Ana María Ibarra
Con gran regocijo, la familia marista de Ciudad Juárez celebró el pasado jueves primero de junio, una misa de acción de gracias por el Bicentenario de fundación del Instituto Marista, esto en el Gimnasio del Instituto México, donde se congregaron alumnos, padres de familia, ex alumnos, maestros y todo el personal administrativo y directivo, para dar gracias a Dios por tan grande acontecimiento.
La Misa fue presidida por el obispo diocesano, don J. Guadalupe Torres Campos, quien estuvo acompañado por monseñor René Blanco y los sacerdotes, Eduardo Hayen, Daniel Payán, Omar Gutiérrez, José Ríos, Alejandro Martínez, Salvador Magallanes, y el liturgista Leonardo García, algunos de ellos ex alumnos de la institución.
Doscientos años en Dios
Contento por participar de la celebración por tan significativo aniversario, el obispo ofreció la Eucaristía por la gran labor marista en Juárez.
“Jesús viene a consolar y a abrazar a los niños, los bendice. Ve a los enfermos y los consuela, les devuelve la salud. Al pecador lo abraza y le devuelve la dignidad. Celebrar esta fiesta, celebrar a San Marcelino de Champagnat es celebrar a Dios. Un Dios que nos ama y que se hace presente”, expresó el obispo.
Agregó que siempre habrá niños y jóvenes a quien abrazar, amar y educar para Dios y para Cristo y dijo que “es un compromiso ser como niños, educar como niños”.
Vida de Fe
Monseñor Torres resaltó la vida de San Marcelino como una vida de fe desde el seno familiar.
“San Marcelino creció en una familia muy hermosa, de fe. El amor de María Santísima estuvo muy cercano a él. La familia tiene mucho que ver en su formación. Hoy la familia también es muy importante y se quiere destruir, pero la familia de Marcelino nos dice que es posible ser una familia de fe”, expresó el obispo.
Añadió que en su vida de servicio y apostolado también se vio reflejada su vida familiar.
“Fue un gran formador, un gran maestro. Las virtudes se dan a conocer en Marcelino como un hombre cercano, a ejemplo de María Auxiliadora, da testimonio de Cristo”.
Poner en práctica el evangelio
Al agradecer a Dios por los 200 años de la obra marista en todo el mundo y por el don de la santidad de San Marcelino, dijo que esta celebración es un llamado a poner en práctica el evangelio y consagrarse a María.
“Debemos cuestionarnos, en esta comunidad diocesana qué nos pide el Señor, a qué nos impulsa, a qué me comprometo en mi vida. También nuestra ciudad sufre pobreza, violencia, ataque a las familias. No podemos permanecer indiferentes, apáticos”.
“Nos alegramos por este aniversario. Estemos felices y contentos pero también hay que comprometernos”, finalizó el obispo.
Al concluir la celebración, la comunidad marista salió fortalecida con el impulso a seguir trabajando por quienes más lo necesitan.