Ana María Ibarra
Conmovida hasta las lágrimas por el don que Dios le concedió al cumplir sus 50 años de consagración religiosa, la hermana Esperanza Salcido Delgado celebró tal acontecimiento llena de alegría, al lado de sus hermanas de la congregación Misioneras de María Dolorosa. Esto el pasado 22 de julio.
Lágrimas de alegría
Fue en la capilla de la Casa-Hogar Ciudad del Niño donde se llevó a cabo la misa de acción de gracias presidida por el sacerdote claretiano José Luis Favela Vélez, CMF, quien estuvo acompañado del padre Jesús, también claretiano, y el padre Víctor Fernández, párroco de la comunidad Santa Rosa de Lima a la que pertenece el albergue.
En el rito de entrada, la hermana Esperanza caminó en procesión por el pasillo central de la capilla acompañada de sus hermanas de congregación, tomando su lugar frente al altar.
Después de la liturgia de la Palabra, el padre José Luis se refirió a la hermana Esperanza como quien tiene un corazón muy jovial y lleno de vida.
“La hermana Esperanza está viviendo 50 años de vida religiosa y después de sus ejercicios espirituales me compartía que solo le daban ganas de llorar. Cuánta alegría está experimentando Esperanza ahorita. Dios ha sido bueno contigo”, expresó el sacerdote a la consagrada.
Añadió que la hermana Esperanza no llora por ella, sino porque, de Namiquipa, su tierra natal, a este momento se encontró con gente que no tenía cómo salir adelante, con curas que no le hacían caso y se topó con piedra.
“Llora por un mundo empobrecido. Parece que la historia le pegó. Pero, así como a Magdalena, el Señor la tomó de la mano y le dijo: estoy contigo, nunca te he dejado. Ella se dio cuenta y por eso está aquí agradecida, con lágrimas de alegría”, señaló el sacerdote.
Después de la homilía, la hermana Esperanza renovó sus votos religiosos, y el resto de las hermanas presentes se unieron en acción de gracias al Señor por este aniversario.
“En nombre de todas, recibe nuestro reconocimiento por todo cuanto tu presencia ha significado en nuestra congregación. Unidas fraternalmente, seguimos compartiendo nuestro caminar hacia el Señor”, expresaron al unísono.
Un matrimonio respondió en nombre del pueblo, reconociendo a la vida consagrada como una parte importante del pueblo de Dios.
En el momento del ofertorio, otro matrimonio ofrendó el pan y el vino signo del esfuerzo del trabajo de hombres y mujeres por construir un mundo de justicia y paz.
La hermana Esperanza llevó una vela encendida, signo de la luz de Jesús que ilumina el camino de la vida; y la hermana Nereida, superiora general, presentó con las constituciones de la congregación, la vida, el caminar y la misión de las Misioneras de María Dolorosa.
Al final de la celebración se ofreció un convivio en honor a la hermana Esperanza.
Lo mejor de su persona en cada servicio
La hermana Esperanza Salcido Delgado nació en Cerrito, Namiquipa, Chihuahua el 30 de marzo de 1946, hija de Miguel Salcido y Amelia Delgado, es la cuarta de ocho hijos.
Siendo niña conoció a unas religiosas y ahí nació su inquietud por la vida consagrada. Empezó a dar catecismo a los 16 años.
“Vine a Juárez en diciembre de 1967 a un encuentro cultura de juventud, era celebración del aniversario de monseñor Manuel Talamás. Tuve la oportunidad de conocer más congregaciones, ya me habían hablado de las Misioneras de María Dolorosa que estaban en Ciudad Madera”, recordó la religiosa.
En Juárez Esperanza visitó la Ciudad del Niño, el Orfanatorio Guadalupe y el Asilo de Ancianos.
“Ahí encontré a la madre Palma, que era postulante. Fui con la superiora general, Socorro Aguirre y me aceptó. El padre Vicente Machado era primo hermano de mi mamá y él me entregó a la casa general”, recordó.
Ingresó el 14 de septiembre de 1968, a los 22 años de edad, hizo su primera profesión temporal el 22 de julio de 1972 y su profesión perpetua el 21 de julio de 1980.
Bodas de oro
Repasando estos 50 años de vida consagrada, Esperanza recordó que siempre le ha gustado estar en contacto con la gente, y ha dado lo mejor de sí en cada servicio.
“50 años se me han pasado rápido. En todo este caminar de evangelio que Él nos pide, me doy cuenta que cada día ha valido la pena”, expresó.
La hermana Esperanza motivó a las jóvenes a no tener miedo a responder al llamado de Dios, sobre todo en este momento en que las congregaciones religiosas están carentes de vocaciones.
“Hemos venido a este mundo porque Dios quiere que hagamos algo bien y demos testimonio de que somos felices. Nuestro compromiso nace en el Bautismo, es ahí donde nos hemos consagrado a Dios. Invito a las jóvenes a que profundicen y descubran que es lo que Dios pide de ellas”, motivó.
Sus servicios
En Willy, Casas Grandes, en Villa Ahumada, en parroquia San Carlos Borromeo, en San Buenaventura y en la Ciudad del Niño.