Ya hemos conocido algunos pecados que se cometen en contra del Primer Mandamiento de la Ley. Hoy seguimos abordando aquellos en contra de la virtud de la religión, esta vez, los que son un defecto por exceso…
Los pecados que se cometen en contra de la virtud de la religión en un defecto por exceso acontecen cuando a Dios se le tributa un culto indebido, bien porque se desconoce su propia naturaleza —se adultera su ser— considerándolo como un ídolo, o porque se trivializa el trato con Él ofertándole un culto carente de la trascendencia debida. Así se originan la idolatría y la superstición.
La variedad de formas que admiten la superstición y el culto idolátrico son manifestaciones espurias y falsas de la virtud de la religión: más aún, son siempre contrarias al verdadero culto cristiano.
- La superstición
La superstición es un pecado contra la virtud de la religión, que tiene un doble origen:
*Dar culto a quien no se debe; o sea, crear falsos dioses. Aquí, propiamente lo denominamos «idolatría».
*Dar culto a Dios, pero de un modo indebido. Es la superstición en sentido estricto.
El Catecismo de la Iglesia Católica fija su significación en estos términos:
«La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición».
Algunos ejemplos
En ocasiones, la superstición, aun creyendo en el verdadero Dios, concede poderes especiales a las fuerzas de la naturaleza: casi se las diviniza. Por eso se acude a ciertos ritos en remedio de las necesidades que se padecen. En todo caso, son deformaciones de la verdadera religiosidad.
Otras veces, la superstición consiste en conceder poderes especiales a ciertos ritos, ceremonias y prácticas religiosas, que se llevan a cabo en honor de Dios o de los Santos. También resulta difícil precisar la variedad de prácticas supersticiosas. Como ejemplo, cabe citar las «cadenas de oraciones», que hay que continuar bajo la amenaza de castigos en caso de que se interrumpa; la confianza mágica a cierto rito, oración o veneración a reliquias que gozan de poca garantía de autenticidad, el guiarse automáticamente por el presagio de los astros (los horóscopos), etcétera.
Temor a Dios
Frente a la virtud de la religión que da a Dios un culto basado en su excelencia y bondad, y, con frecuencia, «desinteresado», la superstición se fundamenta más bien en el temor a Dios y en el interés por obtener lo que se necesita. Igualmente, la superstición, en lugar de honrar a Dios, lo deshonra con sus ceremonias ridículas y faltas de calidad humana en las relaciones Dios—hombre.
El criterio para distinguir estas supersticiones del culto auténtico, privado o público, consiste en comprobar si esas prácticas derivan del sentido que se tiene de Dios como Padre. Igualmente, el culto verdadero se garantiza cuando va acompañado del cumplimiento de las exigencias morales que entraña la vida cristiana.
La superstición es de suyo pecado grave. Solamente excusa la ignorancia. Pero, si las prácticas supersticiosas son abundantes, de forma que condicionan el verdadero culto, hay obligación grave de abandonarlas.
- La idolatría
«Ido—latría», etimológicamente, deriva de «eidolon» (falso dios) y de «latreia» (adorar). Significa, pues, el culto que se da a los «ídolos». El término «ídolo» hace relación a las imágenes veneradas en el paganismo, a las que se les daba culto como a los dioses.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice:
«La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina».
El pecado de idolatría es especialmente grave. Si se trata de una idolatría formal —cuando de hecho, se cree en falsos dioses— equivaldría a una defección de la fe, con toda la gravedad que esto entraña. Si abandonara al único Dios verdadero para adherirse a los «ídolos», caería en la condena de San Pablo (1 Tes 1,9).
Un ejemplo: Culto a la Santa Muerte
Felipe Gaytán Alcalá/ investigador Universidad La Salle en México
El culto a La Santa Muerte procede de un sincretismo entre dos cosmogonías: en la epoca prehispánica y en el catolicismo . Ambas reúnen la idea de que la muerte no es el fin del mundo, sino una nueva vida que no se desarrollará aquí. Junto a esta noción aparece la representación de que con la muerte se justifica la vida.
El padre Andrés López dice: El culto a La Santa Muerte no se hace explícito en el lenguaje hasta el siglo XX. Es cierto que trae de sí todo un sentido de la historia y cultura del mexicano, mas no es hasta este momento en que el culto aparece como un todo organizado, un sistema de creencias y rituales que establecen membresía entre los que la profesan. Según cuentan los santeros y curanderos del mercado Sonora, el culto apareció en el poblado de Tepatepec, cabecera del municipio de Francisco I. Madero, en el Estado de Hidalgo hacia la década de los sesenta. En ese lugar murió una otomí de nombre Albina, famosa por sus curaciones milagrosas. Esta mujer tenía en su casa un esqueleto de madera, al que se considera la verdadera imagen de la Santa Muerte. Existen otras versiones que aseguran que surgió en 1800 en el Puerto de Veracruz; a un brujo se le apareció en su vivienda, luego alguien hizo una réplica de la imagen en versión femenina, de ahí que haya una figura macho y otra hembra.
