- El Papa Francisco en su exhortación establece las bases sobre la familia, reflejo de que Dios crea y salva
Les saludo como siempre con cariño y afecto. Seguimos conversando con relación a la exhortación del Papa Francisco “La Alegría del Amor”.
Quiero tomar algunas ideas del primer capítulo que parte de la Biblia para poner los fundamentos sobre la familia y el matrimonio.
El Papa comienza diciendo en este capítulo que titula “A la luz de la Palabra” que la Biblia está poblada de familias, es una historia de la salvación pero también de la humanidad y hay historias de familias, de matrimonios, de generaciones, de amor y de crisis familiares.
El Papa evoca desde Adán y Eva hasta la última página del Apocalipsis, donde aparece la boda del esposo y del Cordero, quiere decir que podemos tomar la Biblia como una historia de la humanidad y de familias muy concretas de carne y hueso a través de las cuales Dios realiza su obra de salvación.
El Papa toma como punto de partida el Salmo 127, que normalmente se lee en las celebraciones matrimoniales: “Dichoso el hombre que teme al Señor y sigue sus caminos… tu esposa, como parra fecunda, en medio de tu casa”.
Es un salmo con relación al matrimonio, a la familia. Un primer punto que nos propone el Papa a reflexionar lo que dice tanto en el Génesis como en el Evangelio de San Mateo a manera de pregunta: ¿No habéis leído que el creador desde el principio creó al hombre y a la mujer?
Desde ahí pone el Papa la base. Desde el principio creó Dios al hombre y a la mujer como unidad como complemento, como realización mutua.
Como matrimonio, como familia, los dos primeros capítulos del Génesis nos ofrecen la representación de la pareja humana en su realidad fundamental. ¿Qué es lo fundamental en la pareja humana? Que se aman y que generan vida y amor.
Esto es prácticamente una manifestación del Dios creador y salvador, es decir, cuando el hombre y la mujer se aman, están unidos en el matrimonio y forman una familia es el reflejo de que Dios crea, salva.
De ahí la importancia de que los jóvenes al pensar y decidirse por el matrimonio deben partir de este fundamento, amor y vida, y van a reflejar al Dios creador y salvador.
En un segundo punto el Papa nos invita a reflexionar sobre los hijos y los describe como brotes de olivo: “Si los padres son como el fundamento de la casa, los hijos son como las piedras vivas de la familia”.
Qué hermosa figura utiliza el Papa que toma de la carta de Pedro capítulo 2, versículo 5. Valoremos así el matrimonio y la familia.
También tomando ya el Nuevo Testamento nos dice el Papa que ahí se da otra dimensión de la familia. El espacio vital de una familia se transforma en Iglesia doméstica. Si ya dijimos que los padres son los cimientos y los hijos las piedras vivas, todo eso sumado desde Cristo se convierte la familia.
Por eso todas las Sagradas Escrituras consideran a la familia como la sede, la escuela, de la catequesis de los hijos. Como los padres deben asumir esta vocación, esta misión de enseñar, de catequizar de transmitir a Dios con la Palabra.
Y con el ejemplo a sus hijos, esto dice que es una tarea artesanal porque se realiza de persona a persona, no con herramientas, no con tecnologías por muy buenas que sean, si no de persona a persona es decir, de padres a hijos.
Sin embargo dice el Papa que no todo es hermoso o no todo es dicha, algarabía. También la Biblia describe en la experiencia de toda familia un aspecto o un sendero de sufrimiento y de sangre y en el Salmo 128 que utiliza el Papa se habla o se insinúa sobre una realidad amarga.
Pero que ahí está que hay que vivir, aceptar, confrontar y superar la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen la vida de la familia y su íntima comunión de vida y de amor, el dolor, enfermedades, preocupaciones y cansancios.
Además del mal, los egoísmos, la soberbia, el pecado, la tentación que entra, situaciones de violencia propias, ajenas de una u otra manera que rompen esa intimidad, esa armonía de amor y de vida que ya mencionamos anteriormente.
