Este mes de agosto miles de alumnos de todos los niveles educativos regresaron a clases, por ello presentamos los consejos y oraciones de dos santos para tener éxito en el estudio…ellos son considerados patronos de estudiantes y profesores…
Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino nació en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.
Fue el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.
Era alto, grueso, bien proporcionado, de frente despejada y porte distinguido, con una gran amabilidad en el trato y mucha delicadeza de sentimientos.
Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudios.
Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Se convirtió en el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que leyera o estudiara lo aprendía de memoria con una facilidad portentosa.
Continuó sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí superó a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoció a los Padres Dominicos y se entusiasmó por esa comunidad. Quiso entrar de religioso, pero su familia se opuso. Huyó hacia Alemania, pero por el camino lo sorprendieron sus hermanos, que viajaban acompañados de un escuadrón de militares y lo pusieron preso. No lograron quitarle el hábito de dominico, pero lo encerraron en una prisión del castillo de Rocaseca.
Tomás aprovechó su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la Santa Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.
Un buey mudo
Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: “El buey mudo”. Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto, al leerlos, les dijo a los demás estudiantes: “Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero”. Y así sucedió en verdad después.
Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: “La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía”.
Profesor Universitario
A los 27 años, en 1252, ya se había convertido en profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía eran las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estimaba tanto que lo consultaba en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad era tan grande su prestigio y su ascendiente sobre los demás, que cuando se tejió una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no lograban ponerse de acuerdo, los bandos aceptaron que fuera Tomás de Aquino el que la hiciera de árbitro y expusiera la última palabra. Lo que él dijo fue aceptado por todos, sin excepción.
En 1259 el Sumo Pontífice lo llamó a Italia y por siete años recorrió el país predicando y enseñando, y fue encargado de dirigir el Colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparaban para puestos de importancia especial.
Su obra portentosa
En 4 años escribió su obra más famosa: “La Suma Teológica”, obra portentosa en 14 tomos, en la cual, a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia Católica.
En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios. Lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna
Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.
Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.
El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova.
Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años.
Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.
Consejos de Santo Tomás a un estudiante
En una ocasión un estudiante pidió consejo a Santo Tomás para conseguir la sabiduría. Sus consejos responden a lo que él realmente estaba practicando.
Pudiera parecer que estos consejos prácticos y sensatos han perdido vigencia, pero si se explican detenidamente, tienen su “aquel”. Son los siguientes:
Puesto que me preguntaste, carísimo en Cristo, Juan, cómo te debes comportar para lograr el tesoro de la ciencia, estos consejos te doy sobre el particular:
1. No quieras entrar inmediatamente en el mar, sino a través de los riachuelos, pues a lo difícil se debe llegar por lo fácil.
2. Te mando que seas taciturno (callado, observador…) y que vayas poco al locutorio (centro de llamadas telefónicas de aquellos tiempos).
3. Procura tener limpia la conciencia.
4. No dejes de dar tiempo a la oración.
5. Ama el retiro prolongado de la habitación si quieres entrar en la bodega de la sabiduría.
6. Muéstrate amable con todos.
7. No te preocupes de las cosas de los demás (de las habladurías y cosas sin importancia…)
8. No te muestres demasiado familiar con nadie, porque la excesiva familiaridad engendra desprecio y resta tiempo al estudio (de dar “ciertas confianzas” a personas con las que no hay amistad…)
9. No te entrometas en modo alguno en los dichos y hechos de los seglares.
10. No quieras tratar de todo a la vez.
11. Procura seguir los pasos de las personas buenas y santas.
12. Encomienda a la memoria todo lo bueno que oyes, venga de quien venga.
13. Procura entender lo que lees o escuchas.
14. Clarifícate en las dudas.
15. Esfuérzate en colmar la capacidad de tu mente, como quien trata de llenar un vaso vacío.
16. No intentes hacer lo que supera tu capacidad.
Si sigues este camino producirás durante tu vida en la viña del Señor hojas y frutos útiles. Si atiendes a mis consejos conseguirás lo que pretendes.
San José de Cupertino: vocación difícil de realizar
El pequeño José vino al mundo el 17 de junio de 1603 en la aldea de Cupertino, no lejos de Otranto, Italia. Su padre, un pobre carpintero, murió antes que naciera el bebé, dejando a la desdichada viuda con seis hijos y cargada de deudas. Insensibles a su dolor, los acreedores la echaron de casa, ya que no tenía medios para pagar el alquiler. La triste mujer se vio reducida a la situación de dar a luz en un establo. Así, desde su nacimiento, la vida de José se asemejaría a la del Salvador, cuyos pasos habría de seguir decididamente.
A pesar de su pobreza, la madre pudo llevar a José a una escuela, donde a los ochos años tuvo el primero de sus numerosos éxtasis. Sus compañeros, sin comprender la razón de verlo parado y con la mirada perdida, le pusieron el jocoso mote de «Boccaperta» (boca abierta).
Cuando creció un poco más, empezó a trabajar como aprendiz de zapatero. Sin embargo, ya sentía la vocación religiosa, y al cumplir 17 años trató de ser admitido en un convento capuchino. Para tristeza suya, fue rechazado a causa de su ignorancia. No se dejó abatir, y a costa de gran insistencia logró ser recibido en 1620 como hermano lego por los capuchinos de Martino. Pero sus continuos éxtasis le impedían trabajar, y así, a pesar de sus ruegos, fue despedido.
