Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
Junio es el llamado mes del orgullo. El movimiento LGBTQ+ despliega en estos días toda su propaganda y ejerce su presión para imponer su agenda ideológica sobre gobiernos, empresas, sistemas educativos, medios de comunicación y organizaciones civiles. Las marchas del orgullo se extienden por más ciudades del mundo. El gobierno federal de Estados Unidos exhibe sin ningún respeto la bandera del arco iris en su embajada ante la Santa Sede, e incluso los tentáculos de este movimiento entran en ciertos ambientes de Iglesia por medio de algunos sacerdotes que simpatizan con la causa. Estamos en una batalla cultural –en un combate espiritual– de grandes magnitudes en la que nuestra fe católica nos llama a actuar con prudencia.
Ni siquiera los equipos deportivos pueden sustraerse a la imposición ideológica. Algunos clubes del futbol mexicano como el América, Pumas, Xolos, Pachuca y Querétaro han modificado sus escudos con los colores del arco iris en apoyo al mes del orgullo. Muchas empresas y marcas se publicitan como «gay friendly» y hay lugares de trabajo que fomentan la inclusión de la diversidad sexual. Sin embargo también hay famosos que han manifestado su desacuerdo con la ideología de género. Eduardo Verástegui, Manny Pacquiao, Steffano Gabbana, Rafael Correa, los actores James Woods y Rupert Everett, la actriz peruana Caty Caballero y el cantante Emmanuel son algunos de ellos, además de un sinnúmero de organizaciones católicas y cristianas, así como los gobiernos de Polonia, Rusia, Hungría y Rumania.
La postura de un católico que trabaja en una empresa que apoya la diversidad sexual debe ser, a mi juicio, la que nos manda la caridad cristiana, que es el absoluto respeto y trato caritativo a quienes no piensan como nosotros, pero con la firmeza de nuestras convicciones católicas sin ocultarlas. En estas sociedades plurales y neopaganas no todos percibimos el mundo de la misma manera. Si defendemos la libertad de expresión tenemos que tolerar que exista la diversidad de opiniones y estilos de vida que no son como el nuestro. Sin embargo también los católicos formamos una comunidad grande dentro de la sociedad y tenemos el derecho de expresar nuestras ideas y vivir con el estilo de vida que Jesucristo nos enseñó.
Como católicos no estamos llamados a vivir encerrados en un ghetto, sino que hemos de tener una buena socialización con las personas que nos rodean sin disimular nuestras convicciones. Recuerdo que aquí en mi ciudad hace unos años un grupo LGBTQ+ me abordó en la plaza frente a la catedral para hacerme algunas preguntas que, con gusto, respondí. Pero cuando quisieron tomarse una fotografía conmigo y regalarme un globo, como para respaldar su causa, les dije con cortesía que yo no podía aceptar su invitación. Creo que podemos convivir e interactuar con una pluralidad de personas, pero cuando se trata de alentar el estilo de vida de la ideología de género hemos de retractarnos. Lo cortés no quita lo valiente.
Este año el equipo de las grandes ligas de béisbol, los Tampa Bay Rays, quiso apoyar la diversidad sexual cambiando los colores de su uniforme, pero dieron a los jugadores la opción de poder quedarse con el uniforme regular. El lanzador del equipo Jason Adam –un cristiano que no oculta su fe– rechazó usar los colores del arco iris y declaró en una entrevista:
«Es una decisión difícil porque, en última instancia, todos dijimos que lo que queremos es que sepan que todos son bienvenidos y amados aquí. Pero cuando lo expresamos en nuestros cuerpos, creo que muchos muchachos decidimos que, aunque no menospreciamos a nadie, no queremos alentar ese estilo de vida si creemos en Jesús, quien nos ha animado a vivir un estilo de vida que se abstenga de ese comportamiento. No estoy juzgando ni mirando a nadie hacia abajo. Es simplemente el estilo de vida que Él nos enseñó para nuestro bien. Pero nuevamente lo digo: amamos a esos hombres y mujeres, nos preocupamos por ellos y queremos que se sientan seguros y bienvenidos aquí».
Lo que dijo Jason Adam es coherente con su fe cristiana y caritativo con quienes celebran el orgullo gay. Sin embargo el beisbolista puso en riesgo su carrera: pudo ser expulsado de los Rays o forzado a irse a un equipo de ligas menores. Su ejemplo nos ilumina y alienta para no avergonzarnos nunca de las enseñanzas y estilo de vida de Jesús y, al mismo tiempo, mantener una actitud de caridad y respeto hacia quienes no piensan como nosotros, aunque sin apoyar su estilo de vida al que consideramos dañino y pecaminoso. Quien dice la verdad, ni peca ni miente.
Hay sacerdotes que buscan conciliar el estilo de vida de Jesús con el estilo de vida homosexual y dan su apoyo a la causa LGBTQ. Buscan la conciliación y la paz. Algo parecido quiso hacer Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI cuando quiso conciliar el catolicismo con el protestantismo. No se podía. Su doctrina fue llamada «irenismo» o pacifismo, que es una búsqueda de una falsa paz. Sus enseñanzas fueron condenadas por la Iglesia por poner en peligro las enseñanzas de Cristo.
La actitud de aceptación de la ideología de género puede ser calificada como «irenismo», que es una búsqueda de consenso, de diálogo, de relativismo que hace que las verdades de nuestra fe católica pasen a un segundo plano para convivir todos en falsa paz. El irenismo tiende la mano hacia posturas progresistas y no es capaz de señalar errores ni de afirmar las verdades que enseña la Iglesia. Una actitud irenista que deja en el error no es una solución. Cuidado con las posturas de James Martin y sus aliados. El que con niños se acuesta, meado se levanta.
El mundo llama al mes de junio «mes del orgullo». Nosotros los católicos lo llamamos «mes del Sagrado Corazón». Sea Jesús nuestra bandera y nuestro orgullo, y en nadie nos gloriemos sino en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, quien dijo que el Reino de los Cielos sufre tensión, y solamente será arrebatado por quienes son capaces de vencerse a sí mismos sin ceder a las presiones del mundo.