Diana Adriano
“Los abuelos son los maestros de la experiencia. Son el tesoro de la Iglesia”.
Así lo dijo el padre Gustavo Balderas, párroco de Jesús Príncipe de paz, al celebrarse hoy la Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores, y reflexionar sobre el valor que tienen los abuelos en la familia.
Decretada por el papa Francisco, en la víspera de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María, abuelos de Jesús y patronos de los abuelos, esta Jornada también nos anima a repensar en el trato y atención que se da hoy a los abuelos que, como el mismo padre Gustavo lo afirma, son “pieza fundamental en el funcionamiento familiar”.
“Hay que cuidarlos y asesorarlos siempre. Los abuelos tienen tanto qué dar y enseñarnos, que a mi parecer ellos son los tesoros de la Iglesia, y por ello hay que tenerlos en especial estima”, expuso.
Un apoyo
El padre Gustavo también resaltó el gran apoyo que han sido los abuelos para algunas familias en los tiempos de pandemia, ya que durante este tiempo muchos padecieron falta de empleo, se quedaron sin ingresos y han necesitado apoyo familiar.
Y se ha visto cómo los abuelos, además de apoyar en la educación de los nietos, también han aportado su pensión en apoyo a la economía del hogar.
“Yo tuve la experiencia de vivir esto de cerca, pues al cerrar las escuelas, mis sobrinos tuvieron que quedarse en casa, siendo mis papás, como abuelos, quienes apoyaban en todas las cuestiones de la escuela”, agregó.
“Mis papás en esta pandemia tuvieron que hacer un esfuerzo y adaptarse a la tecnología, y de esta manera pudieron apoyar a la familia en este tiempo donde la situación estuvo difícil”, compartió el sacerdote.
Por ello invitó a las familias a reflexionar sobre el ejemplo que ofrecen son las personas mayores, ya que, a pesar de enfermedades y dolencias, Dios les ha permitido perseverar en la vida.
“El ejemplo de los abuelitos enseña mucho a niños, niñas, jóvenes e incluso a los mismos adultos. Debemos cuidarlos y atesorarlos”, finalizó.
Los abuelos, transmisores de la fe
Varios testimonios ejemplifican cómo la transmisión de la experiencia de los abuelos, ayuda a construir la identidad de la familia con sus valores.
Aquí algunas historias sobre cómo la fe de los abuelos ha impactado de manera especial en la vida de sacerdotes, religiosas y laicos.
La extraño mucho
“Mi abuela materna, Flor Aragón, era una mujer muy religiosa, muy libre. Desde que tengo conciencia la vi rezando el Rosario, llegando a misa una hora antes, queriéndome llevar a misa, era devota en el Sagrado Corazón de Jesús. Así que el día en que yo entré al Seminario, le entusiasmó muchísimo”, recordó el padre Salvador Magallanes, quien, no obstante reconoce que “se le escondía” cuando lo quería llevar a misa.
Sin embargo, el ejemplo lo arrastró y cuando ingresó al Seminario, su abuela fue la más feliz.
“Me inculcó la fe…yo le hacía bromas de porque rezaba mucho, y una vez que ya fui seminarista le dije: ‘Reza por mí porque yo quiero ser sacerdote’.”, dijo el padre Salvador.
“Era una mujer con una intención limpia, recta, positiva. Ella sufrió una embolia y mi abuelo le enseñó de nuevo a leer, le daba las clases. Pero siempre se entregó a la Iglesia, a la oración”, agregó.
Por ello, la abuela Flor dejó una gran influencia en el hoy párroco de San Judas:
“Era muy regazona, agarraba la broma con los demás…(por) sus ocurrencias, su alegría, me identifico mucho con ella. Recibí un gran testimonio de ella y la extraño mucho, quisiera tenerla aquí conmigo”.
Amor de cuatro abuelos
“Gracias a Dios tuve la dicha de conocer a mis cuatro abuelos, fui muy mimada por ellos. Mis abuelos paternos se llamaban Carlos Zubia Esquivel y María Elena Ramírez, y de parte de mi mamá se llamaban Francisco Gómez y Dolores Hernández”, relató la hermana Carmen Zubía, misionera de María Dolorosa, quien guarda hermosos recuerdos de ellos, convencida de que cada uno, a su manera, la fueron llevando hacia Dios”.
Fue su abuela Lola quien se hizo en buena parte cargo de la formación de Carmen, pues sus papás la tuvieron siendo muy jóvenes.
“Era muy estricta en cuanto a la disciplina del hogar, me inculcó mucho el tener respeto por las personas mayores”, dijo, mientras recordó que de su abuelo Pancho tiene toda la enseñanza de la prudencia y de la bondad.
Y por su parte, la abuela Elena se preocupaba mucho por el aspecto espiritual.
“Por ella hice la Primera Comunión a los 12 años. Ella era la que procuraba que cumpliéramos con los sacramentos, llevarnos a misa. Yo creo que con ella Dios me comenzó a llamar, por la fe tan grande que veía en ella”.
De su abuelo Carlos recuerda su disciplina admirable y ánimo por salir adelante a pesar de los problemas, siempre con una sonrisa en el rostro. Al final de sus días, la hermana Carmen fue a cuidarlo al hospital, acompañada de otra religiosa.
“Una de esas noches, mi abuelito estaba gritando y una enfermera me dijo que le tomara la mano. Mi abuelito pensó que yo era mi abuelita, y decía: ‘María Elena, tú has sido el amor de mi vida’. Ellos me dieron un bello testimonio de lo que es el matrimonio”, dijo.
Tesoro de una abuela
Esmeralda Barragán, conductora en Radio Guadalupana y feligresa de Jesús El Salvador tuvo la gracia de conocer a sus abuelos: Eustolia Barragán, por parte de mi papá, y mis abuelos maternos Julio Cuanalo y Juana Islas.
También sabe, a ciencia cierta, que ellos influyeron en la forma de vida que hoy lleva, tanto en su fe, como en las tradiciones y en la forma de disfrutar la vida.
“En especial, en mi abuela Juanita siempre estuvo presente la fe. Su característica más grande fue el amor a Dios. Era muy devota, y gracias a Dios ella aún vive, con 91 años. Yo crecí escuchando historias de mis abuelos, pero en las historias de mi abuela Juanita siempre estaban encaminadas a la fe, sobre los milagros que Dios hizo en su vida y un amor incondicional a Él”, relató.
Esmeralda compartió que Juanita es muy devota del Sagrado Corazón, siempre fiel a la oración y a la alabanza, algo que la impactó mucho.
“Yo crecí en ese ambiente, con una abuelita muy preocupada por darnos y heredarnos una fe. Hoy me alegra mucho verla a sus 91 años, escuchando con atención la misa, haciendo todo el rito de la misa y disfrutando escuchar temas en Radio Guadalupana. Crecer con alguien así, me dio armas para poder enfrentar la vida en cualquier tribulación”, reconoció.
Esme recordó que en una misa con el padre Jaime Melchor, su abuela Juanita se acercó para pedirle una bendición especial por su cumpleaños y el padre le dijo: ‘No Juanita, yo no le voy a dar la bendición, para mí es un honor que usted me la dé a mí’.
“Cuando veo al padre que se hinca fue muy impactante para mí. En mi familia no hay sacerdotes, pero ahí vi que ella ha orado tanto por los sacerdotes, que se ha reflejado esa oración en cada uno de ellos”.