El obispo de Ciudad Juárez don J. Guadalupe Torres Campos explica su participación en la reunión del Obispos Tex Mex, y comparte detalles del comunicado conjunto que emitieron a favor de los migrantes…
Mons. J. Guadalupe Torres Campos
Les saludo con mucho afecto y cariño como padre y pastor. Quiero compartir con ustedes la reunión que tuvimos los obispos de Texas-México fronterizos, realizada en estos días pasados en la ciudad de Mc Allen Texas, la Diócesis de Brownsville, Texas.
Fuimos recibidos por el obispo Manuel Flores, nuestro anfitrión. Hubo una gran asistencia de obispos de toda la frontera de ambas partes, incluso asistieron obispos de otras diócesis que antes no habían asistido; un gran ambiente fraternal, de convivencia y oración.
Monseñor Peña, obispo emérito de Brownsville, nos dio una reseña histórica de lo que han sido estas reuniones Tex Mex Texas-México que iniciaron desde 1986, hasta la fecha.
Bastantes años que nos hemos reunido los obispos y como fruto de estas reuniones han sido varias cartas, sobre todo una carta pastoral importante, sobre los católicos de México y Estados Unidos según la migración; que se tituló “Juntos en el camino de la Esperanza, ya no somos extranjeros”.
El tema central de nuestras reuniones son los migrantes. Se han tocado temas de los sacramentos, familia, pero el tema fundamental siempre ha sido el de los migrantes.
Como pastores, a la escucha de lo que Dios nos revela a través de los migrantes, nosotros como tratamos de responder en esa acogida y acompañamiento a mis hermanos, los más desprotegidos.
Clamor de Cristo
Asistimos más de 20 obispos en esta ocasión, que hizo un ambiente de gran convivencia.
El martes seguimos con el trabajo 6 obispos, 3 de Estados Unidos y 3 mexicanos, entre ellos yo. Elaboramos un comunicado que luego se publicó en la rueda de prensa muy interesante que titulamos este comunicado “El Clamor de Cristo en el migrante nos urge”, ante la situación que hoy se está viviendo por las políticas de gobierno que se están dando.
Están los miedos, temores, angustias y que el clamor de parte de tantos hermanos nuestros migrantes que nosotros como obispos, todo escuchamos, a ejemplo de Dios que escucha el clamor de su pueblo y que da una respuesta.
Nos hemos puesto como ejemplo la Sagrada Familia, Jesús, María y José, que como migrantes y refugiados buscaron también ellos un lugar para vivir y trabajar esperando ser recibidos. Y en ese pasaje también de Mateo, la exigencia de que Cristo nos habla en cada uno de los migrantes. “porque fui forastero y me recibiste, tuve hambre y me diste de comer” Mateo 25 , 35.
Cristo nos interpela, ¿qué estamos haciendo, qué podemos hacer?, que favorezcan siempre las condiciones positivas para que los migrantes conserven siempre su dignidad como persona y tengan asilo y sean bien recibidos.
Otra cosa que nos preocupa es la familia. Esta realidad está siendo muy marcada. Hoy las familias son separadas, los padres son deportados, los hijos se quedan en Estados Unidos y se crean angustias, miedos, situaciones muy complejas; esta realidad está siendo muy señalada y denunciada y palpamos el dolor de la separación de las familias, la pérdida del trabajo, persecuciones, discriminación, expresiones de racismo, deportaciones innecesarias que paralizan el desarrollo de las personas, que dejan a las familias en el vacío y sin esperanza.
Reiteran compromiso
Por eso los obispos de ambas conferencias que estuvimos trabajando en esta reunión de Texas-México, afirmamos y reiteramos como Iglesia, nuestro compromiso de atender y cuidar a los peregrinos, forasteros y migrantes, afirmando que todo pueblo tiene derecho a condiciones dignas para la vida humana y si éstas no se dan, tienen derecho a emigrar.
Entonces los obispos hemos dicho que nos comprometemos al acompañamiento y seguimiento a las situaciones que sufren los hermanos migrantes en estos momentos.
Estuvimos trabajando muy contentos en el comunicado, pero otro grupo de obispos, sacerdotes, religiosas y laicos fueron a una parroquia y un centro de atención donde fueron testigos del drama que sufren quienes son detenidos ante estas actitudes arbitrarias e inhumanas contra las personas.
Hemos celebrado la Eucaristía tanto el martes como el miércoles. El martes fuimos a la basílica dedicada a la Virgen de San Juan del Valle, que es prácticamente la Virgen de San Juan, hermosísima basílica, preciosa la iglesia, es muy grande, yo creo que había más de mil 500 personas en un ambiente muy alegre, la gente muy contenta de ver a los obispos y sacerdotes unidos, trabajando en comunión fraterna.
Por eso mi presencia en esta reunión que comparto con ustedes, es la expresión de mi comunidad, mi Diócesis de Ciudad Juárez a quienes convoco e invito a tener una actitud de apertura, de acogida para con todos los migrantes, de reflexión para con todos.
Y como saben, he declarado que toda la diócesis se convierta en casa del migrante para recibir a personas que vienen en situaciones de deportación.
Es por caridad, por solidaridad, por amor cristiano que queremos tener esta hospitalidad y más ahora que se ha logrado, con ocasión del primer aniversario de la visita del papa, que el día 17 de febrero sea el Día de la Hospitalidad Juarense. Que no se quede en una frase, sino que todo nuestro pueblo, nuestra diócesis se convierta en un lugar, un hogar para recibir a quienes lo necesiten, sean grandes, enfermos y deportados.
La verdad que ha sido una experiencia muy bonita, enriquecedora.
Siguiente reunión
Este miércoles hemos compartido, y dado conclusiones y nos preparamos la siguiente reunión, que será Dios mediante los primeros de septiembre en Piedras Negras.
Yo como coordinador por la parte de obispos mexicanos, será para mí la primera vez que coordine la reunión en aquel lugar y yo me siento respaldado por toda mi diócesis, sacerdotes, religiosas, seminaristas y sobre todo por los laicos y su compromiso.
En ese compromiso les pido la caridad, el servicio de denunciar lo que vaya en contra de los más vulnerables y favorezcamos toda la misericordia, la unidad, la fraternidad, el respeto y crear condiciones en todas partes, en ambos países, en cualquier lugar de trabajo, de equidad, amor de vida y familia y de fe.
Como siempre les saludo con afecto con cariño, con mucha estima. Quería compartir con ustedes esta historia de lo que viví en esta semana y que el Señor nos ayude, el Señor nos ilumine a todos los obispos y sacerdotes que hemos trabajado durante esta semana.
Que también nos ilumine como diócesis para que la enseñanza que el papa, a un año de su visita nos deja, la hagamos legado y lo llevemos a la práctica; mantengamos siempre la unidad y la fe entre nosotros como siempre. Me despido de ustedes, enviándoles la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo los acompañe siempre. Amén.