Dolor, vulnerabilidad, incomprensión y sufrimiento viven familiares de personas que han fallecido por Covid debido a las condiciones en medio de la Pandemia. Hoy, el dolor de vivir una pérdida sin la compañía de los amigos y familiares, genera duelos muy complicados.
Ana María Ibarra
El pasado 24 de mayo, Eber vivió un día desgarrador. Perdió a su esposa a causa del Covid 19.
Tras padecer fiebre, salpullido y ausencia del sentido del gusto, se hizo la prueba, que resultó positiva a Covid 19. Enseguida su hijo pequeño enfermó y unos días después, su esposa.
“Ella empezó con temperatura, pensamos que era alguna infección pero pasaron cinco días y la fiebre no se le quitaba”, recordó el entrevistado.
“Un domingo en la noche ella estaba dormida en la sala. Le llevé de cenar, luego se acostó y ya no se levantó. La llevé al centro de Covid de la presidencia donde la revivieron. Luego ella me llamó por teléfono y me dijo que estaba bien, pero el doctor me dijo que estaba grave y la llevaron a la clínica 66”, relató.
La joven de 28 años estuvo hospitalizada durante 18 días, y aunque sus pulmones iban evolucionando favorablemente, sus riñones dejaron de funcionar.
“Al día 18 me llamaron en la madrugada para decirme que había fallecido. Fue algo desgarrador para la familia, muy triste para todos”, compartió el hoy viudo.
Vivir el duelo
Eber, sus hijos y el resto de la familia no pudieron despedir apropiadamente a la joven madre.
“Reconocí el cuerpo de mi esposa por una foto que me mostraron en la funeraria. Nos ofrecieron velarla, pero no quisimos arriesgar a las personas. Tuvimos una misa con sus cenizas y solamente acudieron diez personas de la familia”, relató el joven padre de familia, quien, debido a la enfermedad, no había podido abrazar a sus hijos.
“Mi hija mayor tiene ocho años, le tuve que dar la noticia, fue lo peor que me pudo haber pasado. Fue algo muy triste”, compartió.
El novenario lo realizaron con la familia más allegada.
“Tenemos miedo de que alguien se enferme. Nos dejó un trauma general, fue algo que nadie se esperaba. Mi esposa no salía, muy probablemente traje (el virus) por salir a trabajar”, relata Eber, quien vive su duelo prácticamente solo.
“Los pésames, los te quiero, todo ha sido por teléfono, por whatsapp, por Facebook. Se queda nada más el dolor de estar sin tu familia. No he podido ver a mis padres, lo único que nos queda es ser fuerte y tener fe. Mis hijos son los que me están sacando adelante. Ahorita estamos bien, mis hijos están bien, sólo les falta su mamá”, finalizó.
Duelo en tiempos de pandemia
Para Nelly Murillo, tanatóloga del Centro Familiar para la Integración y el Crecimiento, adaptarse a la pérdida de una persona siempre ha sido difícil, pero se puede encontrar consuelo en la compañía de otras personas o lugares.
Sin embargo, en este momento de pandemia, cuando todo ha cambiado, el dolor por una pérdida de vida se tiene que vivir en solitario.
“Sabemos que el duelo es un proceso de adaptación ante una pérdida, pero aquí no es sólo la pérdida, sino el hecho de que el dolor se tiene que vivir solo, en silencio, aislado”, expuso.
“Y todo lo que se calla no se oxigena, y lo que no se ventila, tiende a pudrirse. Este es el riesgo más grande que tenemos cada día. Es una realidad”, dijo la experta.
Advirtió que un duelo no procesado trae consigo muchas enfermedades que pueden anidarse en el cuerpo, una de ellas la depresión.
“Los abuelos eran sabios en este sentido y lo decían muy práctico: ‘entre muchos, pesa menos el muerto’, y es literal. Cuando tengo el consuelo, la mirada, el apapacho, el soporte, cuando tengo alguien que me da un abrazo, mi dolor se aligera, no se va, pero es como una burbuja de oxígeno. Cuando no tengo a nadie, esto se complica”, resaltó.
Para Nelly, otro factor que abulta la carga por un duelo en este tiempo de pandemia, es el estigma.
“Se hacen juicios cuando una persona fallece por Covid, porque se cree que fue por su mala conducta. Esos estigmas hacen el duelo más difícil. Un memorial libera esta parte de los juicios”, afirmó para luego explicar qué es un memorial.
Un memorial y otros recursos para acompañar en el duelo
La tanatóloga resaltó que la herida más grande de un ser humano es no “haber sido visto”. En este sentido, la persona no muere cuando deja de respirar, sino cuando deja de ser importante.
“El memorial es un espacio para reunirnos todos aquellos en quienes dejó huella. No pudimos darle el adiós, pero ahora juntos le decimos y nos decimos que tiene un lugar en nuestra vida”, ejemplificó.
Dijo que la familia de un fallecido puede honrar su memoria y canalizar su dolor realizando alguna actividad que a él le gustaba.
“Podemos hacer un pastel en su honor, un dibujo, un mural, hacer su comida favorita y compartirla. Podemos compartir el novenario por las redes sociales”, agregó.
Otros recursos
Por otra parte, ante la falta de acompañamiento presencial en momentos de duelo, la experta dijo que se pueden utilizar otros recursos.
“En algunas funerarias del país transmiten los velorios por redes sociales, claro que no es lo mismo, pero tenemos que utilizar lo que hay a nuestro alcance para hacernos presentes y aligerar el dolor”, señaló.
Y aunque ‘no hay nada mejor para reconfortar el alma que un abrazo’, hoy no se pueden dar, por lo que se puede recurrir a otros medios: un recado en la puerta del doliente, una carta, una despensa, una ofrenda para mostrar nuestro cariño y apoyo”, sugirió.
En vida
La terapeuta señaló que no existe una preparación ideal para las pérdidas, pero sí para vivir un acercamiento antes de que la muerte nos alcance. Y por ello invitó a no esperar este suceso para mostrar afecto.
“Las condiciones sanitarias, económicas y sociales, nos están poniendo el escenario propicio para vincularnos, para unirnos, para decirnos unos a otros lo importante que somos, para hacer lo que por pretexto de ocupaciones no habíamos hecho. Amémonos, aprovechémonos, antes de que la enfermedad nos separe”, finalizó.
“En vez de estar con la angustia de cuándo se va a acabar esto, hay que vivir el presente…Amémonos, aprovechémonos, antes de que la enfermedad nos separe”.
Psic. Nelly Murillo/ CFIC
Orientaciones para vivir el duelo
- Dejarse amar y conectarse con los vivos para aligerar el dolor.
- Compartir el dolor. Hablar de la persona que se fue.
- Escribir cartas.
- Mantenerlo “vivo” mientras se puede hacer un memorial.
- No dejarse consumir por la tristeza, el dolor, la nostalgia.
- No entrar en estado de desánimo e impotencia.
- Cuidar que la desesperanza no toque el corazón.
- Vincularse con los que están dolidos también.
- Atender las necesidades físicas: alimento, dormir.
- Cuidar la salud emocional.
- Utilizar los recursos o las habilidades y ofrecerla por su familiar: dibujar, hacer un pastel, cocinar lo que le gustaba al difunto y compartir con los demás.
- Mantener la conexión espiritual con Dios y con los que están en mismo dolor
- Buscar quien te escuche: un amigo, el sacerdote, terapia por video llamada.