Alberto González/ Licenciado en Filosofía
Durante la época colonial, la influencia de la Iglesia Católica marcó profundamente a la Sociedad novohispana. Los frailes y religiosas no solo fueron modelos de vida y piedad, sino también actores esenciales en la construcción de comunidades a través de la evangelización y la educación. En el norte de la Nueva España, los franciscanos descalzos, conocidos como «hermanos menores reformados» o «dieguinos,» desempeñaron un papel destacado en la misión evangelizadora, cimentando no solo la fe, sino también los cimientos materiales de una región en expansión.
Fray García de San Francisco, perteneciente a esta rama reformada de los franciscanos, dejó una marca imborrable como fundador de Paso del Norte en 1659.
Sin embargo, pocos saben que este fraile comenzó su vida religiosa como hermano lego, una categoría destinada a aquellos que, sin ser clérigos, dedicaban su vida a tareas manuales y prácticas fundamentales para la supervivencia y operación de los conventos.
El término «lego» proviene del latín laicus, que significa laico o no clérigo, y designa a quienes ingresaban a las órdenes religiosas sin conocimientos formales ni preparación sacerdotal. En el caso de los franciscanos descalzos, los legos eran esenciales para el funcionamiento interno de los conventos y para mantener su autosuficiencia.
Los candidatos a hermanos legos debían cumplir estrictos requisitos: demostrar un fervor religioso profundo, ser solteros y estar libres de responsabilidades familiares o deudas. Además, dada la naturaleza física de sus labores, se exigía buena salud y fortaleza. Entre sus tareas figuraban la construcción y mantenimiento de los edificios religiosos, el cultivo de huertas, la elaboración de alimentos y el manejo de recursos materiales. También actuaban como porteros, carpinteros, jardineros y enfermeros, desempeñando un rol indispensable para el éxito de las comunidades religiosas.
Más allá de los muros del convento, los legos extendían su influencia a las comunidades locales, actuando como intermediarios con los fieles y gestionando donaciones. Este contacto fortalecía los lazos entre la Iglesia y la sociedad, convirtiendo a los franciscanos descalzos en actores clave del tejido social.
Fray García llegó a la Custodia de San Pablo del Nuevo México en 1628 como hermano lego. Por obediencia a sus superiores, quienes reconocieron su gran talento para la evangelización, fue enviado a recibir las órdenes sacerdotales en 1639. Esta decisión no solo marcó un cambio en su vida personal, sino también en la misión franciscana, pues su labor misionera contribuiría = significativamente a la expansión de la fe y al desarrollo material de la región norteña.
Junto a Fray Antonio de Arteaga, fundó la misión de Nuestra Señora del Socorro y, posteriormente, la de los Indios Mansos en Paso del Norte. Con la colaboración de una familia indígena de los piros, Fray García estableció la misión evangelizadora que serviría como cimiento para la futura Ciudad Juárez.
Los primeros años de la Misión de Guadalupe, corazón de Paso del Norte, no se explican sin la enseñanza de técnicas agrícolas por parte de los frailes, la producción local de vino y la transmisión de conocimientos sobre construcción.
Estas actividades no solo fortalecieron la subsistencia de los habitantes, sino que también integraron la fe con la vida cotidiana, convirtiendo la misión en un núcleo de espiritualidad y desarrollo comunitario.
La historia de Fray García, desde su formación como lego hasta su ordenación sacerdotal, es un testimonio de la visión integral de los franciscanos descalzos, quienes unieron humildad, trabajo y evangelización para transformar una región inhóspita en un lugar de encuentro y fe.
Fray García de San Francisco, con 58 años aproximadamente, no solo construyó iglesias y conventos; construyó una comunidad que perdura hasta nuestros días.
Su vida es un recordatorio de que la humildad, el servicio y la dedicación son los verdaderos cimientos de la historia. En cada ladrillo de Paso del Norte, en cada huerta cultivada por los frailes y en cada acto de caridad hacia los caminantes, queda la huella de los franciscanos descalzos, especialmente de aquellos que, como Fray García, comenzaron su camino como hermanos legos.