Hoy que niños y adultos están inmersos en las pantallas y se promueve la cultura de lo fácil e inmediato, es difícil inculcar el valor del esfuerzo y la disciplina…sacerdote nos dice qué hacer para conseguir que las nuevas generaciones amen el trabajo…
Ana María Ibarra
Una virtud que tiene que ver con el trabajo y el servicio es la laboriosidad, la cual no solo consiste en hacer una tarea específica, sino en hacerla bien y con amor.
Así lo explicó el padre Juan Manuel Orona, párroco de la comunidad de El Señor de la Misericordia, quien reconoció que en la actualidad es difícil, más no imposible, adentrar a los más jóvenes en esta virtud.
“La virtud de la laboriosidad tiene que ver con el trabajo, sin embargo, no es nada más el hacer un trabajo sino el hacerlo bien, como profesionistas hay que ser eficientes, productivos y terminar las cosas a tiempo. Como cristianos, además del trabajo bien hecho, sabemos que es el para gloria de Dios, para el servicio de nuestros hermanos”, expresó el padre Juan Manuel Orona.
Colaboradores de la Creación
Añadió que al hablar de un hombre laborioso y una mujer laboriosa significa que colaboran con Dios en la creación, es decir, en la transformación de todos los dones y recursos que Dios ha puesto a su disposición.
“La virtud de la de laboriosidad tiene su ejemplo en Dios Padre creador que siempre está trabajando y recreando las cosas; en Jesús que nos dijo: mi Padre siempre trabaja y yo siempre trabajo. No sólo se trata del trabajo manual, físico, sino del trabajo de la salvación, el trabajo y la organización”, señaló el sacerdote, quien, precisamente se distingue por ser un hombre muy trabajador, pues, dijo, le encanta su labor como sacerdote.
“Me encanta mi trabajo, mi misión, elevar la Eucaristía, confesar, acompañar a mi comunidad, aprovechar lo más que pueda el tiempo que Dios me regala estableciendo un cierto orden en el trabajo de oficina, en la preparación de mi homilía, viviendo con gusto mi ministerio, haciendo lo que me toca hacer con amor”, resaltó.
Aprovechar regalo
El padre Juan Manuel compartió que durante los quince años que sirvió en el Seminario, como formador de los futuros sacerdotes, siempre les insistía mucho en aprovechar el tiempo de estudio y de formación y asumirlo como un regalo de Dios.
“Lo mismo le podemos decir a un joven de la universidad o la preparatoria, es un privilegio estudiar para formarte en tu persona. Les insistía en mis años de formador y ahora a los jóvenes de la parroquia de que el tiempo es un regalo de Dios y hay que aprovecharlo y dar lo mejor de ti, porque no sabemos cuánto tiempo más vayamos a estar en este mundo”, dijo.
Lo anterior, explicó el sacerdote, es necesario ya que cada ser humano debe dejar una huella positiva donde quiera que se encontré y en las diferentes etapas de su existencia.
“En la parroquia, en el contacto con los jóvenes en la santa misa, en los grupos cuando comparto alguna charla con ellos o una plática informal, busco humildemente despertar en ellos el ser buenos cristianos, buenos estudiantes, tener una mirada de futuro conscientes de que todo lo que siembren ahora, es lo que cosecharán el día de mañana”, afirmó.
El padre Juan Manuel recordó una frase de don Manuel Talamás Camandari, primer obispo de Ciudad Juárez: “no desperdicien su tiempo, el tiempo es regalo de Dios, el tiempo es oro. Tiempo perdido no se recupera”.
Reto actual
El entrevistado dijo que aunque se trabaje desde las familias, desde la Iglesia o la escuela en formar conciencia y dedicación para que las nuevas generaciones sean personas laboriosas, en este tiempo es difícil hacerlo porque la cultura influye en ellas y subraya el obtener éxitos de manera fácil, inmediata, sin mucho sacrificio y casi nada de esfuerzo.
“Eso que enseña la cultura va penetrando en la conciencia de los jóvenes y a veces desde la niñez o la adolescencia y los hace querer lograr cosas en la vida sin esfuerzo, ni sacrificio, sin disciplina y por eso es más difícil”.
