El periodista y escritor italiano Vittorio Messori explica la vigencia del mensaje de la vidente de Nuestra Señora de Lourdes
Nacida el 7 de enero de 1844 en Lourdes, en el suroeste de Francia, a los pies de los Pirineos, Bernarda Soubirous vivió en completa pobreza, pero con el corazón profundamente dirigido a María. A ella se le apareció varias veces “la Señora”, tal como solía definir a la Virgen, a la Inmaculada Concepción, como se lo reveló la misma Virgen durante la aparición del 25 de marzo de 1858.
Bernardita, desde el 11 de febrero hasta el 16 de julio de aquel año, asistió a dieciocho apariciones de María en la Gruta de Massabielle.
Vocación por los enfermos
Desde el inicio de las apariciones Bernardita se hizo portavoz de un acontecimiento que tuvo eco en todo el mundo, pasando por numerosos interrogatorios oficiales porque se la sospechaba de impostura. Nada la venció, mientras en los años aumentaba el flujo incontrolado de personas a la Gruta de las curaciones.
A Bernardita, María le entrega la vocación de servir a los enfermos y la llama a ser Religiosa de la Caridad: la tarde del 7 de julio de 1866 entra en Saint-Gildard, en la casa madre de la Congregación de las Monjas de la Caridad de Nevers.
Constreñida a estar en cama a causa del asma por tuberculosis, por un tumor óseo en la rodilla, falleció a los 35 años de edad. Era el 16 de abril de 1879.
Fue Beatificada en 1925 y el Papa Pío XI la proclamó santa el 8 de diciembre de 1933.
Anécdota
Cuando, en plena noche, Bernadette llegó al convento de Nevers, donde vivió encerrada hasta el final de sus días, elevó la mirada al cielo y dijo: «He venido aquí a esconderme, la Santa Virgen se ha servido de mí y después me ha puesto, justamente, en mi lugar y yo soy feliz por ello». Después de años de clausura, un día le propusieron a Bernadette volver durante un tiempo a su amada Lourdes. Rápidamente respondió: «No volveré nunca. Yo no soy importante, sólo la Señora es importante, por eso no quiero quitarle la luz a la Señora, ni siquiera por un día. Mi lugar está aquí, no entre la multitud».
Lo primero que la Virgen le dijo a Bernadette fue: «No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro…¿Qué significa?
-Y así fue. Bernadette pasó su vida en el dolor físico. Murió con 35 años, entre grandes sufrimientos, pero nunca se quejó. Nunca buscó el dolor, desde luego no era masoquista, pero siempre lo aceptó y acogió. En una ocasión, en los últimos momentos de su vida, en los que le costaba tanto respirar, se le escapó decir: «Me gustaría que alguien me abriera el pecho para poder respirar mejor». Se arrepintió inmediatamente porque pensó que se había quejado. Otro día, que transcurrió por enésima vez en la enfermería, Bernadette dijo: «Mi oficio es estar enferma». Bernadette vivió en la fe verdadera, es decir, aceptó siempre y voluntariamente todo lo que el Cielo le pedía, sin pedir nunca ni más ni menos.
-A menudo se considera que Lourdes es un lugar de sanación física; sin embargo, en realidad la Virgen no habló nunca de «enfermos o enfermedades» del cuerpo…
-La Virgen ha venido para ayudarnos a sanar en el espíritu. Lourdes, en su esencia, no es una clínica del cuerpo, sino una clínica del espíritu. La misma Bernadette no pidió nunca la curación física, sino que pedía sin cesar, la de su alma. Sin embargo, una cosa tiene que quedar clara: las curaciones físicas concedida por el Cielo son valiosas y son la prueba material de la veracidad de estas apariciones marianas. Además, hay que decir que Lourdes es el único santuario en el mundo que tiene un dispensario médico en su interior, donde se han verificado muchos milagros. A pesar de lo cual, es necesario subrayar que la Virgen, en sus dieciocho apariciones, habló de pecado, de penitencia como reparación al mal espiritual, y nunca habló de enfermedad y curación física. A este respecto, es muy significativo lo que le sucede al cuerpo de Bernadette después de su muerte.
– ¿Qué sucedió?
– Cuando murió en 1879, a los 35 años de edad, parecía que tenía más de 70 de lo consumido que estaba su cuerpo a causa de los males que lo habían destrozado. Pues bien, no sólo la muerte no consiguió nunca corromper su cuerpo, sino que lo transformó, haciendo que fuera bellísima. Las monjas ancianas que habían vivido con ella y asistieron a la exhumación de su cuerpo, se quedaron asombradas porque vieron con sus ojos que la muerte la había transfigurado. Dos de ellas se desmayaron por la emoción.
– En febrero de 1858, en una de sus apariciones, la Virgen dijo a Bernardette: «Penitencia, penitencia, penitencia. Reza por la conversión de los pecadores». ¿Qué significaba «hacer penitencia» para Bernadette?
– El Papa Francisco ha dicho en varias ocasiones que quiere que la Iglesia sea como un hospital de campaña. Pues bien, Lourdes es exactamente un hospital, pero (¡no lo olvidemos!), sobre todo y en primer lugar para las enfermedades espirituales. La Virgen, en Lourdes, vino para ayudarnos en el espíritu, para curar el alma. Entonces, esta «penitencia» invocada tres veces sirve para recordarnos esto precisamente: tenemos que rezar mucho, tenemos que alejarnos con firmeza del pecado y tenemos que cuidar los bienes del espíritu. Hoy existe la peligrosa tendencia a concebir la Iglesia como una realidad horizontal y no vertical; se quiere reducirla a una ONG, es decir, a una organización comprometida en sanar los males materiales del mundo. Pues bien, la Virgen, en Lourdes, a través de Bernadette nos recuerda que la misión principal de la Iglesia es conducirnos a la Vida eterna. Las obras de caridad materiales son necesarias y valiosas, pero sólo si son una consecuencia de la fe. (Publicado en Religión en Libertad)