Ana María Ibarra
Frente al altar del Señor, en el templo de Catedral donde celebró sus últimas misas, el padre Rafael Saldívar Cardoza fue despedido por familiares, hermanos sacerdotes y amistades, quienes, en medio de la tristeza, oraron por su eterno descanso y confiaron a Dios su alma.
Gracias por su servicio
En el marco de las fiestas del Adviento, la comunidad agradeció a Dios por la vida del padre Rafael Saldívar en la misa de exequias el pasado 17 de diciembre, presidida por monseñor J. Guadalupe Torres Campos, obispo diocesano.
Al inicio de la celebración el padre Víctor Manuel Vega, secretario canciller, compartió con la comunidad una semblanza de la vida del padre Rafael para recordar su vida y su ministerio el cual, dijo, vivió con humildad y dedicación.
«Damos gracias a Dios por el sacerdocio del padre Rafael. Damos gracias a su familia por dar un hijo y un hermano para la Iglesia. Damos gracias al padre Saldívar por sus 17 años de servicio a la Iglesia», expresó el canciller.
Mientras eran colocadas las vestiduras sacerdotales en el ataúd junto con el libro de los evangelios, el obispo oró a Dios agradeciendo el don de la vida sacerdotal del padre Rafael, con súplica confiada de que ya participa en el banquete del reino.
Unido a Dios
«Dichosos los que descansan en el Señor», citó el obispo para iniciar su homilía.
Y añadió: «Estamos llamados a vivir en íntima unión con el Señor. Cómo sacerdote, nuestro hermano Rafa, por el sacramento del orden, vivió unido con Él. Durante este tiempo fue caminando, vivió su ministerio con entrega. Ha sido llamado a la Casa del Padre. Ya descansa en los brazos del Padre».
El obispo resaltó que el padre Rafael fue llamado a la morada eterna en el tercer domingo de Adviento, cuyo mensaje fue: alégrate, gózate en el Señor.
“En nuestra vida de sacerdotes siempre estamos llamados a vivir ese regocijo, esa alegría en la espera del Señor. Es muy significativo el día en que el padre Rafa fue llamado. Sí, es muy triste su partida. Sentimos la tristeza, pero también la esperanza que nos hace fuertes, la confianza de que está con Dios”, reiteró.
Expresó que el ministerio sacerdotal del que gozó en vida el padre Rafael, ahora lo celebra plenamente en la presencia del Señor y goza de esa habitación preparada para él y que todos tenemos prometida.
“Dios le concedió ese domingo celebrar sus misas y ofreció el Sacrificio unido a Cristo sacerdote en medio de la comunidad. Son detalles que nos dan gozo, esperanza y amor.
Vivió en plenitud su sacerdocio hasta el último momento. El Señor lo ha llamado a descansar. Estaba preparado para ese momento”, fueron las palabras de consuelo que el obispo dirigió.
Último adiós
Con un último gesto de respeto y veneración, el padre Rafael fue despedido después de que el obispo expresó: “Este último adiós está marcado con la gratitud. Que nuestra oración entregue a Dios a nuestro hermano Rafael por intercesión de la Santísima Virgen María”.
Enseguida, esparció agua bendita sobre el féretro, para luego incensarlo.
El padre Rafael fue cremado y, cumpliendo su deseo, sus cenizas reposarán en la capilla de Casa de Sacerdotal.
Con el canto de la Salve, el padre Rafael fue despedido por los asistentes, trasladado por el pasillo central de la Catedral hacia el exterior, seguido de sus hermanos sacerdotes y ante la mirada llorosa de los fieles, miradas llenas de tristeza, pero también de gratitud y esperanza.
Hombre de escucha
En el último año de vida, el padre Rafael estuvo Casa Sacerdotal San Juan XXIII para su recuperación.
El padre Guillermo Sías, director de la casa, compartió que en ese tiempo descubrió en el padre Rafael a un hermano fraterno, muy alegre, siempre espontaneo y sonriente.
“Era una persona que veía mucho por nosotros, era compartido, siempre preguntaba por los demás. Era un hombre de escucha. Era también muy inteligente, tenía una facilidad de estudio, apasionado por la Sagrada Escritura”, recordó el padre Guillermo.
El sacerdote resaltó que el padre Rafael era muy sistemático y organizado en sus homilías.
“Disfrutaba mucho sus homilías, eran muy profundas y espontaneas, llenas de verdad, de vida y de esperanza”.
Para el padre Guillermo, el padre Rafael fue un hombre perseverante en medio de su enfermedad y en su ministerio.
“Se entusiasmaba por los temas, en el servir, por los compromisos que tenía que compartir con la gente”, concluyó.