendecir haciendo la señal de la cruz en la frente de la otra persona o imponiendo la mano, también como signo de bendición. Hacerlo solo de palabra también es sentido de bendición”.
De parte de los ministros, dijo, rociar el agua bendita es un signo importante para la gente.
“Sienten de alguna manera la presencia de Dios, les llena de alegría. Lo acabamos de hacer en las promesas bautismales en la Vigilia Pascual”.
Invocar la gracia de Dios Y los tipos de bendiciones
El padre Juan Manuel distinguió varios tipos de bendiciones: bendición de la madre a sus hijos, la bendición de la mesa y los alimentos, bendecir también las obras y actividades del ser humano.
“Se bendice, en primer lugar, a las personas, pero también las actividades humanas donde Dios está presente, los objetos sagrados y religiosos que nos recuerdan la presencia de Dios, pero también las herramientas de trabajo del ser humano como una empresa o un negocio”.
Añadió que el pueblo de Dios busca constantemente a los sacerdotes para que les bendigan su coche cuando recién lo han comprado, nuevo o usado, así como las casas habitación.
“En ese acto se invoca la bondad de Dios sobre los bienes, fruto del trabajo del hombre y el trabajo es un don de Dios. Se bendice el hogar para invocar la gracia de Dios sobre un hogar y la familia que la habita”.
No somos paganos
En ese sentido, dijo, se bendice un lugar de trabajo que está por iniciar para encomendárselo a Dios y que su bendición venga sobre él y lo lleve a buen término.
“Pedimos la bendición para que todas las actividades humanas que desarrollemos tengan un espíritu cristiano. No somos paganos, somos bautizados y reconocemos que todo es don de Dios y con su gracia podemos sacar adelante nuestro trabajo a pesar del cansancio”.
Para concluir, el padre Juan Manuel invitó a la comunidad a no cansarse de agradecer a Dios por tantas bendiciones y a no dejar de bendecirse unos a otros.
“Todos los días Dios nos bendice con su amor, con los sacramentos, con la Palabra, con la vida y el trabajo. No caigamos en la ingratitud, en la rutina que nos hace perder la sorpresa de las bendiciones que nos da cada día. Que los esposos se bendigan, que los padres sigan bendiciendo a sus hijos, que los fieles crezcan en esa devoción de pedir la bendición del sacerdote, y que los sacerdotes seamos generosos y no nos cansemos de bendecir al pueblo de Dios en toda actividad humana para que sirva a la construcción del Reino de Dios”.