- Sacerdotes de la diócesis explican cómo han enfrentado el desafío que presenta la pandemia en el ámbito espiritual…
Ana María Ibarra
La debilidad humana puede llevar al cristiano a una crisis espiritual en este tiempo tan difícil de pandemia, y aunque pareciera imposible, los sacerdotes de nuestra diócesis enfrentan también este tipo de retos. Ellos comparten al respecto.
Para el padre Juan Manuel Orona, rector del Seminario, en estos tiempos adversos de pandemia, un desafío es cuidar la amistad con Jesucristo, que si bien se debe atender en todo momento, ahora con mayor razón.
“Como sacerdotes debemos cuidar mucho nuestra oración personal”, resaltó.
Expresó que, afortunadamente, los sacerdotes tienen el privilegio de celebrar la Eucaristía, ya sea de manera personal o con una o dos personas, mientras que la mayoría de los fieles no puede acceder al sacramento.
“Un desafío es que los sacerdotes no dejemos los sacramentos: la eucaristía, celebrarla;
buscar el sacramento de la reconciliación con algún hermano sacerdote para que estemos en paz y tranquilos. Aunque no hagamos celebraciones comunitarias, como hombres que tienen paz interior, orar por nuestro pueblo”.
Otro desafío, agregó, que fortalece la comunión con Jesús, es rezar serenamente la Liturgia de las Horas, orar por toda la Iglesia y por las necesidades del mundo.
“Es una oportunidad para nosotros que siempre andamos de prisa y con muchos compromisos, rezar los salmos. El sacerdote como todo ser humano necesita cuidar su salud mental, su salud física, sus relaciones fraternas, su afectividad, más en este clima de aislamiento”, expuso.
Un replanteamiento
Esta prueba, señaló, no los exenta de experimentar momentos de ansiedad, de desánimo puesto que el sacerdote es un hombre para los demás.
“Esto de no poder celebrar los sacramentos con la comunidad puede venir a menos la vida espiritual, la tentación de no aprovechar bien el tiempo en aquello que nos nutra espiritualmente”.
Para el sacerdote, la pandemia del Covid19 les ha hecho reflexionar en las cosas esenciales de la vida.
“Ahora desearle a alguien que tenga salud se convierte no en un simple saludo, sino en un gran deseo. Hay que orar unos por otros, especialmente por los que están enfermos, los que han fallecidos, pedir al Señor que consuele a las familias”, dijo.
Agregó que como cristianos hay ver esta realidad con fe y esperanza, nunca con una mirada pesimistas o trágica.
“Dios nos habla en estos momentos y nos invita a nosotros sacerdotes, y hablo también por mis seminaristas, a seguirnos formando como personas, como consagrados en tiempos difíciles, nos invita a ser creativos para anunciar el evangelio. Personalmente, no digo que lo he logrado, pero me esforzado en retomar hábitos buenos que había dejado o habían venido a menos”, dijo, para finalizar:
“Agradezco a todos aquellos hermanos sacerdotes que en este tiempo difícil han dado un testimonio de entrega por nuestros hermanos, pero también a aquellos que en el silencio se han mantenido fieles a sus compromisos sacerdotales, que nadie lo sabe pero Dios sí lo ve y lo toma en cuenta. Sigamos adelante respondiéndole al Señor con fidelidad”.
Afectados en tiempo y espacio
El padre Guillermo Sías, del equipo formador del Seminario, compartió que la vida espiritual se abraza desde el espacio y el tiempo, por lo tanto, los primeros desafíos que como sacerdote ha padecido tienen qué ver con la reducción del tiempo y el espacio, es decir, la no cercanía con la gente, el no poder administrar los sacramentos.
“Como pastor, duele. Contribuir como sacerdote llevando el alimento espiritual a otras almas alimenta el corazón del pastor, esto ha sido una afectación en el espacio humano y la vida espiritual no puede vivir desencarnada de este”, expresó.
Explicó que ser sacerdote no solamente es hacer, sino ser.
“El ser sacerdote no solamente es estar lleno de actividades pastorales, es elevar las oraciones y sacrificios que como persona vive y sufre, pero que asume las de los demás en ofrenda a Dios en la Eucaristía, en las oraciones, es estar solidariamente unidos en la vida interior espiritual”.
Los frutos que el padre Guillermo logra visualizar, es descubrir que Dios ha dado esta oportunidad para saber no solamente hacia dónde va, sino cómo está y si va por el camino correcto, hacia la dirección correcta.
