Ana María Ibarra
Hace siete años, María del Carmen Sánchez fue invitada a proclamar la Palabra en la parroquia San Mateo, lo cual aceptó gustosa. Consciente de que el ministerio al que pertenecía era de suma importancia, se inscribió en el Instituto Bíblico San Jerónimo para cursar el diplomado en Sagradas Escrituras. Concluído el diplomado ha seguido formándose con cursos de posgrado, todo esto para tener un mejor conocimiento y poder dar un mejor servicio.
Preparación
A sabiendas de las limitaciones humanas y de conocimiento que pudiera tener, durante varios años su misión fue proclamar el Salmo responsorial en la misa de 2 de la tarde.
«Acepté porque eran pocos los lectores y además quería hacerlo. Empecé con carencias, con dificultades, con muchos nervios, pero poco a poco me fui adaptando. Tiempo después llegaron del Instituto Bíblico San Jerónimo a impartirnos un taller para proclamadores de la palabra y me di cuenta de que no era nada más saber leer”, recordó.
En ese momento, Carmen se dio cuenta que necesitaba tener más conocimientos sobre la Sagrada Escritura y decidió tomar el diplomado.
«Terminé el diplomado y me quedé en el posgrado. Llevo cuatro cursos de posgrado que son diferentes temas que nos imparte el padre Héctor Xavier Villa”, compartió.
Esto, agregó, ha enriquecido su ministerio como proclamadora al darse cuenta de que es un ministerio que implica una responsabilidad muy grande.
“Como proclamadora solo presto mi voz para dar el mensaje que Dios quiere comunicar en la celebración de la santa misa. Es bien importante estudiar previamente lo que se va a proclamar, para hacerlo con claridad, con la entonación adecuada y expresarlo lo más fiel posible a la intención del autor para que la asamblea capte el mensaje”, señaló.
Antes y después
Carmen define su ministerio en un antes y un después, pues asegura que al iniciar su educación cristiana, referente a Sagradas Escrituras, era un poco deficiente.
“Cuando inicié como lectora me di cuenta que había palabras que en realidad no sabía exactamente lo que querían decir, me metía a investigar para saber de qué se trataba para poder entenderlo y poder transmitirlo como debía de ser. Ahora comprendo más todo lo que proclamo. No me sé la Biblia de memoria, pero si tengo dudas, lo estudio”. Además no solo se trata de leer, sino de dar testimonio y ser congruente en la vida, agregó.
«Es una manera de evangelizar a las personas, a los miembros de mi familia, a la gente que me conoce. Se les transmite el mesaje a través de la proclamación, pero también con el ejemplo”, sentenció.
Carmen no sabe cuánto tiempo continuará estudiando las Sagradas Escrituras, pues reconoce que debe estarse actualizando, escuchando y compartiendo testimonios con otros proclamadores y recibiendo las enseñanzas que cada sacerdote ofrece.
“Tomaré todas las herramientas que pueda. Por eso los invito a que no tengan miedo de ser proclamadores, aunque no se tenga la capacidad ni las herramientas, si nos ponemos en manos de Dios será más fácil. Él va obrando y va abriendo los caminos para que podamos hacerlo posible”, motivó.