- Nico y Sebas son dos hermanos de 9 y 11 años que llegaron solos a esta frontera con miras a cruzar a EU…Gracias al apoyo de dos reporteros y la Casa del Migrante, ya se encuentran con su abuelo en Indiana.
Diana Laura Mtz. Adriano
Nicolás y Sebastián son dos niños guatemaltecos que ejemplifican lo que está pasando con la niñez migrante en la frontera.
Así lo comentó Hérika Martínez Prado, periodista de la localidad que vivió de cerca la historia de estos menores, a quienes apoyó desde su espíritu solidario.
Ella compartió con Presencia la historia de los niños originarios de San Sebastián, Guatemala, donde vivían con su mamá, quien decidió enviarlos a Estados Unidos para que buscaran a su abuelo, allá radicado.
La mujer no tenía empleo, ni casa o comida que ofrecer, así que los niños salieron de su terruño el 13 de diciembre del 2018, con la ayuda de su primo, quien les pagó a un “coyote” para que los acompañara en la travesía.
Héricka recordó que Nicolás le dijo que su mamá les hizo aprenderse de memoria los números telefónicos de ella y de su abuelo, para el caso de una emergencia.
Llegada a México
Heroka recuerda con mucho cariño todo lo que los niños le compartieron cuando los conoció. Por ejemplo que Nicolás le dijo que el primer día de su recorrido por México comieron en un restaurante, pero después los bajaron del camión en que venían, y los tuvieron dos días en un sitio donde no había techo, y donde les robaron su cobija. Ahí permanecieron dos días sin comer, hasta que otro migrante, al verlos solos, les regaló lo que le quedaba de comida: tres o cuatro tortillas.
“Cuando los niños llegaron finalmente a Juárez, un hombre los subió a un taxi, que los bajó sobre el bulevar Juan Pablo II. El taxista sólo les aconsejó que corrieran hacia el río, y que ‘se cuidaran de la Policía’”, recordó.
Los niños cruzaron el cauce del río y comenzaron a caminar a un costado de la malla fronteriza, hasta que encontraron a un grupo de migrantes al que se unieron, con el fin de entregarse a las autoridades migratorias de Estados Unidos.
Herika recuerda todavía con la piel erizada cuando uno de los niños le contó que tenía mucho frío y que un hombre del grupo les prestó una cobija, prendió una fogata y los acomodó para que pudieran dormir abrazados y darse calor.
Y cuando por fin llegó el momento de que los agentes de la Patrulla Fronteriza los detuvieron, resulta que los retornaron a Juárez y un agente les dijo que fueran a la Casa del Migrante a descansar, pues ahí los iban a ayudar para poder entrar a los Estados Unidos”.
Casa del Migrante
Nicolás y Sebastián estaban seguros de querer ir al albergue porque aunque ya se sentían cerca de lograr el “sueño americano”, les daba miedo morir de hambre o de frío, relató la reportera, quien, junto a otro reportero guió a los niños y otros migrantes al albergue católico ubiciado en Satélite.
Al llegar a la Casa, uno de los migrantes del grupo explicó a las encargadas del albergue que encontraron a ambos niños caminando solos por el río y desde entonces se hicieron cargo de ellos.
Hérika resaltó la forma en que esos niños se ganaron rápidamente el cariño de las personas que vivían y apoyaban en esos momentos en la Casa del Migrante, entre ellos la recepcionista Rosy, quien fue la primera que los recibió.
Durante un par de semanas, en la Casa del Migrante Nico y Sebas recibieron todos los apoyos: desde alimento, ropa, un lugar dónde dormir, hasta momentos de juego y convivencia.
“Después de dos semanas de que estuvieron en el albergue los niños se veían diferentes: los cachetes con colorcito y ya estaban más sanos, porque habían llegado con tos. Ya habían comido bien y el cambio se notó”, dijo Hérika, quien siguió procurando información de los menores y hasta visitándolos para saber cómo estaban.
Nico y Sebas recibieron los números 2471 y 2472 en la lista de espera para ser llamados por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), con el fin de solicitar asilo político y encontrarse con su abuelo.
Después de muchos días, los niños pudieron finalmente cruzar a los Estados Unidos y subieron por primera vez en su vida a un avión que los trasladó hasta Indiana, con su abuelo.
Felices en EU
Ya luego, por teléfono, Nico y Sebas dijeron a Hérika que Estados Unidos es como lo habían imaginado y que están muy felices por vivir con su abuelo y ya poder asistir a la escuela.
“De no haber ido a la Casa del Migrante no sé qué les habría pasado porque las temperaturas de esos días eran muy bajas para aguantar durmiendo a la intemperie. Definitivamente la ayuda les cambió la vida…Ya hasta me hablan en inglés…”, agregó entre nostálgica y divertida.
“Estos días he intentado comunicarme con ellos, pero el teléfono me manda a buzón. Hace algunos meses le mande un mensaje al abuelo y me contestó después diciéndome que los niños están bien”, finalizó Hérika, feliz de haber atestiguado esta historia.