Los escucho porque me interesa enriquecerme con sus vivencias. Salgo con experiencia adelantada por lo que ellos han vivido.
Ana María Ibarra
Celebrando la iniciativa del Papa Francisco de proclamar la Jornada Mundial de los abuelos y personas mayores, el sacerdote juarense Benjamín Gaytán compartió su experiencia de dedicar parte de su tiempo para convivir con ancianos del Asilo Senecú, servicio que realiza desde hace cuatro años y le ha dejado grandes satisfacciones.
Lazos de afecto
Fue durante su tiempo de formador del Seminario cuando el padre Benjamín Gaytán empezó sus visitas al Asilo de Ancianos Senecú.
“Salíamos del Seminario a celebrar misa en algunas capillas, una de ellas en Senecú. Cuando terminaba la misa veía oportuno pasar a visitar a los ancianitos. De repente alguno se confesaba o quería platicar conmigo”, compartió el sacerdote.
Después de dos años surgieron los lazos de afecto.
“Me aprendí sus nombres, tenía presentes sus rostros y sus vivencias. Me siento ligado en la amistad con ellos. Se hizo un compromiso visitarlos por la amistad”.
El sacerdote compartió que los lunes, día de su descanso en el Seminario, pedía permiso para sacar a dos ancianitos y los llevaba con alguna familia para comer y convivir y así sacarlos de su encierro.
“Varios de ellos ya no viven, y los que siguen, me preguntan que cuándo volveremos a retomar las salidas. Espero que pronto”, dijo.
En las visitas que realiza cada viernes por la tarde, el padre Benjamín platica con los ancianos, canta con ellos, les invita un refresco o los confiesa.
“Me ha tocado dar la Unción a algunos de ellos. Tengo números de teléfono de algunos de ellos y les marco para saber cómo están. Aunque algún viernes no puedo ir, les llamo y me ponen al corriente de los demás. Si alguno falleció o está enfermo, me avisan”, compartió.
Experiencia gratificante
Estos cuatro años han sido para el sacerdote muy gratificantes.
“Los escucho porque me interesa enriquecerme con sus vivencias. Salgo con experiencia adelantada por lo que ellos han vivido. Normalmente están contentos con la visita, me reconocen, saben quién soy, me miran con cariño. Alguno o alguna se pone triste cuando me voy”, dijo, y aunque, alguno se le pone “berrinchudo”, Dios le ha dado la gracia de tener paciencia con los adultos mayores.
El padre Benjamín reflexionó sobre su anhelo por ser cercano con los ancianitos, recordando a sus padres ya fallecidos.
“Dios me los concedió hasta los ochenta años y pienso que no tengo deuda con ellos porque me entregué en todos los aspectos: espiritual, económica, moralmente. Pero siento que vivo un poco la prolongación de la vejez de mis padres en los ancianitos y ancianitas del asilo y busco ser como era con mis papás: paciente, juguetón”, dijo también consciente de que a los abuelos, como a los niños, se les tiene que cumplir lo que se les promete.
Recuerda de su abuela
El sacerdote también compartió el recuerdo con su abuela Juanita, la única de sus cuatro abuelos a quien pudo conocer.
“La recuerdo perfectamente el día de mi ordenación sacerdotal porque fue la primera que me recibió en Catedral y fue una alegría muy grande”, dijo al reconocer que se quedó con deseos de tener a sus otros abuelos.
Así, el padre Benjamín encontró en los ancianos del Asilo, ese cariño anhelado, así como el “ejemplo de entereza y de vivir con dignidad la vejez”.
“Saben que es la última etapa de la vida y la quieren vivir. La mayoría están muy lúcidos”, dijo.
Frase…
“Dice Joan Manuel Serrat que todos llevamos un viejo cargando que pronto va a aparecer en nosotros. Si Dios no dispone otra cosa, pronto seremos viejos. Me gustaría, si hice algo para que los ancianos no estén solos, que en mi ancianidad no me dejaran solo, si Dios me concede la dicha de ser viejo”.
Pbro. Benjamín Gaytán