Brian De Haro De León/Seminarista Filosofía
Un aspecto que ha llamado mucho mi atención, dentro de la Historia de la Iglesia en la Antigüedad, es el hecho de la «persecución»; por ello, mi reflexión tiene como contenido principal este tema. Se podría decir, que el hecho de las persecuciones es el signo de la Iglesia, que es un fenómeno que nace con el acontecimiento fundador del cristianismo. Desde la Encarnación ya se podría evidenciar, de manera muy clara y palpable, el aspecto de la persecución… era algo fuera de lo normal; además, recordemos que Herodes busca a Jesús para matarlo. Y como si esto fuera poco, podemos observar en la pasión de Cristo, que ésta tiene origen en una persecución.
Este aspecto de las persecuciones podría dejarnos una simple lectura negativa de las autoridades, pero es importante resaltar que también nos deja una lectura de la exigencia de una valentía nacida del Espíritu Santo, de una vivencia del cristianismo que no se tomaba para nada a la ligera, a diferencia de cómo podría ser percibido el día de hoy. El mandato que hace Jesús tras su muerte, fue algo que desencadenó muchos problemas para la primera comunidad.
En esta primera parte de la Historia de la Iglesia, es muy fácil identificar la persecución de los cristianos por parte de las autoridades del Imperio Romano, que consideraban a éstos como unos judíos incitadores a la rebelión, sediciosos, rebeldes políticos. Como ejemplo de ello, encontramos a Cresto, en tiempo del emperador Claudio, que hacía revueltas en contra de aquellos que se identificaban con Cristo. Asimismo, encontramos a Nerón que era otro más de los tantos que persiguieron y mataron a cristianos en los primeros años. Tácito cuenta que empezaban a apresar a los que confesaban su fe y que no se contentaban con matarlos, sino que se ideó el juego de revestirlos con pieles de animales para que fueran desgarrados por los dientes de los perros, o bien los crucificaban, los embadurnaban de materias inflamables y, al llegar la noche, ellos iluminaban las tinieblas como si fueran antorchas. En estos tiempos predominaba mucho la visión de unos cristianos caníbales, que sacrificaban y se comían a personas.
Puesto que el cristianismo era considerado ilegal en el Imperio, los cristianos debían ocultarse. Sus reuniones se llevaban a cabo en secreto, convirtiendo famosas las catacumbas de la ciudad de Roma, donde se decía que se reunían los cristianos; aunque también se solieran hacer reuniones en las casas de los fieles. Para mantener el sigilo, fue necesario hacer símbolos que los ayudaran a identificarse y que a los ojos de los romanos no fueran evidentes (v. g. el símbolo del pez que para ellos significaba, Jesucristo, Hijo de Dios, Redentor).
Algunos cristianos profesantes renunciaron a Cristo, pues, si rechazaban su fe, debían ser liberados y de esta manera, exonerados de crueles castigos. En el reinado de Marco Aurelio, muchos cristianos fueron martirizados durante estos años, entre ellos importantes líderes de la Iglesia como Policarpo. Las persecuciones solían ocurrir en localidades y eran impulsadas por oficiales de las provincias. Eran violentas, siento, los cristianos, torturados y asesinados de maneras espantosas y crueles. Esto comenzado con el martirio de Esteban, hasta los encarcelamientos de Pedro y Pablo. En estos tiempos, la persecución era más la regla que la excepción, la tradición nos cuenta que compartieron el mismo destino del martirio. Algunos cristianos evitaban los sacrificios y conseguían los certificados de funcionarios codiciosos y corruptos. Muchos apostataron y negaron su fe. Otros huyeron al exilio. Algunos creyentes resistieron y fueron ejecutados, quedándose como fieles ejemplos de fe.
El tema de la persecución, nunca ha sido algo fácil para la vida de la iglesia, sino algo muy complejo, aun así, es una situación de la que Dios saca frutos de los que podemos encontrar un efecto que perdura hasta nuestros días.
La palabra persecución procede del latín persecutio, persecutionis, que hace alusión a la acción y efecto de seguir hasta alcanzar. En este sentido, y en un ambiente como el de nuestros días, en el que es muy fácil perder el rumbo y sentido de la fe, creo que los cristianos deberíamos convertirnos en perseguidores de Cristo, de la santidad, del reino. Deberíamos convertirnos en personas que redoblan esfuerzos para seguir siendo una luz en medio de las oscuridades y confusiones que se suscitan en el mundo de hoy día.