Y pone ejemplos bíblicos muy concretos como Caín y Abel. Sabemos esa historia fraticida: Caín como mata a su hermano Abel. También menciona los problemas y dificultades que hay entre familias. Lot y Abraham que tiene que separarse por problemas de herencias o de tierras.
O las esposas o algunos de los hijos de los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob. Las situaciones ya en el Nuevo Testamento de enfermedad, de muerte. El hijo de Jairo, la muerte del amigo Lázaro, la suegra de Pedro que se enferma, son realidades existenciales que la familia padece pero que tienen que vivirse con amor.
Precisamente cuando hay ese fundamento de amor y de vida y esas piedras vivas que son los hijos todo se supera en el amor de Cristo. Por eso insiste el Papa también en el trabajo: desde la creación Dios tomó al hombre y lo colocó en el Jardín del Edén para que lo guardara y lo cultivara.
De esta manera el trabajo hace posible el desarrollo de la sociedad, de la humanidad entera, pero también contribuye a la estabilidad en todo sentido y fecundidad de la propia familia.
Estabilidad en el trabajo como un don de Dios, como una vocación, una tarea que Dios da al hombre para que la desarrolle con energía, inteligencia, habilidad y de esta manera sea feliz y contribuya al desarrollo de la humanidad, de la sociedad, sobre todo de la propia familia.
El Papa utiliza aquella frase famosa de San Pablo: “El que no trabaje que no coma”. Así es como debe de ser y es en la familia sin duda alguna la escuela del trabajo donde ambos, papá y mamá trabajadores, forman a sus hijos en el ejercicio del trabajo.
Un aspecto también muy importante que toca el Papa en este capítulo es sobre la ternura, la ternura del abrazo.
Cristo nos da un mandamiento o una enseñanza: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, nadie tiene amor más grande que el que da la vida por su familia, entre esposos, esposo a esposa.
No hay amor más grande que el amor entre los esposos y no hay amor más grande de padres a hijos y de hijos a padres, que dan la vida unos a otros. En esta dimensión de la ternura y del amor también es una escuela, como lo señala Cristo.
Se aprende y se vive desde la familia. En este horizonte del amor cristiano se destaca la virtud tan importante y tan hoy ignorada de la ternura. El Papa nos dice “no tengas miedo a la bondad, no tengas miedo a la ternura”. Queridas familias, vivamos la virtud de la ternura.
Tengamos gestos de ternura y de bondad dentro de la familia. Cuántas esposas esperan del marido una palabra de ternura, un gesto, un abrazo, ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?
Cuántos hijos esperan que el papá los abrace, les apapache, esté un rato con ellos como gesto de ternura o cuántos papás piden de alguna manera que los hijos tengan gestos de ternura, de cariño, de afecto, de misericordia para con los papás.
Cultivemos dentro de la dimensión del amor cristiano esta virtud de la ternura a imagen de un Dios que es fiel, misericordioso, que es padre y madre y tiene gestos muy hermosos de ternura y de bondad para con nosotros.
Así la delicada y tierna intimidad entre la mamá y su hijo es fundamental, entre el papá y el hijo es fundamental, intimidad que debe ser consciente que nazca del corazón, no como una mera respuesta biológica del corazón, consciente con esta mirada de ternura, de amor, fe gracia y de compromiso de familia humana y de trinidad divina.
“Contemplemos la familia”, así prácticamente termina el Papa en este capítulo. Queridos hijos, hermanos, queridas familias, los invitó a todos.
Como padre en el sentido eclesial me lo digo a mí mismo, pero a ustedes familias, papás, hijos los invito a vivir con esta mirada de amor, de fe, de gracia y de compromiso, a imagen, dice el Papa, de la sagrada familia de Nazareth.
Dios confía al hombre, a la mujer y a los hijos el amor misericordioso que brota de su corazón. Los bendigo, les manifiesto mi cariño y mi ternura siempre y les doy mi bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Un abrazo.