Diana Adriano
La convocatoria del Papa Francisco a orar por enfermos incurables resuena como un llamado a la compasión y la solidaridad, en la búsqueda de brindar apoyo espiritual y consuelo a quienes atraviesan esta dolorosa y desafiante realidad.
Es el caso de Hilda y Romualdo Flores, quienes hace unos años vivieron la enfermedad de su hijo, Adrián Flores, diagnosticado con cáncer cuando tenía tan solo un año y medio de edad. Esa batalla la enfrentó valientemente durante ocho años antes de ser llamado a la Casa del Padre.
“Siempre este mes es muy complicado porque nuestro hijo nació un 21 de febrero. Y fue un 3 de febrero cuando lo desahuciaron. Falleció en febrero de 2008. En su momento fueron los meses más difíciles», compartió Hilda.
“Fueron años complicados, pero él era muy fuerte. Quería hacer su primera Comunión porque quería recibir a Jesús en su corazón», recordó por su parte Romualdo.
El matrimonio compartió que durante su estancia en un hospital de Durango, mientras su hijo Adrián recibía un tratamiento intensivo por su enfermedad, en el área de pediatría se encontraba una imagen del Sagrado Corazón, que se convirtió en un símbolo de consuelo y esperanza para la familia.
“Cada vez que lo cargábamos y estábamos con él, mirábamos de frente al Sagrado Corazón, y se lo pusimos a sus pies, diciéndole: ‘Señor, aquí está, él te necesita»”.
Esta imagen fue un ancla que sostuvo a los Flores en la fe.
“Sabíamos que así como estaba Adrián, había más niños ahí que lo necesitaban», compartió Romualdo.
Un préstamo divino
A pesar de la fragilidad de Adrián y los desafíos que enfrentaron juntos, el matrimonio siempre sintió que él era un préstamo divino en sus vidas.
Y esta percepción se vio confirmada por las propias palabras de Adrián, quien, en un momento de fiebre, apuntó hacia la Virgen de Guadalupe y le dijo a su madre: «¿La ves mamá?, Ella fue mi mamá antes que tú».
Estas palabras de Adrián penetraron el corazón de Hilda y Romualdo, quienes entendieron que desde el inicio, Dios les había confiado a Adrián como un regalo temporal. Eso que les brindó consuelo y fortaleza.
Empatía
Los Flores recordaron que en el hospital fueron testigos del devastador impacto físico y emocional que el cáncer tiene tanto en los niños, como en sus familias.
Para ellos, ser empáticos significaba más que simplemente comprender el dolor ajeno; era una llamada a la comprensión y acción en la experiencia de los demás.
“En el hospital era ver a mamás devastadas, gastadas y los niños también muy cansados mientras el médico a veces daba esperanzas y a veces no”, compartieron.
Este sufrimiento llevó a Romualdo e Hilda a hacer conciencia en la importancia de la empatía en estos casos. Fue claro para ellos la necesidad de acompañar y sostener a aquellos que enfrentan una enfermedad terminal.
Muerte y servicio
Tras la muerte de Adrián, Hilda se convirtió en voluntaria para ayudar a otros niños con cáncer, pero se encontró con la abrumadora carga emocional que implica presenciar el sufrimiento de cerca.
“No pude creer que la gente pueda aguantar tanto dolor, y tantas cosas en niños que son tan pequeños”, admitió Hilda al recordar que otro reto que enfrentaron, fue el rechazo.
“Adrián recibía mucho rechazo de gente que ignoraba qué es el cáncer», dijo.
Por ello el matrimonio Flores Hace un llamado a la comprensión y la aceptación hacia los enfermos de cáncer, especialmente si son niños, pues “merecen ser vistos con dignidad y respeto, no con lástima o repulsión”, señalaron.
Igualmente indicaron la crucial importancia de la oración, que, por otra parte, debe ser acompañada de acciones concretas para ayudar a enfermos terminales y sus familias.
“Dios nos llama a actuar y a manifestar nuestro amor a través de nuestras acciones, especialmente hacia aquellos que sufren y a la vez carecen de recursos para enfrentar sus desafíos”, dijeron refiriéndose a su experiencia en la asociación Apanical, donde llegan muchas familias de niños en tratamiento contra el cáncer, que a la vez enfrentan una situación de pobreza.
“Si podemos hacer algo, hay que actuar», convocaron también citando las palabras de Jesús: “Lo que hagas con el más pequeño de mis hijos, lo haces conmigo”.