El obispo de Ciudad Juárez ofreció una misa especial en Catedral, para pedir por el eterno descanso de los 383 (ahora 386) difuntos hallados en crematorio irregular, así como por sus familiares que hoy enfrentan una dolorosa incertidumbre… 
Diana Adriano
Cientos de familias se congregaron el pasado domingo 6 de julio en la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe, para participar en la misa celebrada por el obispo don José Guadalupe Torres Campos en oración por las almas de difuntos hallados en el Crematorio Plenitud.
Aunque se trataba de la habitual celebración eucarística dominical, esta vez tuvo un significado especial, pues fue dedicada a las víctimas y a las familias afectadas por el reciente hallazgo de 383 cadáveres en un crematorio de la ciudad en un hecho que ha conmocionado a la comunidad juarense.
Con rostros llenos de dolor y esperanza, decenas de personas llegaron con fotografías de sus seres queridos fallecidos, con la sospecha de que sus restos nunca fueron cremados como se les aseguró.
El acto colectivo de oración, pero también de exigencia, reunió la tristeza de muchos deudos, quienes se volcaron para clamar al Cielo.

Clamor al cielo
Durante su homilía, el obispo dirigió palabras de consuelo.
“No hay cosa más triste que la duda, la incertidumbre, el dolor de no saber si las cenizas que les entregaron realmente corresponden a sus seres queridos. Es una voz que clama al cielo y es un dolor que compartimos como Iglesia. Nos unimos a ustedes en la oración y en la exigencia de justicia”, dijo.
El obispo recordó que desde que se conoció esta lamentable situación, se ha pedido a todas las parroquias de la diócesis unirse en oración, vigilias y acompañamiento para las familias afectadas.
“La Iglesia es madre que consuela, que acoge, que abraza. Dios mismo dice: ‘Yo los consolaré’, y lo hace a través de nosotros, a través de la solidaridad y la fraternidad”, expresó.
Luego, el obispo enfatizó la necesidad de buscar la paz, “pero una paz fundada en la verdad, la justicia y la transparencia”:
“Dios da la paz al corazón, pero humanamente debemos procurar esa paz con acciones rectas, con justicia, con verdad. Aquí están las fotografías de sus seres queridos; no son números, son personas, hijos de Dios, y merecen respeto y dignidad. Por eso, exigimos respuestas claras, justicia pronta y expedita”.

Encontrar la paz
Don Guadalupe también reflexionó sobre el contexto de violencia a nivel nacional y mundial.
“¿Cómo encontrar la paz cuando el mundo vive guerras, cuando en nuestro país se multiplican los asesinatos, cuando en nuestra ciudad enfrentamos esta tragedia? Más que nunca urge ser sembradores de paz, profetas de esperanza, misioneros de fraternidad”.
La misa concluyó con una oración especial por los difuntos y sus familias, así como una bendición sobre las fotografías y recuerdos que los asistentes llevaron.
El obispo pidió a la comunidad seguir orando, pero también mantenerse firmes en la exigencia de verdad.

Todo el día lloramos
Entre las decenas de personas que asistieron, la señora Irma Hernández Sánchez conmovió al compartir su testimonio mientras sostenía dos fotografías familiares: de su padre y de su hermano, ambos fallecidos recientemente.
“Todo el día lloramos, esperamos en Dios que mi papá no esté ahí, que no esté entre los cuerpos, pero creemos que mi hermano sí”, dijo angustiada.
Relató que tanto su padre Erasmo Hernández Fernández, como su hermano Guadalupe Hernández, fueron velados en la funeraria Del Carmen, una de las señaladas como clientes del Crematorio Plenitud, a la que les habrían entregado cenizas falsas.
Con la voz entrecortada, recordó que su padre fue una figura muy conocida en la parroquia Santa Cecilia por su dedicación al periódico Presencia. Dijo que él falleció antes del 2022, por lo que esperan que no se encuentre su cuerpo entre los 383.
“Mi papá duró muchos años vendiendo el periódico Presencia, hasta le hicieron un homenaje y un pastel. Fue un momento muy bonito. Nunca imaginamos estar ahora en esta situación tan dolorosa”, relató.
Pero destacó que su hermano Guadalupe falleció hace tres meses, por lo que es más fuerte el temor de saber que las cenizas que recibieron de él, en realidad no lo sean.
Como Irma, muchas otras familias llegaron con el corazón doliente, buscando en la fe un consuelo ante el nuevo duelo que enfrentan debido a la negligencia y dolo de una empresa.
Respeto a la persona aún cuando “deja de existir”
Tras lamentar los dolorosos hechos que viven cientos de familias por el inédito suceso relacionado con la disposición final de cadáveres en Ciudad Juárez, el padre Víctor Fernández, párroco de Santa Rosa de Lima, experto en bioética, explicó que el cuerpo humano nunca debe ser considerado un objeto accesorio o secundario, sino un elemento esencial y fundamental de todo ser humano.
“El cuerpo humano debe ser entendido como el principio material de toda persona humana y que está animado por el principio espiritual que es el alma humana. Ambos unidos forman una unidad indisoluble que es el hombre. Por tanto, la persona humana es “humana” precisamente porque esta encarnada en un cuerpo; y el cuerpo humano es “humano” precisamente porque está animado por el espíritu -alma humana”, explicó.
Dijo que la muerte humana ocurre cuando hay una separación definitiva del cuerpo y el alma humana. Es decir, cuando se genera una disolución de la unidad sustancial que es el cuerpo y alma.
“No solo es el cuerpo quien muere, sino un hombre, y es cuando decimos que deja de existir una persona”, abundó.
En este sentido, dijo, es preciso dar a la persona una sepultura digna.
“Para nosotros los católicos esto representa darles una cristiana sepultura. Y según el Catecismo de la Iglesia Católica: Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y la esperanza de la resurrección”, acotó.
El sacerdote recordó que enterrar a los muertos es una obra de misericordia corporal, que honra a los hijos de Dios, considerados como templos del Espíritu Santo (n. 2300).
“Lo más habitual será colocar los restos mortales en un ataúd y éste en una tumba en el cementerio –la llamada “inhumación”-, pero no es la única posibilidad. El Catecismo mismo aclara que La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección del cuerpo (n. 2301)”., aclaró.
Dijo que en este caso la sepultura a las cenizas del difunto, se refiere a que pueden colocarse en pequeños nichos –los llamados “columbarios”-, que hacen así de tumba.
“A esto hay que añadir que, siempre que se pueda, conviene realizar el entierro –en cualquiera de sus modalidades- con la sencilla ceremonia litúrgica prevista por algún ministro de la Iglesia”, puntualizó.


































































