Ana María Ibarra
Con una misa de acción de gracias, las socias Voluntarias Vicentinas celebraron a San Vicente de Paúl llenas de alegría por retornar de manera presencial a sus actividades y reencontrarse fraternalmente.
La celebración se llevó a cabo el pasado 23 de septiembre en la capilla de San Antonio en Senecú, presidiendo el padre Armando Benavides, asesor espiritual de la asociación.
“Preparar esta fiesta de San Vicente debe ser inspiración. La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida. Aquí le presentamos a Dios nuestra vida”, expresó el sacerdote al inicio de la misa.
Asimismo, pidió por las familias de cada una de las Voluntarias Vicentinas y por aquellas que se encuentran delicadas de salud.
“Pedimos también por las aspirantes que son motivo de esperanza. Que el Señor las enamore más de Él”, fue su petición.
Oración y conversión
Dado algunos compromisos previos, las Vicentinas eligieron para celebrar a San Vicente el día 23 de septiembre, en que se recuerda la memoria del Santo Padre Pío de Pietrelcina.
En su homilía, el padre Armando señaló que la palabra de Dios habla al corazón directamente y hay que dejarse interpelar y responder.
“Los santos por eso se convirtieron en santos. Dios los convirtió porque se dejaron interpelar”.
Para la conversión, dijo el sacerdote, la oración tiene un papel muy importante y en ella entran en juego dos elementos ya que es un diálogo.
“Algunos santos nos enseñan el secreto que es estar en constante oración, en un diálogo con Dios. En este tiempo estamos tratando de salir adelante, oremos para que esta situación de pandemia nos deje una enseñanza”.
A la luz de la palabra, el padre Armando resaltó que el templo del que habla la escritura no se refiere al templo físico, sino al templo espiritual.
“En el Nuevo Testamento Jesús nos habla de una vida de reconstrucción. Dios habla en su palabra. Acerquémonos a misa, ahí nos habla”, recomendó.
El sacerdote invitó a las socias a preguntarse: ¿qué me dice a mí? ¿cómo voy a reconstruir mi templo?
“Cada uno es el templo del espíritu. Hay que reconstruirlo. Si no tenemos a Jesús como alimento principal, que se nos da en la Eucaristía, vamos a seguir teniendo hambre, sed, frío. No solo la salud física es necesaria, sino también la salud espiritual”, finalizó.