Al igual que el Catecismo para niños, este mes también muchas parroquias en la diócesis inician el Curso de Confirmaciones para jóvenes, en lo que representa una de las actividades más concurridas en la diócesis. Por ello presentamos algunas consideraciones sobre este sacramento, de un obispo salesiano experto en catequesis.
Mons. Javier Salinas, SDB/ Doctor en Catequesis
Todavía son muchos los adolescentes y jóvenes que se disponen a recibir el sacramento de la Confirmación.
¿Para qué recibir la Confirmación? Es la pregunta que nos gustaría que muchos se plantearan, porque ella da lugar a las motivaciones para descubrir el significado y alcance de este sacramento. La respuesta a esta pregunta es lo que habrá que trabajar a lo largo del proceso con los adolescentes, y desde el primer momento. Ellos viven desde lo concreto y pueden dejar implícito lo que debe ser una realidad más explícita, pues, hoy más que en otras épocas, no les basta con seguir una costumbre, sino que necesitan descubrir los motivos para una determinada decisión. Y más cuando hoy, para muchos adolescentes, decidirse a recibir el sacramento de la Confirmación y participar en la catequesis constituye, en muchos casos, ir contracorriente de la opinión de sus amigos y su ambiente.
Sin embargo, y a pesar de todo, somos quienes proponemos a los adolescentes la Confirmación, quienes también deberemos contestarnos a la gran cuestión de ¿para qué?
Proponer la fe
Motivar a los adolescentes a recibir la Confirmación pasa necesariamente por la motivación de quienes los acompañan y educan en la fe. Para ello es necesario recordar que la fe siempre ha de proponerse. Se trata de seguir los pasos de Jesús, que precisamente en la parábola del sembrador nos mostró la magnanimidad con que hay que llevar adelante la gran tarea de la siembra de la vida cristiana.
Cabe recordar la llamada del Concilio Vaticano II a trabajar con los jóvenes, a proponerles la fe, a acompañarlos para que puedan libremente participar en la construcción de nuestro mundo, como seguidores de Jesucristo.
Dar testimonio
En la hora presente la cuestión más decisiva para motivar a los adolescentes no tiene aspecto de una técnica, de un medio, sino que depende más radicalmente que nunca del propio testimonio de quien hace la propuesta y del camino a recorrer.
Hoy todo se cuestiona, y esto hace que la propuesta de la fe deba asumir interrogantes, cuestiones, tanto personales como ambientales. Cierto que todavía nos encontramos con muchos jóvenes que se disponen a recibir la Confirmación desde actitudes pasivas, marcados por el peso de la familia o de la costumbre, aunque también van apareciendo otros que lo hacen desde una actitud de búsqueda de algo que dé calor a sus vidas. En todos hay que trabajar esta cuestión: ¿para qué te confirmas?
Oportunidad para ser cristiano
Todos deberíamos recordar que no nacemos cristianos. Llegamos a serlo por la acción de Dios en nosotros, unida a nuestra respuesta personal. Es una cuestión de relación, de encuentro y de respuesta.
Un cristiano no es simplemente alguien que tiene noticias sobre Jesús, o que simplemente quiere ser buena persona. Un cristiano es alguien sabe de Jesús, que le conoce de modo tal que desea identificarse con su camino. Y no sólo eso, sino que intenta tomar decisiones desde aquellos valores que Jesús propone.
Por ello se pregunta “¿qué haría Jesús en esta situación?; ¿responderá mi decisión a lo que Él quiere?; ¿podré presentárselo como un regalo que se ofrece a un amigo?”. Son cuestiones que llevan a hacer de la experiencia de la fe algo interior, no simplemente un ritual que se cumple pero que no toca el corazón.
Si esto es así es porque el sacramento de la Confirmación pone ante nuestra mirada la acción del Espíritu Santo en la vida de la comunidad eclesial y también en cada uno de nosotros.
La Confirmación es crecimiento en el camino cristiano que empezó con el Bautismo; es manifestación de la acción del Espíritu Santo, con sus dones y llamadas, para que nuestras vidas se parezcan más a Jesucristo y entremos más a fondo en la vida y misión de la Iglesia, que continúa hoy su obra entre nosotros.
