Médico y maestra de adolescentes reflexiona sobre la virtud de la templaza y comparte formas para forjarla en el cuidado del cuerpo, siendo éste templo del Espíritu Santo.
Ana María Ibarra
Una de las cuatro virtudes cardinales es la templanza que consiste en moderar los deseos y pasiones, especialmente los que tienen que ver con el cuerpo.
Así lo compartió la doctora Ana Verónica Ramírez, quien reflexionó sobre esta virtud y compartió formas para forjarla en el cuidado del cuerpo, siendo éste templo del Espíritu Santo.
Control del cuerpo
Hablar de la templanza, es hablar de la moderación de los deseos y pasiones que experimenta el ser humano, especialmente en el cuerpo.
“No se trata de reprimir, sino de usar con sabiduría y equilibrio los bienes que Dios nos da: comida, descanso, tecnología, afecto, en otras palabras, la templanza es una virtud que nos da libertad para disfrutar más de lo que realmente es bueno para nosotros”, explicó la entrevistada.
Como profesional de la salud, la médico señaló que la virtud de la templanza está directamente relacionada con la salud física y también con la salud emocional.
“Cuando una persona sabe cuándo parar de comer, cuándo apagar el celular, cuándo descansar, y cuándo decir que no, está cuidando su cuerpo y su mente. El desorden y el exceso son causa de muchas enfermedades crónicas. La templanza es una medicina preventiva muy poderosa”, afirmó.
Como practicante de la medicina funcional y homeopática, la doctora Ana Verónica busca que sus pacientes descubran que la raíz de la enfermedad es el desequilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.
“Este desequilibrio es resultado de los excesos que, sin darnos cuenta, vamos viviendo a lo largo de nuestra vida. Por ello es esencial reactivar la virtud de la templanza -que forma parte de todos-. Ponerla en práctica nos facilita formar hábitos saludables y sostenibles en el tiempo”, expuso.
La profesionista mencionó que muchas enfermedades crónicas como diabetes, insomnio o ansiedad están relacionadas con excesos de productos ultra procesados, pantallas, y un mal manejo del estrés.
“La templanza nos devuelve el control sobre nuestras decisiones diarias”, afirmó.
Formar virtud en los jóvenes
Además de atender su consulta privada, la doctora Ana Verónica también se dedica a la educación. Es maestra de jóvenes de preparatoria, donde imparte la materia de Ciencias de la Salud. Así, en las aulas, además de en el consultorio, busca que los jóvenes aprendan el valor de la templanza.
“Los jóvenes observan más lo que hacemos que lo que decimos. Así que todos los días busco poner el ejemplo durante mis clases al abordar temas como la salud, uso del tiempo, la tecnología, emociones o espiritualidad, y les invito a reflexionar: ¿esto me construye o solo me complace?”, compartió la entrevistada.
De esta manera, la profesionista, busca compartir a sus alumnos que la templanza no es limitación, sino libertad y fortaleza en todo su ser para alcanzar las metas que desean.
Camino difícil
Sin embargo, reconoció que aprender, practicar y enseñar la virtud no ha sido tarea fácil.
“No es nada sencillo ya que precisamente eso es lo que la hace una virtud. En este mundo maravilloso ¡todo se antoja! y muchas veces ante muchas tentaciones sientes que no puedes resistir pero, saber que uno puede esforzarse todos los días, en cada momento y ante cada situación para que esta virtud que ya está en ti de manera natural se active, es muy relajante”, resaltó.
Por otra parte resaltó que saber que se puede fallar y que se puede caer, suele no ser relajante, pero por eso recomendó tener siempre presente que el ser humano es amado y comprendido por un Padre amoroso.
“Ten presente que te creó a su imagen y semejanza, es un Padre que es amor y que comprende tu fragilidad y que en esas caídas Él está ahí para motivarte a continuar. Este recordatorio continuo es lo que de manera personal me inspira, me fortalece y decido con libertad y agradecimiento tomar la mejor decisión para mí”, afirmó.
La entrevistada invitó a los padres de familia a tener presente que los jóvenes aprenden en casa a comer, a organizar sus tiempos, y a poner límites. “Ya todos sabemos lo que es adecuado aplicar y compartir”, dijo.
Por último, quiso recordar que la templanza permite a las personas tomar decisiones conscientes, “dando prioridad al cuidado del cuerpo físico que es el templo de nuestro espíritu, nuestro vehículo para amarlo y hacerlo amar”, finalizó.
Cómo enseñar la virtud
- Predicar con el ejemplo: cuidando sus propios hábitos.
- Enseñar desde pequeños a esperar, a compartir y a elegir.
- Establecer límites claros y constantes, siempre firmes, pero con amor.
- Reconocer el esfuerzo realizado en las tareas y cambios positivos más que solo aplaudir los resultados.
- Relacionar el autocuidado como una muestra de amor y agradecimiento a Dios que nos dio este cuerpo maravilloso para disfrutar de toda Su Creación.
- Favorecer el autocuidado a través del desarrollo de la Templanza para servirnos unos a otros.