Ana María Ibarra
Ante la necesidad de conocer y servir a los migrantes, Carmelita Sías se acercó a la Casa del Migrante en el momento más difícil para el albergue. Ahí fue donde ella se encontró verdaderamente con el rostro de Jesús.
Jesús en los migrantes
En septiembre del 2018, Carmelita escuchó la necesidad que tenía la Casa del Migrante de contar con más voluntarios.
“Empecé a ir desde que llegaron las caravanas. No conocía la Casa del Migrante, sino que cuando empezaron a llegar los migrantes, me entró la inquietud de ir a visitarlos”, dijo Carmelita.
Entonces se entrevistó con el padre Javier Calvillo, director de la casa, para conocer qué se hacía en el albergue.
“El padre Javier me enseñó lo que es la Casa del Migrante. Me gustó y me quedé ahí. El Señor me llevó en ese momento a servirle en ese lugar. En ese entonces fue cuando vino mucho migrante. Hasta 800 o mil se hospedaban en la casa”, recordó Carmelita, para quien servir en la cocina fue una experiencia hermosa.
“También me gustaba salir a platicar con los migrantes, escucharlos, abrazarlos, conocer su inquietud al venir a este lugar”, dijo.
Así fue como esta mujer conoció de cerca los motivos por los cuales estas personas dejaron su tierra buscando nuevos horizontes.
Hermosa Labor
El año que sirvió en la Casa del Migrante fue para Carmelita ocasión de descubrimiento sobre la valiosa labor que en esa obra realizan muchas personas, comenzando por el director y siguiendo con los empleados y voluntarios.
“Es una labor muy hermosa. Vi que es muy extenso el trabajo, muy difícil. Hay muy pocos voluntarios, la gente no se acerca, los que están ahí las 24 horas al día son los trabajadores. Algunos voluntarios van por un tiempo y luego ya no regresan”, agregó.
Como voluntaria, Carmelita aprendió a servir a Jesús vivo en los migrantes.
“Vi el rostro del niño Dios en esos niñitos, a María en las mamás. Para mí es algo increíble y maravilloso”.
Aunque ya no se encuentra en la Obra, Carmelita hoy sigue sirviendo a los migrantes que viven a la intemperie, alrededor de los puentes internacionales, especialmente en el Córdova Américas, donde junto con otras personas lleva de comer y acudió a rezar el Rosario en las fechas guadalupanas.
“Vengo a hacer un poco de lo que hacía en Casa del Migrante: apoyarlos, escucharlos y rezar el Rosario, conocer sus necesidades. El papa dice que debemos salir y dejar nuestro confort para ir a la gente necesitada y aquí está esa gente. Muchos pasamos y cerramos los ojos”, señaló.
Por ello pidió a la comunidad abrir su corazón y entregarse apoyando a los migrantes, tanto en la Casa del Migrante, que requiere de voluntarios, como en los puentes.
“Cuando los apoyamos recibimos muchísimas bendiciones. En los migrantes vamos a enamorarnos de Dios. Muchos criticamos y juzgamos, pero no los conocemos, hay que ponernos en sus zapatos”, finalizó.
Frase…
El tiempo que estuve en la Casa del migrante vi también mucha necesidad espiritual.