“Por otro lado, se conoce, también un desarrollo notable del «Culto a la Santa Muerte», en Catemaco, Veracruz, población que tiene una tradición antiquísima de brujería, chamanismo y ocultismo con escuelas iniciáticas y familiares, pactos, consagraciones y transmisión de «mediumnidad», entre generaciones consanguíneas e iniciados a través de diversos rituales.
Aunque la mayoría de los estudios, objetan la atribución que Catemaco hace de considerarse la cuna del «Culto a la Santa Muerte», decantándose por Tepito, es innegable que en Catemaco se han configurado muchos de los rituales y prácticas mágicas relativas a la «Santa Muerte».
Estas influencias han suscitado un desarrollo complejo de una versión mexicana de culto satánico que mezcla elementos del quimbanda brasileño, de la santería cubana, de las culturas prehispánicas y del satanismo ocultista, teniendo a la «Santa Muerte» como uno de sus principales ídolos.
Adorar a la santa muerte
Los creyentes re-inventan el tiempo social en torno a la imagen de la Santa Muerte. Conscientes de las amenazas del entorno, la violencia, inseguridad e incertidumbre que anulan su seguridad ontológica y su cotidianidad, buscan refugio en un culto que les provee una supuesta seguridad en el presente (aquí y ahora) y desplaza el futuro como un horizonte lejano. Durante mucho tiempo se creyó que sólo aquellos que viven al límite de su vida profesan tal creencia: policías, narcotraficantes, prostitutas, delincuentes. Pero el culto es transversal a distintos grupos sociales y niveles socioeconómicos quienes ahora lo muestran públicamente.
En México, la representación de la muerte es una representación extendida y culturalmente aceptada. Pero es en el mundo de los «malditos» —de la delincuencia y el asesinato— donde la muerte adquiere relevancia, crueldad visible que lastima las buenas conciencias. Frente a este mundo cerrado y sin salida (parafraseando a Paz) la muerte es la única certeza. En este mundo es necesario proteger la vida rindiendo culto a la muerte para implorar su protección, para que al menos la vida no sea tan sufrida y la agonía no carcoma el sentido de vivir.
Cabe aclarar que dicho culto no es exclusivo de grupos marginales o excluidos. También hay creyentes de diversas posiciones económicas y estratos socio-culturales, incluso algunos intentos de asociaciones religiosas por apropiarse del culto e integrarlo a su doctrina como fue el caso e la Iglesia Tradicionalista México-USA (asociación que perdió su registro ante la Secretaría de Gobernación), que incorporó la imagen de La Santa Muerte como un ángel más en su doctrina y modificó su aspecto al agregar carne a lo que antes eran simplemente huesos. Para los creyentes fue una herejía, y desató una nueva polémica.
Pero no es sólo el bajo mundo el que implora el auxilio. Políticos y funcionarios de alto nivel, al igual que amas de casa le rezan, en parte, derivado del clima de inseguridad… su encomienda a la imagen es la de proteger a sus hijos y esposos cuando salen a la calle. Según relatan, la creencia en la muerte no excluye que sean guadalupanas o veneren a otros santos. Las amas de casa involucran a la familia en los rituales y prácticas del culto.
Ritos a la santa Muerte
Para los creyentes La Santa Muerte tiene un doble rostro: es maldita y bondadosa con los que le profesan devoción. La imagen femenina es bondadosa y protege del mal a quién la invoca. En su mano derecha lleva una balanza y es de color blanco. La imagen del macho carga en su hombro la guadaña y es invocada por aquellos que desean un mal o la muerte a su enemigo. Pero el culto no es sólo en blanco y negro, también expresa matices de deseos, odios y sentimientos a través de una variedad de colores como el amarillo, violeta, rojo, etcétera.
Paradójicamente, aquellos que se encomiendan al culto no podrán salirse hasta que ella decida, es decir, hasta que le rindan cuentas entregando su vida.
La creencia dice que, aquellos que pierdan la fe, serán castigados en lo que más aman. Desgracias familiares, pérdida de la libertad y hasta ser asesinados son los castigos que, según sus adeptos, les impone a los que se atreven a abandonarla.
