Ana María Ibarra
Vestidos con atuendos de fiestas patrias, llenos de alegría y amor en su corazón, la comunidad de Mater Dolorosa celebró su fiesta patronal el pasado 15 de septiembre, día de la Virgen de los Dolores.
La comunidad se reunió para participar de una misa y una fiesta mexicana.
En brazos de María
“Este de alegría y de gozo. Venimos a adorar a Jesús y a pedirle que nos ponga bajo los pies de la Madre. Todo lo que llevamos en lo más profundo del corazón que ella venga y lo recoja. Nuestras heridas, nuestras lágrimas. Venimos a presentar a la Madre los dolores que traemos para que ella los entregue a Jesús”, expresó el padre Javier Calvillo, párroco de la comunidad.
La comunidad participó en la celebración con disponibilidad en su corazón y abandonados a los brazos de Mater Dolorosa.
En su homilía, el padre Javier expresó que hablar de dolor es muy difícil, sobre todo, señaló, aquellos que han perdido a un ser querido, por muchos abrazos que reciban, textos o palabras de aliento, su dolor no se quita.
Otros dolores que dijo experimenta la humanidad es la desaparición de algún familiar, enfermedades como el cáncer, la soledad de los ancianos. Dijo que ante todo esto se pueden dar palabras de aliento, pero son dolores difíciles de sobre llevar.
“¿Qué pasa con ese dolor? -cuestionó-… Dios deja una semilla de fe, de esperanza. Jesús en la cruz nos enseña que el dolor es el momento más bello de la salvación. Detrás del sufrimiento siempre va a estar el amor, la esperanza. Increíble, pero así es el camino que nos ha mostrado”, dijo.
De igual manera, refiriéndose a María Dolorosa, el padre Calvillo expresó que ella carga los pecados, las guerras, los sufrimientos del mundo para purificarlo.
“Hoy, como hijos e hijas de esta mujer de los dolores, a la hora de la comunión, ofrezcamos nuestros pecados, nuestros sufrimientos, nuestros dolores y preocupaciones y que ella nos ofrezca su bendición y consuelo”, finalizó.
¡Gran fiesta!
Sabiéndose amados y consolados por María de los Dolores, la comunidad salió de la Eucaristía para compartir un momento fraterno y festivo, pues en el atrio parroquial los esperaba una gran fiesta mexicana.
El lugar se pintó de verde, blanco y rojo para conmemorar muy al estilo mexicano la fiesta patronal.
Antojitos mexicanos, aguas frescas, juegos de mesa y jugos mecánicos fueron parte de la diversión de esa noche.
Con los brazos y el corazón abiertos, párroco y comunidad recibieron a los visitantes quienes se dispusieron a pasar un rato ameno y familiar.