El primer Obispo de Roma que pisó suelo libanés fue San Pablo VI en 1964. No fue una verdadera visita pastoral a El Líbano, sino una simple escala técnica de una hora en su camino hacia el Congreso Eucarístico en Bombay, en la India, como parte de su segundo viaje apostólico. Sin embargo, aunque muy corta, esta escala en el aeropuerto internacional de Beirut quedó en la memoria del pueblo libanés, que asocia el 2 de diciembre de 1964 con los años felices del país, entonces relativamente estable y próspero, y llamado la «Suiza de Oriente Medio».
Las imágenes de archivo muestran una multitud de miles de libaneses alrededor del aeropuerto, y grupos de personas en los balcones y ante las ventanas tratando, al menos, de echar un vistazo y aplaudir al Papa. Acogido por el Presidente de la República, Charles Hélou, y por las principales autoridades políticas y religiosas del país, Pablo VI pronunció un breve discurso en francés, haciendo de este viaje la continuación del recorrido histórico que lo había llevado a Tierra Santa en enero de aquel año. Durante su parada en Beirut el Papa Montini había subrayado:
Dolor de Pablo VI ante las primeras batallas de la guerra civil
Lamentablemente, el final del Pontificado de Pablo VI estuvo marcado por el comienzo de la guerra civil en El Líbano, o más bien las «guerras», en plural, ya que los intereses externos llegaron a confundir y a perturbar el frágil equilibrio libanés. El Papa no dejaría, hasta el final de sus fuerzas, de hacer llamamientos por la paz y por la protección de la población. El 5 de julio de 1978, un mes antes de su muerte, volvía a rogar a los beligerantes que firmaran un alto el fuego cuando observó que los «fuertes bombardeos» habían “golpeado los barrios cristianos de Beirut, la capital, causando numerosas víctimas, muertos y heridos, además de destrucción y sembrando el terror entre la población sin defensa».
Juan Pablo II y su afecto por el pueblo libanés
El dolor del conflicto en El Líbano también marcó los primeros años del Pontificado de San Juan Pablo II, cuya Misa inicial, el 22 de octubre de 1978, en la Sede de Pedro se celebró ante la presencia del entonces Jefe de Estado del país, Elías Sarkis. Entre las numerosas intervenciones de Juan Pablo II sobre este tema, cabe destacar su Mensaje a todos los libaneses del 1° de mayo de 1984, escrito tras un encuentro con los Patriarcas de las Iglesias del país en comunión con Roma.
El profundo afecto que siento desde hace mucho tiempo por este país y su población, tan probada, me autoriza, creo, a dirigir una palabra amigable a todos los libaneses, católicos, cristianos y musulmanes: ¡Sé que llegará a sus corazones!», escribió entonces el Santo Papa polaco, invitando a los ciudadanos de este país a tener confianza en su nación y en la humanidad, e invitando sobre todo a los cristianos a tomar el camino de la paz.
La reconstrucción de un «País mensaje»
Durante los últimos años de la guerra, el Papa movilizaría redes informales y formales para tratar de salvar vidas y encontrar soluciones al conflicto. En 1997, después de diecinueve años de espera, Juan Pablo II logró finalmente ir físicamente a Beirut, para un viaje apostólico que quedó en la historia, sobre todo por su expresión «País mensaje, que todavía hoy utilizan con frecuencia los libaneses que quieren poner de relieve la misión particular de El Líbano en el concierto de las naciones y en el plan de Dios.
Esta visita relativamente corta, de treinta y seis horas, fue sobre todo una oportunidad para sentar las bases para el futuro. El Papa polaco, ya debilitado físicamente, se dirigió en particular a los jóvenes con estas palabras:
Benedicto XVI y la invitación a echar raíces en Dios
Quince años después, su sucesor, Benedicto XVI, seguiría sus pasos en septiembre de 2012, para el último viaje apostólico de su Pontificado, organizado después del Sínodo de 2010 sobre las Iglesias Orientales. Mientras el conflicto en la vecina Siria y el contexto turbulento de muchos países de Oriente Medio despertaba temor por un viaje de alta tensión, el Papa también fue recibido en un ambiente cálido y consensuado por los movimientos musulmanes que lo saludaron agitando banderas del Vaticano, para el asombro de los periodistas occidentales.
El Papa hoy emérito señalaba en su discurso durante la ceremonia de bienvenida que el frágil equilibrio libanés «corre a veces el riesgo de romperse cuando se estira como un arco, o se somete a presiones que con demasiada frecuencia son parciales, interesadas, contrarias y ajenas a la armonía y dulzura libanesas». Es aquí donde debe mostrarse una verdadera moderación y una gran sabiduría», continuó Benedicto XVI, invitando al pueblo libanés a mantener su anclaje en Dios.
El Papa Francisco y su estímulo para la juventud libanesa
Por su parte, el Papa Francisco no ha tenido aún la oportunidad de hacer un viaje apostólico a El Líbano, pero su gran atención a la importancia del diálogo islámico-cristiano en el área del Mediterráneo le da naturalmente al País de los Cedros un lugar especial en su corazón y su magisterio. En 2013, el primer Viernes Santo de su Pontificado, pocos días después de su elección, estuvo caracterizado por el Vía Crucis en el Coliseo con meditaciones escritas por jóvenes libaneses. Un pasaje significativo decía:
En sus palabras finales, el Papa Francisco recordaba que «la palabra de la Cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Y, en sus palabras finales, el Papa Bergoglio recordaba que “los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando la Cruz sobre ellos mismos, como Jesús”.
Casi siete años y medio después, esta esperanza sigue expresándose en las intervenciones del Papa Francisco y con gestos concretos, como la financiación de cuatrocientas becas para estudiantes libaneses, decisión anunciada el 14 de mayo pasado. Según el Santo Padre, es invirtiendo en la capacidad creativa de los jóvenes como nacerá un nuevo Líbano, fiel a sus raíces espirituales y dirigido hacia un futuro de justicia y de paz.