Sincretismo y esoterismo
Dice el padre Andrés: El «culto a la Santa Muerte» surge como una práctica sincrética que hereda de la santería cubana su pretensión de subsistir en la religiosidad popular de un pueblo mayoritariamente católico sin exigir la renuncia a la fe católica sino conviviendo con ella. Este componente sincrético es sumamente importante pues facilita la aceptación de muchas personas que por la ignorancia de la fe católica admiten prácticas de culto a la «Santa Muerte» sin pensar detenidamente que atentan contra su fe.
Además, la configuración simbólica y ritual se presenta con componentes típicos del Catolicismo Romano: Los ministros utilizan alba, estola y casulla, a veces totalmente iguales a los ornamentos utilizados por los sacerdotes católicos. En algunos casos, utilizan los mismos rituales e incluso el misal romano simulando la celebración eucarística en sus templos.
De esta manera, en la fenomenología del culto a la muerte se pueden distinguir claramente dos componentes rituales: los sincréticos y los esotéricos. Dentro de los sincréticos observamos la configuración de un culto exterior al ídolo de la muerte que toma elementos de los cultos católicos para ello. Dentro de los componentes esotéricos podemos pensar que el culto a la muerte se ha convertido en un espacio de convergencia esotérica en donde tiene lugar todo tipo de práctica mágica. Este eclecticismo lo hace particularmente propenso a difundirse entre las prácticas ocultistas más populares.
-Por ejemplo, se le viste de blanco para realizar magia blanca, se le viste de rojo para realizar amarres y hechizos amatorios. Se le viste de dorado para pedirle dinero. Se le viste de negro para hacer maleficio, protegerse de hechizos o pedir protección durante un crimen-. De esta manera, podemos decir, que se ha convertido en una técnica compleja de culto y de magia.
Existe también, aunque no directamente, una práctica espiritista y adivinatoria vinculada al culto a la «santa muerte», pues a través del culto, los pactos y las consagraciones, algunas personas le piden la capacidad de conocer lo oculto y ejercer la adivinación o ejercer la invocación a espíritus, incluyendo la nigromancia.
Por otro lado, el tipo de sacrificios, ofrendas y dones que se le presentan son muy variados,. Se le ofrecen flores, piedras y metales preciosos, imágenes y altares. También se le consagran armas de fuego y armas blancas: rifles de asalto, pistolas y cuchillos. Se le da como ofrenda alcohol, tabaco, cigarrillos y drogas ilegales. Se le ofrecen personas, familias, hijos, etc. También se le ofrecen crímenes, torturas, homicidios. Finalmente, se le ofrecen lugares como viviendas, cárceles y mercados.
Un culto al mal
La representación de la muerte no refiere sólo a una exaltación de la magia, a un vínculo directo con el gurú, simplemente porque aquí el gurú es accesorio, prescindible. La representación de la muerte va más allá. El hombre representa sus miedos en la fragilidad de su cuerpo, en la finitud de su vida. La Muerte representa lo infinito del mundo contenido en lo simbólico de la vida.
Para los seres humanos que se mueven en la frontera de la legalidad, que arriesgan su vida cotidianamente, la representación de la muerte los acompaña. La Santa Muerte es la representación de vencer su propia muerte biológica. La tradición considera a la imagen tan poderosa como la figura de Cristo, quien fue vencido en la cruz por la muerte.
La Santa Muerte representa la eterna lucha entre el bien y el mal.
El bien necesita del mal para existir y viceversa. Cada uno es la ausencia del otro. La Santa Muerte representa esta lucha desde la maldad. Sabe que sólo en la redención de la muerte, los «malditos» como se les califica en la sociedad, podrán alcanzar el paraíso que se les ha negado en este mundo.
Pecado de idolatría
Como se puede observar de lo dicho anteriormente, desde el punto de vista de la teología moral, el «culto a la Santa Muerte» implica directamente los pecados de idolatría, magia, hechicería, espiritismo, adivinación y nigromancia. En algunos casos incluye prácticas satánicas que constituyen material y formalmente apostasía, blasfemia y sacrilegio.
Estos pecados gravísimos, ponen a las personas que los cometen bajo un dominio directo de Satanás y fácilmente pueden ser ocasión para la permisión divina de su acción extraordinaria.
Exorcismo necesario
Por ello, de modo reiterativo los Obispos de México han instruido al pueblo de Dios sobre la gravedad del culto a la «santa muerte» e incluso, han enseñado abiertamente que se trata de un culto a Satanás.
La respuesta pastoral de la Iglesia ha incluido la denuncia de este terrible engaño y busca preservar al pueblo de Dios de estos males consolidando el anuncio evangélico, la catequesis y la formación, al mismo tiempo que santificándolo con los sacramentos y la oración. Sin embargo, requiere en no pocos casos, de los exorcismos mayores, para asistir a las personas que han sufrido las crueles heridas de Satanás a través de la «Santa Muerte».