Ana María Ibarra
“En la Casa de mi Padre hay muchas moradas para ti”, era el estribillo del canto de entrada el pasado 24 de agosto en la parroquia San Miguel Arcángel, donde sacerdotes, religiosas y fieles se dieron cita para despedir al padre Gilberto Pérez Rivero, quien falleció el pasado 21 de agosto.
Muerte de un ser querido
Agradecida con la comunidad diocesana por el amor al padre Gilberto, la familia del sacerdote estuvo presente para darle el último adiós.
El padre Víctor Vega, secretario canciller, leyó una breve reseña del padre Gilberto, dando gracias por la vida de quien entregó su vida al ministerio sacerdotal por casi 36 años. Igualmente elevó oraciones por su eterno descanso.
En su homilía, el obispo don Guadalupe Torres Campos reflexionó sobre la muerte de un ser querido, tomando la cita de la muerte de Lázaro y la tristeza de sus hermanas Martha y María.
“Así nos sentimos nosotros, con tristeza y dolor. Era un sacerdote que estaba en la plenitud de la vida. Hace unos días se presentó conmigo junto con su equipo de Pastoral Penitenciaria a compartir sus planes. El Señor lo llamó a su encuentro y nos entristece”, expresó el obispo.
Añadió que ante este suceso existe en la comunidad la pregunta ¿por qué? sin encontrar respuesta.
“Somos hombres de fe, predicamos la vida eterna, somos conscientes de que la meta no está aquí, sino en la vida eterna. Creemos en la fe que nuestro hermano Gilberto descansa con Dios y resucitará con Dios”, afirmó.
Animados con su ejemplo
El obispo resaltó la entrega fiel del padre Gilberto y dijo que eso es lo que debe animar a continuar.
“La fe nos anima, nos fortalece, nos impulsa a seguir caminando. Lo que nos ha dejado el padre Gilberto nos debe animar. Con nada suplimos a un hermano sacerdote, pero no hay que perder la fe ni caer en la desesperanza”, señaló.
Y dirigiéndose a la familia del sacerdote, expresó: “Gracias por darnos un sacerdote. Los animo a permanecer en la fe”.
De igual manera dio un mensaje a la comunidad de San Miguel Arcángel: “No están solos, estamos atentos para acompañarlos y más adelante proveer un pastor”.
Amigos entrañables
Con respeto y veneración los asistentes se mantenían en recogimiento ante el féretro del padre Gilberto, muchos con lágrimas por la despedida del amigo, el hermano, el confesor.
De manera emotiva, el padre René Murillo compartió algunas anécdotas que pasó al lado del padre Gilberto y el padre Jesús Tovar, sus amigos entrañables. En más de una ocasión el sacerdote tuvo que hacer una pausa, pues el nudo en la garganta le impedía continuar.
Finalmente, el adiós llegó. Los sacerdotes y algunos asistentes cantaron el Salve Regina para encomendar a los brazos de María el alma del padre Gilberto, a quien despidieron también con aplausos y cuyos restos ya reposan en el panteón Jardines Eternos.
Descanse en paz.