Ana María Ibarra
Una Iglesia atenta y disponible para acompañar y tratar de erradicar casos de violencia doméstica entre sus fieles es necesaria siempre, aseguró el padre Antonio Urrutia, párroco de Jesucristo Sol de Justicia, quien ha podido dar acompañamiento en esta problemática.
Además del trabajo pastoral que realizan los sacerdotes, en la diócesis existen esfuerzos para apoyar a personas que padecen violencia doméstica, aunque no de manera específica. Tal es el caso del servicio diocesano “Atención a parejas problematizadas”, que atiende el laico Adolfo Baz Dresch desde hace 14 años.
Ambos compartieron con Presencia su experiencia y visión sobre el tema.
Familias en crisis
El padre Antonio reconoció que la cuarentena ha generado actitudes violentas al interior de los hogares, incluso de la esposa al esposo, aunque esto no es muy común que se denuncie.
“Lamentablemente estar juntos se vuelve una crisis. Los padres se contradicen y se enfrentan delante de los hijos, éstos a su vez son sobrecargados de tareas escolares y en el hogar, otros más están abandonados teniendo acceso a información que no es sana para ellos”, resaltó.
Habló del caso de los padrastros que violentan a los hijos de sus parejas como algo muy común y advirtió:
“La violencia trae otras acciones, como suicidio en niños y adolescentes, divorcios, infidelidades personales y virtuales. Es una bola de nieve”.
Acompañamiento eclesial
Dijo que es necesario que los sacerdotes estén abiertos a un acompañamiento más personal, no sólo desde los confesionarios, sobre todo cuando se trata de abuso o violencia hacia los niños.
“Esta situación es un llamado muy fuerte para que, como Iglesia, podamos iniciar experiencias con centros de atención a familias en situación de violencia. Tengo a unas cuantas cuadras Casa Amiga, proyecto de Esther Chávez Cano, y me entero de cosas lamentables”, dijo.
Añadió que en centros como éste se ofrece ayuda jurídica y psicológica, y en el caso de la Iglesia se puede realizar este trabajo desde el evangelio de Cristo, que defiende la vida y la dignidad de la persona.
“Me gustaría hacer eco de una necesidad sentida de la población porque la estamos dejando muy indefensa y de eso nos va a pedir cuenta nuestro Dios”, señaló.
Trabajar desde el Espíritu
Consciente de que una labor de esa magnitud implica mucho trabajo y recursos humanos y materiales, el sacerdote propuso:
“Se puede hacer un Instituto de Doctrina Social para defender la familia en el plan de Dios, para salvar a una mujer o a un niño de la violencia. Las hermanas de la Casa Eudes o la Casa de Jesús pueden ser una alternativa. Necesitamos una red social desde la Iglesia con terapeutas que le apuesten al evangelio, fundamentados en su fe”.
El padre Antonio invitó al clero y a toda la Iglesia a la creatividad en el Espíritu para atender esta situación, desde un pensamiento positivo.
Parejas problematizadas
Para Adolfo Baz, de “Atención a parejas problematizadas”, la violencia de pareja es una manifestación de un conflicto ya presente, que en este tiempo de encierro se ha hecho más evidente.
Explicó que si una pareja no establece desde el inicio de su matrimonio parámetros de convivencia, cuyos ideales sean el amor y el respeto, desaparecerá el compromiso de vida hecho en el altar.
Reconoció que cuando la pareja comienza a convivir y a conocerse verdaderamente, comienzan las diferencias y desaveniencias, y generalmente alguno querrá que el otro cambie, en lo que se convierte en una especie de “lucha de poder”. Pero al no presentarse el cambio llega la frustración al tal grado que el estímulo se sale de proporción y desemboca en violencia, ya sea verbal, psicológica, sexual, económica o física.
“Cuando una persona pasa sobre la libertad del otro es una manifestación de violencia. No por ejercer mi libertad puedo pasar por encima de la tuya, eso es violencia”.
Igual cuando una persona trata de imponer su punto de vista sobre la otra parte y la sobaja, se convierte en violencia psicológica.
“Cuando alguien en este momento de confinamiento, se siente aburrido y busca la relación sexual sin consensuar con la otra persona, es violencia sexual. Si hay amenazas o la insinuación de golpe, es violencia. Cuando deja entrever que no dará el gasto si la pareja no hace lo que él quiere, es violencia económica”, explicó.
Una consecuencia
En su experiencia, Aldolfo ha encontrado que es difícil que las parejas acepten que viven violencia, sin embargo, esa parte se hace evidente, por lo que busca hacerles ver que ésta no es la causa de su problema matrimonial, sino la consecuencia de algo que viene de tiempo atrás.
“La violencia es consecuencia de la falta de comunicación, falta de renuncia, y si lo que les mueve no es el amor, la relación desencadenará un problema”, señaló para luego aclarar:
“Cuando no hay amor se debe reconocer qué es lo que une a la pareja. El matrimonio es una alianza de amor, de otra manera el resultado no será la felicidad”.
Recordó que ninguna pareja está exenta de los estímulos externos que azotan la relación, pero enfatizó en la importancia de trabajar para que no se llegue a la violencia, en cualquiera de sus formas.