Jesús no descuidaba nunca su diálogo íntimo con el Padre. Cuanto más inmerso estaba en las necesidades de la gente, más sentía la necesidad de reposar en la Comunión trinitaria: el Papa durante la Audiencia General de este miércoles 4 de noviembre reflexionó sobre la oración de Jesús, una “realidad misteriosa, de la que sólo intuimos algo, pero que permite leer en la justa perspectiva toda su misión”.
Jesús – comenzó diciendo el Papa – durante su vida pública recurre constantemente a la fuerza de la oración. Los Evangelios nos lo muestran cuando se retira a lugares apartados a rezar. Se trata de observaciones sobrias y discretas, que dejan solo “imaginar” esos diálogos orantes.
La oración es el timón que guía la ruta de Jesús
Aun en los momentos de mayor entrega a los pobres y enfermos, el Señor siempre dedicó tiempos para la oración, para retirarse y estar a solas con el Padre, para escucharlo y acoger su voluntad. Se ve esta actitud del Maestro en Cafarnaún, episodio del cual el Papa tomó el ejemplo, cuando todos le llevaban a los enfermos para sanar: Él les sana, pero antes del alba, se retira a un lugar solitario y reza. “¡Todos te buscan!”, le dicen los discípulos. Pero Él responde: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido” (cfr Mc 1, 35-38).
La oración es el timón que guía la ruta de Jesús. Las etapas de su misión no son dictadas por los éxitos, ni el consenso, ni esa frase seductora “todos te buscan”. La vía menos cómoda es la que traza el camino de Jesús, pero que obedece a la inspiración del Padre, que Jesús escucha y acoge en su oración solitaria.
La oración es escucha y encuentro con Dios
Hablando en español, Francisco señaló que el ejemplo de Jesús nos lleva a deducir algunas características de la oración cristiana. Sobre todo, – explicó – es un medio para ofrecer a Dios toda la jornada, nos dispone a la escucha y al encuentro, nos abre un horizonte grande y nos ensancha el corazón.
Un día vivido sin oración corre el riesgo de transformarse en una experiencia molesta, o aburrida: todo lo que nos sucede podría convertirse para nosotros en un destino mal soportado y ciego. Jesús sin embargo educa en la obediencia a la realidad y por tanto a la escucha. […]La oración tiene el poder de transformar en bien lo que en la vida de otro modo sería una condena; tiene el poder de abrir un horizonte grande a la mente y de agrandar el corazón.
La oración es un arte que requiere disciplina
La oración también «es un arte» que se debe practicar con insistencia, con perseverancia y que requiere disciplina:
Una oración perseverante produce una transformación progresiva, hace fuertes en los períodos de tribulación, dona la gracia de ser sostenidos por Aquel que nos ama y nos protege siempre.
Sin vida interior huimos de la realidad
Otra característica de la oración de Jesús – continuó diciendo el Papa – es la soledad. Esto no significa evadir del mundo, sino encontrar el espacio de silencio para cultivar la propia vida interior y encontrar el sentido a lo que hacemos:
Sin vida interior nos convertimos en superficiales, inquietos, ansiosos… ¡la ansiedad cuánto mal nos hace! Sin vida interior huimos de la realidad, y también huimos de nosotros mismos, somos hombres y mujeres siempre en fuga.
La justa dimensión con Dios y la creación
A veces los seres humanos “nos creemos dueños de todo, o al contrario perdemos toda estima por nosotros mismos”. Pero la oración, dijo el Santo Padre, “nos ayuda a encontrar la dimensión adecuada, en la relación con Dios, nuestro Padre, y con toda la creación”. Por último, “la oración es abandonarse en las manos del Padre”, como Jesús en el Huerto de los Olivos, cuando sumido en la angustia rezaba: «Padre, si es posible… pero que se haga tu voluntad».
Abandonarse en las manos del Padre. Es bello, cuando estamos agitados, un poco preocupados y el Espíritu Santo nos transforma desde dentro y nos lleva a este abandono en las manos del Padre: «Padre, hágase tu voluntad».
Por todo lo dicho, concluyendo la catequesis sobre la oración de Jesús, el Papa Francisco animó a pedirle a Él que “nos ayude a redescubrirlo —a través de la lectura orante y cotidiana del Evangelio— como maestro de oración”, a disponernos a aprender en su escuela.