En la misa, monseñor Mosqueda anunció su retiro…
Diana Adriano
En una emotiva misa, la comunidad de la parroquia María Madre de la Iglesia celebró con entusiasmo el 48 aniversario de servicio sacerdotal de su párroco, monseñor Mariano Mosqueda.
Fue el pasado miércoles 26 de julio, cuando, acompañado del padre Jaime Melchor y del diácono Daniel Sierra, monseñor Mariano expresó su profunda gratitud a Dios por todos los momentos vividos y los servicios prestados a lo largo de su vida ministerial.
Lleno de emoción, monseñor dijo:
«Siento una gran alegría y un gozo por recibir este aniversario, por todos los servicios, por todas las comunidades que el Señor me ha concedido en estos 48 años como sacerdote. Si Dios quiere, dentro de dos años cumpliré mis bodas de oro».
En un acto de humildad, monseñor Mosqueda pidió perdón a Dios y a su comunidad por cualquier falla o error que haya podido cometer durante su ministerio.
«Gracias por convertirme en un discípulo de Dios. Te pido que me perdones por todas las cosas en las que falté durante mi servicio, gracias por darme la fortaleza para seguir adelante», afirmó con sinceridad.
Huella imborrable
Durante sus 48 años como sacerdote, monseñor Mariano Mosqueda ha dejado una huella imborrable en la comunidad y ha sido un faro de esperanza para muchos fieles, quienes entre aplausos resonantes y corazones rebosantes de felicidad, expresaron su admiración y afecto por el dedicado sacerdote.
Durante la celebración, monseñor anunció con nostalgia que ha llegado el momento de su retiro. La comunidad de María Madre de la Iglesia recibió la noticia con sentimientos encontrados, ya que, si bien están agradecidos por todos sus años de servicio, también saben que su legado perdurará en cada corazón que ha tocado con su compasión sacerdotal.
La celebración fue una mezcla de júbilo y emotividad, en la que los fieles, amigos y colegas se unieron para honrar y agradecer a monseñor Mosqueda por su vida dedicada a servir a Dios y al prójimo.
Al concluir la celebración, monseñor Mosqueda fue rodeado por miembros de la comunidad que lo abrazaron con cálido afecto y entusiasmo. Estos abrazos fueron un gesto sincero de agradecimiento y reconocimiento por su servicio, su entrega desinteresada y su ejemplo de vida cristiana.