Ana María Ibarra
Desde hace más de una década, sin duda un rostro sufriente de los niños en Ciudad Juárez es el de aquellos que quedaron huérfanos a causa de la violencia, cuando uno o sus dos padres fueron asesinados, y quedaron a cargo de familiares, principalmente de los abuelos, o bien de alguna institución.
Atendidos en capilla
A este sufrimiento respondió hace nueve años la comunidad parroquial de San Juan Apóstol y Evangelista, a través de su capilla Rostro de Cristo, donde se inició un pequeño centro de tareas y un comedor para recibir a los niños del sector, principalmente a aquellos que quedaron huérfanos como consecuencia de los hechos violentos que aquejaron a la ciudad hace unos años.
El padre Francisco García, párroco de la comunidad, señaló que la intención ha sido ofrecer un espacio de seguridad para los niños, que en sus primeros años tenía una asistencia de entre 40 y 50 menores.
“El centro ha ido teniendo sus modificaciones. Actualmente tenemos 25 o 30 niños que comen ahí y hacen sus tareas, reciben terapia psicológica, cuentan con un club de lectura y un centro de cómputo. La mayoría de estos niños tienen problemas familiares o de integración familiar”, explicó.
Añadió que con este centro se pretende dar uso a los espacios con los que cuentan los templos y que muchas veces solo se utilizan unas horas a la semana.
“En el inicio atendimos a los niños que quedaron huérfanos por la violencia y buscamos recursos terapéuticos y espirituales, ofreciendo un espacio agradable para ellos, que vivieron situaciones graves”, resaltó.
Este espacio, añadió el sacerdote, ha servido también para atender a aquellos niños de madres trabajadoras, que muchas veces se quedan solos en casa.
Una grave necesidad en El Porvenir
Los rostros sufrientes de los niños huérfanos por la violencia se manifestaron en todos los sectores de la ciudad, al igual que en el Valle de Juárez, zona tomada por el crimen organizado.
El padre Gary Reyes, párroco de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en Porvenir, dijo que si bien actualmente se percibe en El Valle cierta tranquilidad y disminución de delitos, los niños que padecieron la muerte de sus padres en los años fuertes de violencia, son hoy jóvenes que guardan resentimiento y dolor.
“Muchos de ellos son jóvenes excelentes, estudiantes grandiosos y buenos servidores, pero en su momento nos tocó verlos con mucho sufrimiento. Esa realidad dolorosa dejó resentimiento en sus corazones”, dijo el sacerdote.
Aunque aseguró que, gracias al apoyo espiritual, estos chicos han podido sanar una parte de ese sufrimiento, lamentó que en su comunidad no haya podido lograr tener un espacio con profesionistas que atiendan el área humana.
«Dios nos ha inspirado para comenzar a formar una asociación y ofrecer apoyo de manera integral a las familias del pueblo. Por la distancia de nuestra comunidad muchos no se animan a venir a ofrecer terapias y ayudar a esa sanación. Todavía hay mucha gente que no ha sanado ni ha concluido sus duelos”, señaló.
Y agregó: “Ninguna familia se salvó de la violencia, prácticamente toda la comunidad está en duelo. A cada familia le asesinaron un padre, un hermano, una madre, u otro familiar. Otras tienen familiares desaparecidos. A veces me siento limitado, hace falta una pastoral integral”, dijo.
Esperando que sus palabras sean escuchadas por algún grupo de tanatólogos, psicólogos y otros profesionistas, el sacerdote dijo:
“Ojalá puedan ayudarnos y apoyar. La comunidad requiere un trabajo integral, quizá me vea exagerado, pero es muy importante repetir que todas estas familias tienen un duelo que no ha sanado”.