Ana María Ibarra
Después de haber vivido un tiempo de gracia durante el Jubileo Extraordinario del Año de la Misericordia, en unión con la Iglesia Universal, el obispo diocesano don José Guadalupe Torres Campos cerró el pasado 20 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey, la Puerta Santa de la madre iglesia Catedral, clausurando así el año Jubilar de la Misericordia.
El cierre se vivió con una misa de acción de gracias en la cual participaron sacerdotes de la diócesis y más de mil fieles que abarrotaron la Catedral. Y aunque muchos quedaron afuera del templo, ahí permanecieron para seguir la celebración eucarística.
Acción de gracias
“Hoy llega a su fin el año jubilar. En él hemos experimentado un tiempo extraordinario de gracia y misericordia. En esta celebración eucarística queremos elevar al Padre, nuestro canto de alabanza y nuestra acción de gracias por los dones que nos ha concedido”, dijo monseñor Torres al iniciar la celebración.
Resaltando la solemnidad de Cristo Rey y la coronación del año litúrgico, monseñor René Blanco, vicario general de la diócesis, dirigió en la homilía palabras de reflexión y agradecimiento a Dios.
“Dios nos ha compartido su misericordia por medio de la sangre de su hijo, derramada en la cruz para el perdón de los pecados. El Papa Francisco nos ha invitado a contemplar en el rostro de Cristo crucificado el rostro de la misericordia del Padre”, dijo monseñor Blanco. Y agregó: “Cristo ha vencido a la muerte por el camino del amor. Como pueblo santo de Dios, sabemos que el amor de Cristo nos llama a seguirlo y a responder con amor. Jesús no bajó de la cruz sino que nos amó hasta el extremo, hasta salvar nuestros pecados”.
Puerta siempre abierta
Citando las palabras del Papa Francisco, monseñor Blanco resaltó que en ese mismo domingo se clausuró la Puerta Santa del Año de la Misericordia, pero no así la puerta de la misericordia de Dios.
“El papa nos recuerda que la puerta de la misericordia de Dios nunca se cierra sino que está abierta siempre, si confesamos con los labios y el corazón que Jesús es el Señor de nuestra vida. Así pues queridos hermanos, la puerta que siempre está abierta es el Sagrado Corazón de Jesús”, expresó monseñor.
Monseñor Blanco reflexionó también sobre la figura de María Santísima como madre de la misericordia.
“La Virgen María, madre de Dios, madre de la misericordia, nos acompaña siempre hasta que lleguemos a la plenitud. Ella escuchó el encargo de amor cuando su hijo le pidió cuidar de nosotros, de su Iglesia. Que ella nos ayude a continuar dando muchos frutos de amor y de paz”, pidió monseñor René.
Para finalizar su reflexión, monseñor René expresó: “Que nuestro corazón, como el de Cristo, siempre esté abierto al amor y a la misericordia”.
Cerró la puerta
Después del momento de la Comunión, el obispo dio gracias a Dios por las bendiciones durante la celebración y por haber ofrecido a su pueblo un tiempo de misericordia y conversión.
“Que la misericordia de Dios se siga derramando por el mundo entero como rocío de la mañana”, expresó el obispo quien procedió a incensar el altar y la imagen de la Virgen de Guadalupe, para luego ser incensado por uno de los acólitos.
Enseguida, monseñor Torres bajó del presbiterio y se dirigió por el pasillo central hasta la puerta principal del templo, Puerta Santa durante el Año Jubilar. Al llegar ahí se hincó delante de ella y al incorporarse procedió a cerrarla.
Cerrada la Puerta Santa, el obispo la incensó y después de una oración procedió a dar la bendición a los fieles desde ese lugar. Caminó luego hacia el presbiterio saludando y bendiciendo a los fieles a su paso por el pasillo central.
Agradecidos y confiados en que la misericordia de Dios sigue presente en cada uno, los fieles se retiraron contentos de haber participado en tan especial celebración.
frase…
“Que la misericordia de Dios se siga derramando por el mundo entero como rocío de la mañana”
Mons. J. Guadalupe Torres Campos