Para el sacerdote, esto debe convertirse en un serio desafío para los padres de familia, para los educadores y para los sacerdotes: un impulso para no dejar de insistir en la juventud que nada que valga la pena se adquiere sin dedicación.
“El hecho de que sea difícil es al mismo tiempo una oportunidad para subrayar que las personas que tienen un éxito verdadero -que se realiza y se planifica-, son aquellas dedicadas y muy trabajadoras”, puntualizó.
Ingrediente escencial
En ese sentido, mencionó que la virtud de la laboriosidad va muy de la mano con la disciplina.
“Un padre de familia, un educador, tiene que ayudar al niño, al adolescente y al joven a que tenga disciplina y orden en su vida, para que pueda aprovechar el tiempo lo más positivamente”, dijo.
Esto implica que los muchachos tengan un tiempo diario “para estudiar, para las labores de la casa, para jugar con los amigos, para alguna actividad física y también para alimentar su alma y orar”, resaltó.
“No se diga, por ejemplo, el domingo, tiempo dedicado a Dios nuestro Señor y como un día de familia”.
Imponer reglas
Dijo que para lograrlo se debe insistir mucho en la disciplina y el orden, especialmente con los niños y los adolescentes.
“Un ejemplo es educar en el uso responsable y con límites del celular, de las pantallas, de los juegos, porque el niño, el adolescente y, hay que decirlo, también el adulto, corremos el riesgo de perder tiempo en cosas superfluas y a veces el contenido es también peligroso”. Así pues, motivó la comunidad a tener algunas reglas en la familia para el uso responsable y equilibrado del celular, pantallas y videojuegos.
“Eso ayudaría para que el niño, el adolescente realice más la virtud de laboriosidad y bueno el ejemplo siempre debe estar presente. El ejemplo de los papás, el ejemplo de nuestros sacerdotes, de los educadores, porque sabemos que se forma y se educa más con el ejemplo que con la palabra”, concluyó.
Seis ideas para fomentar el amor al trabajo en los niños
- Ser modelo
El papá y la mamá son los primeros focos de luz para orientar al niño sobre cómo debe comportarse. Si ve que su papá es trabajador y puntual, hará como él. Los niños saben decirte muy bien si has estado tumbado en el sofá o arreglando un grifo. Valoran si te has quedado hasta altas horas de la madrugada para acabar una entrega o si pasas mucho tiempo estudiando porque tienes un examen de oposiciones, por ejemplo.
- Verbaliza tu forma de entender el trabajo.
Así los pequeños sabrán por qué trabajas tanto (quizás es para sacar adelante la familia, para pagar sus estudios, etc.) y tendrán un “argumentario” para saber por qué haces las cosas de este modo.
- Unir la palabra “trabajo” con la idea de “amor”
No solo es cuestión de trabajar mucho. Lo que importa es que el papá y la mamá sepan transmitir que su trabajo es una manera de demostrar el amor por toda la familia. Son capaces de hacer horas extras, de cancelar una cita o de cambiar incluso de empleo si los suyos les necesitan.
- Cuidar cosas relacionadas con el trabajo
Que no estropeen los libros que usan. Que faciliten el trabajo del hogar: cada uno a su nivel puede hacer tareas como barrer, poner el lavavajillas o poner la mesa. A los niños también les gusta ir con los mayores a comprar con la lista de mandado o hacer de asistente en tareas caseras.
- Muestra que tu trabajo es esencial y positivo
El trabajo no es un castigo divino, porque Dios nos creó para trabajar. El cansancio sí es consecuencia del pecado original. Lo lógico es mostrar alegría por tener un trabajo y por todo lo que uno puede desplegar en él en cuanto a valores y experiencias.
- Que tus hijos conozcan tu lugar de trabajo
Así verán cómo es el lugar donde pasas tantas horas y comprenderán mejor en qué consiste. Esto hace despertar muchas vocaciones profesionales entre miembros de una misma familia. (Publicado en Aleteia)