Ana María Ibarra
En la celebración de la presentación del Niño Jesús en el templo, consagrados y consagradas de la diócesis se unieron a la Iglesia Universal para celebrar también su día en una misa de acción de gracias.
La misa se llevó a cabo el pasado 2 de febrero en el templo parroquial San Judas Tadeo y fue presidida por el obispo don J. Guadalupe Torres Campos.
Acompañado de los sacerdotes Salvador Magallanes, párroco de San Judas Tadeo; David Hernández, e Istibal Valenzuela, el obispo inició la celebración en vestíbulo del templo, donde bendijo las velas que las religiosas y religiosos portaban en sus manos.
“Hace 40 días celebramos con júbilo el nacimiento del Señor. Hoy celebramos su presentación en el templo para cumplir la ley de Moisés. Impulsados por el Espíritu Santo acudieron al templo Simón y Ana. Así nosotros vayamos al encuentro de Cristo en la casa de Dios, donde lo reconoceremos y alabaremos hasta que se manifieste”, expresó el obispo.
Después de la aspersión de agua bendita que hizo el sobre las velas, religiosas y religiosos ingresaron al templo llevando las velas encendidas.
Luz de Cristo
A la luz de la celebración de ese día, conocido también como el día de la Candelaria, el obispo señaló: “Celebramos a Jesucristo, luz que ilumina las naciones, por eso el signo de la luz, por eso entramos en procesión con la luz. Es el misterio de Cristo en este signo que ilumina a hombres y mujeres consagrados”.
Al ser Jesús luz del mundo, los brazos de María regalan esa luz al mundo, añadió.
“Los consagrados deben, como María, abrazar a Jesús, mostrándolo al mundo. La vida consagrada es un don hermosísimo del amor de Dios. Han recibido un llamado y se han consagrado en un sí que hoy renuevan”, expresó el obispo.
Monseñor resaltó los distintos carismas que la vida consagrada tiene para donar al mundo y los motivó a no perder la alegría de su vocación y el don que han recibido.
“Habrá problemas, dificultades, pero siempre con alegría y unidad. Son importantes los distintivos carismas, nadie deje de llevar su luz. Que nuestra Madre Santísima nos dé la luz de su Hijo para llevarla a los demás”, finalizó.
Oración especial
Religiosas de distintas congregaciones llevaron algunos signos en el momento del ofertorio: La Sagrada Escritura, fuente de vida y sabiduría, donde se encuentra la luz que es guía.
Rosario, como signo de las oraciones y suplicas elevadas al padre y del amor maternal de María santísima abogada de la vida consagrada.
Lámpara encendida, símbolo de los procesos vocacionales que impulsan a una vida de entrega como velas ardientes.
Pan y vino, fruto del trabajo que realiza la Vida Consagrada con amor y alegría.
Con estos signos, las más de 60 religiosas y religiosos continuaron con alegría la celebración y al final agradecieron al obispo, a los sacerdotes celebrantes y a la comunidad, por su presencia y su cariño, y se encomendaron a las oraciones de los presentes.
El obispo dirigió una oración especial para consagradas y consagrados y luego la alegría continuó con un pequeño convivio.