Pbro. Fernando De Santiago/ Párroco de Santa María Magdalena
El evangelio de este domingo nos adentra en la intención con la que nos acercamos a Jesús, esperemos sea para seguir siendo imagen de Él, en la práctica de las buenas obras. Hoy nosotros debemos seguir preguntándonos, ¿con qué intención me acerco a Jesús?
Si bien los fariseos se acercaron a preguntar para tener de qué acusarlo, y es que recordemos que Jesús va en camino a vivir su Pasión, por lo que en este momento, cualquier polémica en la que cayera, sería utilizada en su contra.
Cómo llegar
Astutamente, al confabularse contra el Hijo de Dios, ellos quieren tener testigos, los cuales le acusen, sin embargo la doble intención de su cercanía por un lado le reconocen como Maestro, sincero y de enseñanza en la Verdad de Dios, sin embargo la pregunta que le hacen es para ponerle una trampa ¿es lícito o no pagar el tributo al César? A lo que Jesús no puede decir que sí es correcto pagarlo, porque iría contra la Ley de Israel, por esto están ahí los enviados de los fariseos… Y por el contrario no puede decir, que no es lícito, porque inmediatamente le acusarían ante los gobernantes romanos, y también aparecen en escena los seguidores de Herodes.
Jesús no se deja llevar por estos comentarios, no entra en la provocación, sino que inmediatamente les hace saber que no participará de la conversación… al pedir la moneda les está indicando qué se debe hacer, saber cumplir con la responsabilidad civil, por eso les dice: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”… y saber cumplir con el camino de Dios, ya que es nuestra patria, pero ¿cómo llegaremos, si desde ahora no hago míos los sentimientos de Cristo?
Confabulados con Jesús
El papa Francisco medita y nos recuerda: “Jesús planteó, a partir de la pregunta hecha por los fariseos, una interrogación más radical y vital para cada uno de nosotros, una interrogación que podemos hacernos: ¿a quién pertenezco yo? ¿A la familia, a la ciudad, a los amigos, a la escuela, al trabajo, a la política, al Estado? Sí, claro. Pero antes que nada —nos recuerda Jesús— tú perteneces a Dios. Esta es la pertenencia fundamental. Es Él quien te ha dado todo lo que eres y tienes. Y, por lo tanto, nuestra vida, día a día, podemos y debemos vivirla en el reconocimiento de nuestra pertenencia fundamental y en el reconocimiento de corazón hacia nuestro Padre, que crea a cada uno de nosotros de forma singular, irrepetible, pero siempre según la imagen de su Hijo amado, Jesús”.
Pues bien, veamos nuestro camino, hoy nosotros seguimos confabulándonos contra Jesús, cuando a nuestros ojos no terminamos de comprender el mandato del Amor a Dios y a nuestro prójimo. Esto sucede cuando no aceptamos que el Señor Jesús ha llegado a nuestra vida a generar en nosotros un dinamismo interno de conversión a pesar de todo cuanto ya hemos vivido, y seguiremos viviendo, pero que a veces continuamos envolviéndonos en nuestro criterio y actitudes que benefician nuestro interés o grupos; seguimos pensando cómo oprimir y callar al más débil para que no tenga las mismas oportunidades que nosotros, y sin embargo, no miramos a Cristo que está en medio de nosotros, partiendo el pan y que tanto a ellos como a nosotros nos da de comer el mismo pan.
Mostrar a Cristo
Así mismo, también hoy se sigue manipulando a ciertas personas para que vayan y ejecuten órdenes, los cuales al no saber las consecuencias que generan, se dejan llevar por filosofías erróneas que perjudican a los inocentes, y que de no ser conscientes, continúan haciendo caer a hermanos que no tienen un criterio firme y fe sólida ante ideales “buenos”, que terminan siendo caminos de muerte con tantas problemáticas de las cuales es difícil convertirse.
Búsquenos siempre manifestar la Imagen de Dios concretamente viviendo el evangelio y mandamientos, así estaremos reproduciendo el ser hijos en el Hijo, agradando con nuestro obrar al Padre. De esta manera estamos siendo testigos en esta vida ante tantos que han perdido su fe y cercanía con Dios, y siguen buscando otras imágenes que están destrozando su persona, familia, trabajos, etc.
El cristiano tiene que mostrar el Rostro de Jesucristo, anunciar la Palabra de Cristo, ser predicador de este tiempo ante lo que vivimos. Seamos esos mensajeros que necesita nuestra ciudad y quienes nos rodean.