Un encuentro que transforma
¿Para qué confirmarse? Para llevar a plenitud el Bautismo y, así, ser realmente testigos de Jesucristo en nuestro mundo. Se trata de recibir más plenamente al Espíritu Santo, don gratuito de Dios, que quiere unirnos así a su vida misma, transformarnos con su presencia y hacernos libres para poder caminar siguiendo a Jesús.
Qué alegría saber que esta es la posibilidad que el Espíritu genera en nosotros: ser realmente libres. El sacramento de la Confirmación perfecciona el don del Espíritu Santo recibido en el Bautismo y hace capaz, a quien lo recibe, de dar testimonio de Cristo.
Don y respuesta
No es posible entender la lógica del regalo si éste no suscita una respuesta. Un regalo sin acogida no ha cumplido su misión. El don de la vida cristiana espera una respuesta. Y el sacramento de la Confirmación es, precisamente, expresión de la acción gratuita de Dios, de su voluntad de incorporarnos a su vida misma.
De ahí que este sacramento nos introduzca más plenamente en la vida del Espíritu. De ahí también el valor de la respuesta de fe, de la acogida, de nuestro “amén”. Pero no podemos olvidar que quien la suscita es Dios mismo y, por tanto, que lo primero es el don, el regalo de su amor.
Por esto, en el sacramento de la Confirmación, a través de los ritos de la celebración expresamos este dejarnos tocar por la acción de Dios mismo, por el Espíritu Santo que actúa en nosotros.
La vida entera del cristiano está sostenida y debe seguir sostenida en el futuro por la acción del Espíritu. Por eso, en esta celebración sacramental, nuestra vida se pone bajo la dirección del Espíritu.
Siempre en camino
Ser confirmado es manifestar públicamente que se está dispuesto a dejarse afectar y dirigir por el Espíritu de Dios, de una forma siempre nueva, por su acción, sus dones, sus llamadas, y así asumir mejor la misión de ser cristianos en medio de nuestro mundo.
Volvemos a la pregunta ¿para qué confirmarse?. Para fortalecer el don del Bautismo que nos hace cristianos. Es una llamada, de nuevo, a ponerse en camino.
Para ello hay que disponerse, hay que dedicar tiempo y hacernos sensibles a este gran don que el Señor nos hace. De ahí el gran valor del tiempo de formación, para conocer y amar a Jesús, camino, verdad y vida.
El tiempo de formación es una gran oportunidad para disponerse a la celebración en la que la Iglesia nos acogerá más plenamente, y en la que se realizará un nuevo Pentecostés. Entonces, conducido por el Espíritu, reconocemos que Jesús es el Señor, que con Él empieza un mundo nuevo.
La formación para la confirmación busca ayudar a los jóvenes a:
* Reconocer su dignidad como hijos e hijas de Dios; desarrollar una relación personal con Jesucristo encontrándolo en las Escrituras, en la vida y las enseñanzas de la Iglesia Católica, en los Sacramentos, y en su propia vida de oración.
* Escuchar el llamado de Dios a la santidad, y orientarlos hacia una respuesta generosa a ese llamado.
* Que lleguen a ser santos en su esfuerzo en ser como Cristo.
* Enfrentar valientemente a las adversidades de la vida confiando en los dones y guía del Espíritu Santo.
* Desarrollar una vida cristiana de servicio según el modelo de Jesús y de los Santos.
* Iniciar la tarea de su vida de desarrollar conciencias bien formadas para afrontar los desafíos morales y las elecciones a través de sus vidas.
* Familiarizarse y apreciar el Don de las Sagradas Escrituras, la Palabra Divina inspirada de Dios, donde Dios habla al hombre de una manera humana.
También busca para los jóvenes:
*Fomentar el deseo de una participación habitual y activa en la vida sacramental de la Iglesia.
* Capacitarlos para vivir las virtudes teologales y morales y ejercerlas en su vida diaria y en sus decisiones personales
* Animarlos a que acepten la riqueza de la diversidad entre sus hermanos y hermanas, inspirándose en ella para buscar y encontrar a Cristo en todas las personas y cosas.
* Facultarlos a discernir sus dones y talentos y usarlos para la mayor Gloria de Dios y para el beneficio de la Iglesia de Dios por todo el mundo.
* Proveer momentos de silencio y oración donde los jóvenes puedan escuchar la voz de Dios
que los invita a un estado particular de vida o vocación.