El 31 de mayo se conmemora el Día mundial sin tabaco… presentamos el testimonio de una mujer que dejó el vicio del cigarro por milagro de Dios…así como las reflexiones de una médico católica sobre la importancia de cuidar los pulmones…
Ana María Ibarra
Durante un proceso de sanación y con el poder de la oración de intercesión, Marisa Sepúlveda dejó de fumar después de vivir 22 años atada a esa adicción.
Si bien Marisa se acercó a Dios a través de un Seminario de Sanación para sanar heridas que le dejó la separación conyugal, cuatro años después de estar participando en la comunidad María Mediadora, el Señor decidió que era tiempo de sanarla del tabaquismo.
Primer cigarro
Fue en la etapa de preparatoria, en Saucillo, Chihuahua, cuando Marisa fue invitada a probar un cigarrillo.
“Probé mi primer cigarro a los 17 años de edad. Me gustó bastante”, recordó Marisa reconociendo que al principio el sabor no es agradable, aunque se le toma gusto con el tiempo.
“El cuerpo no está acostumbrado a recibir algo extraño, en este caso el sabor y el humo del cigarro, pero con el tiempo ‘se va agarrando condición’-por decirlo de alguna manera- y es una sensación de relajación. Me gustaba como olía, de hecho, todavía me gusta el olor a cigarro, pero sé que es malo”, señaló.
Marisa y sus amigos cooperaban dinero y eran los mayores de edad quienes acudían a comprar las cajetillas.
“Aunque digan que no les venden a menores, siempre habrá una tiendita que venda a menores una cajetilla de cigarros. Usábamos el dinero que nos daban los papás para el gasto en la escuela y de ahí comprábamos nuestra cajetilla. Era lo máximo para nosotros traer nuestros cigarros en la bolsa”.
Dos cajetillas por día
La mujer recordó que al fumar entraba en un estado de relajación y gradualmente fue aumentando el número de cigarros al día.
“Fumaba de seis a ocho cigarros y con el tiempo, lo máximo que llegué a fumar eran dos cajetillas en un día. Aunque era consciente del daño que causa el cigarro, me encantaba”, dijo.
Sus pretextos para fumar eran muchos: desde utilizarlo para hacer digestión, hasta para relajarse.
“En la universidad tuve mi primer hijo como mamá soltera. Durante mi embarazo dejé de fumar, pero después lo volví a tomar. Nunca fumé dentro de mi casa, así lloviera o relampagueara, congelándome, pero siempre estaba afuera fumando”.
Diariamente a las siete de la mañana Marisa fumaba su primer cigarro en el porche de su casa, después de llevar a sus hijos a la escuela, regresaba a casa y se fumaba un cigarro antes y otro después del desayuno.
“Barría y me fumaba un cigarro, trapeaba y un cigarro, así fue por muchos años, no podía estar sin un cigarro. Intenté dejarlo poco a poco, sin dejarlo del todo. Mi mamá siempre hizo su lucha para que lo dejara, pero no la escuché”, reconoció la mujer cuyo papá biológico falleció de cáncer de pulmón.
Problemas conyugales
Y aunque su esposo le decía lo mal que se veía fumando, ella no lo aceptaba y era motivo de pleito en su matrimonio, el cual terminó a los ocho años, y por varios motivos.
Fue entonces cuando, por invitación de una conocida, se acercó a María Mediadora para sanar esa herida.
“Tomé mi Seminario de Sanación, inicié en mi red donde tomamos temas una vez a la semana, pero fue una etapa de altibajos”, recordó.
A través del movimiento, Marisa comenzó a darse cuenta que fumar no era correcto.
“El cigarro deja muchas marcas, no nada más de salud, sino también físicas. El cigarro acaba con el cutis. Mi rostro se comenzó a manchar y siempre lo atribuí a los embarazos”.
Marisa cayó en un estado de depresión y fue cuando pidió ayuda al coordinador del movimiento. Alfredo Gálvez la invitó a ayudar en la oficina, lo cual le generó alegría y la animó a comenzar a dejar de fumar, sin embargo, volvía a caer.
Detonante para acabar con el vicio
Un detonante que llevó a la mujer a decidir dejar definitivamente el cigarro fue descubrir que su hijo, estudiante de preparatoria, llevaba una cajetilla de cigarros en su mochila.
“Cuando le pregunté me dijo que se los dio a cuidar su amigo Alex, -era mayor de edad-. Me di cuenta que mi hijo estaba empezando en el vicio. Fue algo impresionante y me reflejé en mi mamá a quien no le hice caso”.
Decidida, Marisa compartió con Alfredo Gálvez su deseo de dejar el cigarro.
“Me preguntó si estaba segura y le dije que sí. Me dijo que haría oración por mí y que lo consultaría con Dios. Llevaba cuatro años en la comunidad y mi fe en el poder de Dios era de altos y bajos”, reconoció.
Cierto día, Alfredo indicó a Marisa que Dios había decidido que, efectivamente, dejaría de fumar una semana después de esa charla.
“Volteé a verlo incrédula y seguí fumando. Y efectivamente, una semana después, el Señor hizo su obra”, recordó emocionada.
Tentando a Dios
Marisa, quien nunca se quedaba sin cigarros a la mano, llegó a una noche con un solo cigarro en la cajetilla.
“Me fui a la tienda a comprar otra. Regresé a mi casa y encendí el último cigarro de la vieja cajetilla y no pude darle la fumada. Me dio mucho asco, a punto de vomitar. Incrédula en el poder del Señor, abrí la cajetilla nueva y al encender otro cigarro nuevamente me dio asco, lo apagué y me fui a dormir”, recordó.
Al día siguiente, como cada mañana, a las siete en punto Marisa tomó un cigarro, pero no logró fumarlo. Una semana después, todavía tentando a Dios, intentó fumar, sin conseguirlo.
“Cada que lo intentaba era un asco total. Dejé un año sin fumar y en una fiesta de fin de año en mi casa, mi comadre, que también fumaba, se salió a fumar y salí con ella. Se lo fumaba tan a gusto que le pedí una fumada. Le fumé, se lo regresé, me subí a mi cuarto, caí en mi cama como si me hubiera tomado un cartón de cervezas”.
Marisa recordó que al siguiente día amaneció con resaca, fue entonces que entendió que el Señor le pedía obediencia para poder sanarla.
“No volví a fumar, pero tenía la duda de cómo se encontraban mis pulmones, pues fumé por 22 años. En un sueño el Señor me mostró unos pulmones rosados y me levanté tan contenta que le conté a Alfredo”.
Siete años y pulmones sanos
Después de siete años sin fumar, Marisa dice sentirse bien. Enfermó de Covid, pero no tuvo dificultades en su respiración.
“La oración, el apoyo y la intercesión, han sido algo maravilloso. Le doy gracias a Dios que estos años que tengo sin fumar, Él ha obrado. Les doy las gracias también a mis hermanos de esta comunidad: Alfredo, Alex y Lorena, porque son grandes pilares. Estoy muy agradecida por la obra del Señor en mi vida”, compartió.
La entrevistada invitó a las personas que fuman a que se tomen un tiempo para analizar y valorar qué quieren para su vida.
“Estoy muy contenta, buscando sanar otras cosas. Mi rostro se limpió y gracias a Dios no tengo problemas físicos”, finalizó la entrevistada dando testimonio de la obra de Dios en su vida.
En frase..
“Ha habido cambios gigantes, no nada más en mi persona, sino también en mis hijos, en mis padres, en mis hermanos y conocidos. Hay que dar testimonio de lo que Dios hace en nuestras vidas”.
Marisa, ex fumadora