“Ahora que temporalmente se nos ha reducido en tiempo y espacio, me hace pensar en dónde esta confiada mi vida, si solamente en mis actividades y capacidades o verdaderamente en dependencia total de Dios”.
Bendición en la pandemia
Agregó que la pandemia ha dado este tiempo largo de estar serenos, pasivos, pero no quiere decir que sea llevar la vida sin nada qué hacer, sino que puede ser una vida más fructuosa.
“Esta pandemia me ha ayudado a descubrir cosas de mi que no conocía, misterios buenos de mi vida e incluso áreas malas que tenía olvidadas y que deben ser trabajadas, asumidas, aún con dolor, y no sólo a mí, sino a toda la gente”, afirmó.
Concluyó que aunque se pueda ver como una desgracia, esta pandemia se puede ver como una bendición de Dios.
“Hemos sido afectados en cosas buenas, pero acuérdense que no sólo lo bueno es lo todo, sino que hay algo mejor más arriba, lo óptimo. El Señor nos quiere llevar a lo óptimo, a lo grande y es necesario darnos cuenta que hay cosas que pueden ser mucho mejor y de otras maneras vividas, asumidas, conocidas y exploradas”, finalizó.
Una invitación para abandonarse a Dios
Un gran desafío que el párroco de Nuestra Señora del Rosario percibe en este momento, es fortalecer la fe del pueblo en esta pandemia, pues señala que existe una imagen de que la fe solo puede ser vivida en el templo.
“Necesitamos ir mas allá. Jesús habla de adoradores en espíritu y en verdad”, dijo el padre Héctor Villa.
El sacerdote dijo que el Covid-19 es consecuencia y reflejo de que el ser humano no puede hacer, ni comer, ni aprovechar los tiempos como le plazca.
“Esta pandemia nos ha demostrado que somos personas limitadas, vulnerables, aun los jóvenes. Es una oportunidad para recordar lo que somos como humanos: creaturas. No creo que esto sea un castigo de Dios, ha habido pandemias a lo largo de la historia”, señaló.
Desde la experiencia espiritual, añadió que es necesario recordar que el hombre y la mujer son pasajeros.
“La Biblia lo dice de una manera muy cruda: Toda carne es hierba, dice el profeta Isaías”.
Jesús como referente
Sin sonar presuntuoso, el padre Héctor afirmó que no ha sentido que su vida espiritual esté a prueba.
“Más bien es una exigencia para ubicarme, me ha invitado a profundizar, a orar más, a abandonarme a Dios, a buscar con mas ahínco e insistencia el valor de la Palabra, me ha exigido recuperar algunos referentes importantes que, o no había profundizado bien, o estaban al margen”, dijo.
Al padre Villa, la experiencia de esta pandemia le ha dejado claro que el referente fundamental en la vida del sacerdote “es Jesucristo, su Palabra, su amistad, su proyecto de fraternidad”.
Y en este sentido se ha dado oportunidad de dedicarse más a la oración, “al silencio en casa, a la lectura y estudio”, dijo.
Pero hay otras enseñanzas para el sacerdote: fe y abandono a la providencia, así como el uso de redes para evangelizar.
“La Iglesia es lo que Dios quiere que sea y Él interviene de maneras insospechadas, como ahora que nos ha enseñado que no debemos descalificar los medios. Esta pandemia nos está evidenciando cuánto nos falta. Yo mismo me he asomado al Facebook, a buscar estos medios”, dijo.
Reconocer fragilidad
También reconoció que acompañar a enfermos de Covid le ha hecho aceptar su fragilidad, y la necesidad de preparar ese encuentro con Dios.
“Me di cuenta que no estoy exento, trato de cuidarme, pero esa cosa es un misterio, uno no sabe como llega”.
Añadió que es importante vivir con intensidad cada día, en relación con Dios y con el prójimo. “No nos olvidemos de los demás. Los actos de caridad son decisivos, una llamada por teléfono, una visita a distancia con los protocolos necesarios. Hay gente con hambre. Ofrecer actos de caridad”.
Para finalizar, dijo que, si en medio de esta pandemia se insiste mucho en purificar el cuerpo, es importante purificar también el interior.
“La conversión, centro del mensaje de Jesús en el evangelio. Pedir perdón, lavar nuestro corazón nuestra conciencia. El mal que estamos viendo no es de una persona, ni de una familia, ni de una ciudad, es del mundo entero”, finalizó.