El Centro de Derechos Humanos Paso del Norte fue fundado desde la fe cristiana para atender la realidad de injusticias que se viven en esta ciudad fronteriza…Aquí una reflexión retrospectiva de su director, padre Oscar Enríquez.
Ana María Ibarra
Con una exposición fotográfica, una reflexión y una cena, el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte celebró el pasado 23 de septiembre 20 años de brindar apoyo integral a familiares y víctimas de desaparición forzada y tortura.
En torno a la celebración, el padre Oscar Enríquez, fundador y director del centro, reflexionó sobre la historia de la asociación que ha visto logros, pero también retos a enfrentar.
Historia
De acuerdo al padre Oscar, el origen del centro proviene de tres raíces: la problemática compleja de la frontera: homicidios, feminicidios, desigualdad social, influjo de la maquiladora en la vida de la gente, existencia de bandas.
“Otra es una raíz eclesial, de fe cristiana. Tenía un grupo llamado Red de Análisis. Éramos sacerdotes, religiosas, laicos que compartíamos nuestras inquietudes y fomentábamos la solidaridad ante lo que ocurría en la ciudad”, dijo.
La tercera raíz es el testimonio de una mujer que llegó a su encuentro, angustiada porque los soldados habían torturado a su hijo.
“De ahí brota la idea de formar un centro de derechos humanos. Nos reunimos un grupo para darle cuerpo. Esto en el 2000-2001″, recordó el padre Oscar.
El Centro inició en la parroquia San Francisco de Asís, luego se cambió a una casa de las Misioneras de María Dolorosa.
“El padre Pedro Hinde tenía mucho interés en que se formara un centro de derechos humanos y nos dio cinco mil dólares, con lo que rentamos nuestra primera oficina y comenzamos”.
Ahí se le dio nombre al Centro de Derechos Humanos Paso del Norte que, del acuerdo al padre Oscar, ha tenido dos etapas importantes, la primera del 2001 al 2011.
“En el 2004 nos constituimos como asociación civil independiente con un acta constitutiva. Acompañamos a 195 familias de Lomas de Poleo que tenían un patrimonio territorial y querían conservarlo, pero al final de cuentas se impuso lo económico y lo político. Fue un acto muy significativo”.
Relató que otro hecho significativo para el Centro fue el evento llamado “coche-bomba”, tras el cual la autoridad detuvo a cinco jóvenes a quienes torturaron y encarcelaron.
“Finalmente logramos demostrar que eran inocentes. Salieron libres de culpa y son sobrevivientes de tortura”.
En el 2007, con la violencia agudizada, el Centro se vio rebasado por el número de víctimas y en 2011 el centro fue allanado por la Policía Federal.
“Destruyeron rejas, puertas, registraron todo y no dieron una explicación razonable. Quisieron intimidarnos por el caso Coche-bomba, porque ellos fueron responsables de la detención y tortura de los jóvenes”.
Un nuevo esquema
Tras estos acontecimientos el equipo repensó su proyecto y se definieron dos tareas esenciales: acompañamiento a víctimas de tortura y víctimas de desaparición forzada, especialmente hombres; e incidencia política en la toma de decisiones.
“Nos organizamos por áreas: jurídica, psicosocial, administrativa y de influencia pública para que la ciudadanía denuncie la violación de derechos humanos”.
Ya para 2017, el Centro cambió su estructura organizándose en cinco áreas: Casos, psicosocial, jurídico, influencia pública e incidencia pública.
Al cumplir 20 años de trabajo, el padre Oscar Enríquez dijo que recuerdan con agradecimiento el proceso vivido, así como valoran su nueva proyección hacia el futuro.
“Es un tiempo de esperanza. Hemos tenido logros y dificultades, ha habido avances y retrocesos, ha habido cantidad de personas que ayudaron a construir lo que hoy somos. El centro se ha mantenido, pero con cambios. Es un momento de reflexión”, expresó el padre Oscar.
Momento para celebrar y reflexionar
Así, en este espíritu reflexivo, el pasado 23 de septiembre, los integrantes del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte celebraron su XX aniversario con una reunión en la parroquia Jesús Obrero, donde el padre Oscar Enríquez es párroco.
El evento incluyó una exposición fotográfica sobre las distintas etapas del centro así como un momento de reflexión con distintos signos alusivos y con un agradecimiento a quienes iniciaron y apoyaron el proyecto, algunos de ellos ya finados.
Los colaboradores actuales vieron este momento propicio para renovar su compromiso de seguir luchando por la defensa de los derechos humanos en esta localidad.
Después de algunas reflexiones y testimonios, se llevó a cabo un brindis y una cena amenizada por un cuarteto, celebrando así la fraternidad y la opción por la lucha social y la justicia.
En frases
“Hay que seguir dando testimonio. Los migrantes están en ese derecho de buscar una vida digna. Como seres humanos debemos buscar la dignidad de cada uno”.
Hna. Antonia Aranda, IHM/ Colaboradora
“Agradezco a nombre de las personas del colectivo Familias Unidas por la Verdad y la Justicia. Me motiva a continuar la experiencia de un Jesús que me mueve y me invita a acompañar a las personas. Me siento agradecido y bendecido de estar en una comunidad de amor”.
Daniel Alejandro Durán/ Acompañante psicosocial CDHPN
“Representa un año más de resistencia en este país. Me une el hecho de que luchamos por causas iguales, colaborando ante la situación de muchas familias a quienes acompañar”.
Omar García/ seglar claretiano
“Es muy grande para mi pertenecer a este centro. Hemos vivido situaciones de mucho dolor y desesperanza, pero también de esperanza. Es una opción en mi vida luchar por la justicia”.
Silvia Grijalva/Colaboradora