José buscó refugio en casa de un tío de cierta condición, pero pasado un tiempo éste lo declaró «completamente inútil» y lo puso en la calle. Después de tantas desventuras volvió al hogar materno. Su madre recurrió a un pariente franciscano, por cuyo intermedio el joven terminó siendo aceptado en el convento de La Grotella como ayudante lego en los trabajos del establo.
Aunque torpe y distraído, su humildad, espíritu de oración y penitencia le granjearon la estima de todos, y en 1625, por votación unánime de los frailes, fue admitido al fin como religioso franciscano.
Predicación por medio del buen ejemplo
Mientras tanto, su amor a Dios lo hacía aspirar al sacerdocio. Aunque algunos no creían que fuera capaz de tanto, sus superiores le permitieron empezar los estudios. A duras penas cursó los años de filosofía; cuando llegaban los exámenes, se sentía tan inseguro que muchas veces era incapaz de responder. Pero la Providencia no lo desamparaba. En una de las pruebas más importantes, el examinador le dijo: «Voy a abrir el Evangelio al azar, y la frase donde ponga los ojos, ésa me explicarás».
En seguida abrió el libro santo en la página de la visita a santa Isabel y mandó a Fray José que disertara sobre la frase: «Bendito es el fruto de tu vientre», ¡justamente la única frase que sabía explicar!
Llegó por fin el día del examen definitivo, donde se decidiría la ordenación. El grupo de seminaristas se presentó al obispo, que dio comienzo al examen oral. Los diez primeros en ser interrogados causaron una tan buena impresión que el prelado, muy satisfecho con el grado de preparación del conjunto, eximió a los demás. Fray José era el 11º de la lista… Así, con justa razón, Fray José de Cupertino sería declarado patrono de los estudiantes, en especial los que atraviesan períodos de examen.
Fue ordenado sacerdote en marzo de 1628. Siempre le costó mucho predicar y enseñar, pero suplía esa deficiencia y ganaba almas a través de la oración, la penitencia y el poderoso medio del buen ejemplo.
«Fray Burro»… y hábil teólogo
Es verdad que no estaba muy versado en las ciencias humanas, al punto que se llamaba a sí mismo «Fray Burro». A pesar de ello, la gracia divina le concedía mucha sabiduría y luces sobrenaturales, de modo que no solamente aventajaba al común de los hombres en el aprendizaje de doctrinas, sino que se mostraba hábil en resolver las más intrincadas cuestiones que se le presentaran. En cierta ocasión, un profesor de la Universidad Franciscana de San Buenaventura dijo: «Lo oí discurrir tan profundamente acerca de los misterios de la teología, como no podrían hacerlo los mejores teólogos del mundo».
Además, nunca dejó de ser místico y gran contemplativo. Todo lo que se relacionaba de algún modo con Dios o con las cosas santas fácilmente lo transportaba al éxtasis, y nada lo sacaba de tal estado.
Esos arrobamientos podían suceder en cualquier momento y lugar, especialmente durante la misa o el oficio. Llegó incluso a elevarse y quedar suspendido en el aire. Como estos hechos causaban no poco espanto y admiración, además de gran disturbio en la comunidad, los superiores tuvieron a bien decidir que Fray José no celebrara la misa en público ni participara en los actos comunitarios, como los cantos en el coro, las comidas y procesiones. Debía quedarse en su cuarto, donde se le preparó una capilla privada. El buen fraile lo aceptó todo con humilde y obediente resignación.
La santidad atrae
Los últimos seis años de vida los pasó en Osimo. Un mes antes de su muerte celebró su última misa, durante la cual se elevó en el aire frente a numerosos testigos, quedándose largo tiempo suspendido, en éxtasis.
El 18 de septiembre de 1663, a la edad de 60 años, Fray José entregó su alma a Dios.
El Papa Benedicto XIV lo beatificó en 1753 y Clemente XIII lo canonizó en 1767, y hasta hoy su cuerpo es venerado en el Santuario de Osimo.
Novena a san José de Cupertino
• La Señal de la Cruz
• Acto de contrición
• Oración Inicial:
Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.
Oraciones para cada día
Cada día, después de la frase para meditar se reza la jaculatoria “San José de Cupertino, espejo de fe, ruega por mí”. Se reza Padre Nuestro, Ave María y Gloria
Frases para meditar:
Día 1: «El que tiene fe es señor del mundo.»
Día 2: «Quien tiene esperanza en todo lugar, no hace poco.»
Dia 3: «Todo se debe hacer para volver propicia la misericordia divina hacia el prójimo.»
Dia 4: «En cualquier tentación, no confiéis nunca en vosotros mismos; mas levantando la mirada al Crucifijo, apoyaos enteramente en el Salvador, y luego nada, temáis, que Dios no dejaré de seros fiel si vosotros permanecéis con El.»
Dia 5: «La obediencia es el más eficaz exorcismo contra el demonio.»
Dia 6: «Quien tiene paciencia en todo lugar, no hace poco.»
Dia 7: «Los santos no se hacen en el Paraíso, sino en la tierra, por donde es necesario padecer en este mundo para poder gozar del Paraíso.»
Dia 8: «Refugio de pecadores, Madre de Dios, acuérdate de mi.»
Dia 9: «Siendo tú creado para amar y servir a Dios, te será pedida cuenta de si has amado a tu Creador.»
• Oración Final (Rezarla después de las meditaciones de cada día):
Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén