Pbro. Eduardo Hayen Cuarón/ Director de Presencia
La publicación de «Fiducia Supplicans» ha sido vista positivamente por la mayoría de los obispos del mundo, incluidos los obispos de México. Con este documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Iglesia Católica no cambia su postura sobre la homosexualidad. Recordemos algunas consideraciones sobre este tema que explica el Catecismo de la Iglesia, al cual hago algunos comentarios.
La Iglesia dice «no» a algunas cuestiones sobre la homosexualidad, como es la aprobación del comportamiento homosexual o de las relaciones homosexuales. También dice «no» a la concepción de la homosexualidad como algo que está fuera de las normas morales. Dice «no» a la legalización o a la equiparación de las relaciones homosexuales con el matrimonio; y «no» a toda forma de discriminación injusta a esas personas. Estos «noes» no tienen otro fin que el mismo bien de las personas. Sin embargo la Iglesia también dice «sí» a otras cuestiones sobre la homosexualidad.
Primero, al respeto a las personas con esa tendencia. Aunque la atracción al mismo sexo (AMS) es un desorden interno que tienen algunas personas, a ellas se les debe reconocer su dignidad, brindar comprensión y ayuda. Recordemos que toda persona es imagen de Dios, y que trascendemos nuestra sexualidad y orientación sexual. El error de muchos es creer que nacieron homosexuales y así van a morir. Esto es falso. Se ha comprobado que muchas personas superan estas tendencias con el tiempo y pueden avanzar por un camino hacia su madurez. Si el género es algo fluido, como dice la ideología de género, es claro que alguien puede «fluir» para vivir más en su identidad y plenitud masculina o femenina.
Segundo, es importante hacer la distinción entre pecador y pecado, entre orientación sexual y acto homosexual. Dios ama al pecador pero no quiere el pecado, por ser dañino. Muchos grupos surgidos de la Reforma Protestante no hacen esta separación sino que ven al homosexual como pecado en sí mismo. Esta visión, tan propia de Lutero, no brinda esperanza al homosexual sino que prácticamente lo envía al infierno. No sucede así en la antropología católica. La Iglesia, haciendo la distinción entre pecador y pecado, ofrece realmente esperanza a estas personas, haciéndoles ver que Cristo es médico divino que sana nuestras heridas y nos coloca en ruta hacia la santidad.
Tercero, la Iglesia pide el respeto a los derechos de todas las personas por el hecho de ser personas. Quienes tienen AMS tienen los mismos derechos que todos, en cuanto personas y ciudadanos, pero no en cuanto a personas homosexuales. Nadie tiene derechos por ser blanco, negro, trans o gay. La ideología de género, surgida del marxismo, ha logrado crear categorías y divisiones entre los seres humanos diferenciándolos en un sinfín de identidades sexuales, todas ellas supuestamente oprimidas por un inexistente «heteropatriarcado», para crear una lucha entre sexos con el fin último de alcanzar la paz de una sociedad poliamorosa. Los nuevos derechos inventados por el colectivo LGBTQ no son en realidad derechos, sino fruto amargo del socialismo y su rancia visión de lucha de clases.
Cuarto, la Iglesia afirma que es posible la curación de las heridas emocionales que puede tener una persona con atracción al mismo sexo. Ellas se pueden hacer una pregunta y buscar resolverla: «¿qué es lo que me hizo desarrollar esta tendencia?». En realidad todos tenemos fracturas afectivas que nos inclinan a ciertas conductas que pueden resultar destructivas, como los vicios y los actos sexuales desviados. Cuando logramos sanar esas heridas emocionales, muchas veces desaparecen los comportamientos viciados. El cristianismo es la buena noticia de que en Jesús de Nazaret todas las llagas de la humanidad son sanadas, y que en Él podemos ser hombres y mujeres nuevos.
Quinto, la Iglesia ha desarrollado iniciativas pastorales muy concretas para acompañar espiritualmente a las personas con AMS. Los grupos «Courage», fundados por el padre John Harvey en 1980 y aceptados por la Iglesia, se han extendido en Estados Unidos y Latinoamérica como grupos de apoyo donde se aprende a tener una auténtica vida cristiana compatible con la atracción al mismo sexo. Lamentablemente existen también en la Iglesia grupos de acompañamiento LGBT, inclinados a aplaudir y alentar la conducta homosexual más que a superarla.
Sexto, la Iglesia llama a todos sus hijos a la castidad y a la santidad. En la JMJ de Portugal el papa Francisco dijo que en la Iglesia caben todos, como abriendo las puertas para que aquellos que se sienten discriminados descubran que en Cristo y su Esposa, la Iglesia, tienen una familia. Por supuesto que todos son bienvenidos a encontrar el amor de Dios, pero también somos llamados a un proceso de conversión y de purificación, dejando conductas pecaminosas, para entrar en el Cielo.
Séptimo, ¿habrá hombres y mujeres con AMS en el cielo ¡Sí! Venidos de la gran tribulación, en Cristo «lavaron sus heridas y blanquearon sus túnicas en la sangre del Cordero. Por eso ahora están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo» (Ap 7,14-15). Después de una vida de oración y de sacramentos, quizá con fuertes combates, dolorosas caídas y profundo arrepentimiento, para ellos acabó la sed y el agobio del sol, así como también toda atracción sexual. Los santos en el cielo aman a Dios y se aman entre ellos con amor de benevolencia y de amistad perfectísimo, purificado de toda imperfección. La atracción al mismo sexo habrá sido superada y sólo ahora sólo queda el gozo y la alegría de vivir en relaciones de pureza y santidad.