- En entrevista, el padre Francisco García, quien acompaña a madres de mujeres desaparecidas, habla sobre el movimiento “un día sin mujeres” desde una visión evangélica…
Ana María Ibarra
El aumento en el número de mujeres víctimas de la violencia, y en especial, el reciente caso de la pequeña Fátima, ha despertado en grupos de la sociedad la necesidad de una manifestación nacional por lo que se ha convocado a todas las mujeres del país a un paro de labores el próximo 9 de marzo.
Sobre este movimiento, el padre Francisco García, quien acompaña a las madres de mujeres desaparecidas, dijo es una manera de manifestación necesaria ante el dolor y la impunidad que viven éstas familias y la sociedad entera.
Desde esta experiencia, e iluminado con la palabra de Dios, el padre Francisco expresó su opinión sobre este movimiento y las reacciones que ha generado dentro y fuera de la Iglesia.
Desde su acompañamiento a las madres de mujeres desaparecidas, ¿qué análisis hace sobre la violencia contra las mujeres?
Las madres de mujeres desaparecidas, aparte de que han perdido una hija por desaparición forzada, sufren la impunidad, no se les hace justicia, sufren la indiferencia de la sociedad. Son dolores que se van sumando y una víctima termina siendo víctima de muchos. Las madres siempre hacen el manifiesto de que la gente no las entiende, las cuestionan y las juzgan. Ellas sufren un dolor muy grande que es el abandono. Aparte de que no encuentran a su hija, sufren el abandono de las instituciones, de la comunidad, de los vecinos, hasta de la familia. Las mujeres se van quedando solas con su dolor y su búsqueda la realizan acompañadas por otras víctimas que entienden ese dolor. Entonces, los dolores en ellas se multiplican. Por eso hay que ir redescubriendo el valor en el sentido estricto de las mujeres, el valor y la urgencia de ser solidarios con quienes han sido ya víctimas, a quienes les han asesinado una hija, les han desaparecido una hija. Tendremos que volver hacia atrás y modificar muchas formas de vida en las que ya de manera sistemática aparecen maneras de violencia contra las mujeres en el lenguaje, en las actitudes, en el acoso que se hizo cotidiano. Tendremos que educarnos en el trato mucho más afable y cordial con las mujeres.
¿Cuál es su opinión general sobre la convocatoria del 9 de marzo?
Esta convocatoria que ha tenido un impacto a nivel nacional, es positiva. La violencia contra las mujeres y niñas es algo que está doliendo mucho a nuestro país, a nuestra ciudad y concretamente le está doliendo mucho a un sin número de familias que han perdido una de sus integrantes, madres que han perdido una hija, niños que han perdido a la mamá. No son casos aislados que se puedan contar con los dedos de las manos, sino que hay una realidad que crece, se multiplica. En ese sentido, la manifestación, desde mi punto de vista, es positiva. La manifestación no es más que eso: cuando hay dolor, te duele una parte y hay que hacer algo. En este caso las convocatorias que se están haciendo de manifestarse pacíficamente con la ausencia de mujeres en los roles de trabajo de cada día, es merecedora de reconocerse. Estoy en contra totalmente cuando las manifestaciones generan violencia, porque sabemos que, en principio, la violencia no se puede eliminar con actos de violencia, pero entiendo que, un dolor tan grande como este, de la muerte de mujeres, de la muerte de niñas, de esas muertes que rayan en la bestialidad, como el caso de la muerte de niñas en los últimos días, duelen mucho, y cuando hay dolor siempre hay una manifestación. Es histórico el impacto que tiene esta convocatoria. Muchas mujeres lo están pensando. Considero que es conveniente hacerlo. Y en una perspectiva católica, hacerlo siempre desde la búsqueda de la paz, sin ejercicios de acciones violentas. El comunicado del Episcopado Mexicano señala la posibilidad de que las mujeres que trabajan en la Iglesia pudieran participar. Este tipo de manifestaciones, y más con el impacto que generan, provocan distorsiones de todos los grupos, tanto de los grupos oficiales, como de colectivos que pueden ser violentos, como grupos inclusive religiosos. Hemos escuchado a personas de la política que se suman al paro. Hemos escuchado a personas que están asustadas por el paro. Personalmente pienso que es necesario, y a nosotros los hombres nos queda apoyar para que redescubramos con acciones, cómo está el rol y la necesidad de las mujeres dentro de la sociedad.
¿Cómo podemos iluminar desde la fe, la realidad que se vive actualmente con las mujeres en México?
La fe siempre defiende a la persona. Me viene a la mente el acontecimiento donde a Jesús le llevan una mujer que fue sorprendida en adulterio y que le van a quitar la vida con la sentencia de la lapidación y Jesús la defiende de sus agresores. Jesús va a cuestionar profundamente a las personas que quieren quitarle la vida. Jesús aparece como un defensor de los derechos de una mujer que de pronto las culturas, las legislaciones, las formas de vivir generamos violencia contra todos, pero de manera específica contra las mujeres y Jesús defiende sus derechos, le perdona. El evangelio ilumina muchísimo y cuestiona la defensa que promueve la paz y que busca que no haya mujeres asesinadas, porque esa mujer iba a ser asesinada enfrente de Jesús, Jesús no lo puede permitir, como tampoco nosotros lo podemos permitir.
¿Cómo las mujeres católicas y los hombres podemos contribuir a la seguridad de las mujeres?
Primero, las mujeres deben de darse su espacio dentro de nuestros grupos tanto de jóvenes, de Catecismo, de señoras, para meditar sobre la situación que viven las mujeres en el mundo, que viven en la ciudad. Ellas deben hacer una reflexión hacia el interior de los riesgos que viven en nuestra ciudad, porque las mujeres de nuestros grupos corren riesgos, porque muchas de las que sufren violencia son de nuestras parroquias, son feligreses nuestras. Es necesario generar estos espacios de meditación, de reflexión, de contemplación de Jesús con las mujeres. Segundo, dentro de la Iglesia deberíamos buscar formas de protección de las mujeres, con posturas nuestras, desde las parroquias o desde la diócesis, posturas de seguridad para ellas. Inclusive podríamos buscar formas donde las mujeres que vienen a nuestras comunidades estén cada vez más seguras. Hay una tarea importante. Aquí en la parroquia hay un grupo de jóvenes mujeres que se reunirán para abordar todo este tema. Nosotros sacerdotes, promover este análisis y esta reflexión sobre los riesgos que ellas corren en la ciudad.
En nuestra fe, ¿dónde hallamos esa equidad de género que se demanda en la actualidad?
En la actualidad hay términos que pueden ser equívocos y que de pronto pueden ser tendencioso. Son términos modernos que se han ido acuñando, algunos de ellos de gran resonancia, otros no tanto, otros tendenciosos. La dignidad de las mujeres aparece muy bien en la Sagrada Escritura. La relación de Jesús con las mujeres siempre es de gran respeto y de gran cercanía. La amistad que tiene con Martha y María, que las visita cuando pasan por un duelo, la pérdida del hermano, y que toma un tiempo para ir a estar con ellas y acompañarlas. O con esta mujer que iba a ser apedreada y que Jesús la defiende con tanta fuerza, con tanta inteligencia. Quizá esa frase de Jesús: el que esté libre de pecado lance la primera piedra, sea una de las intuiciones más duras que Jesús lanza en forma de frase a una comunidad que está cometiendo violencia. Jesús se dejaba acompañar por mujeres que colaboraban con él en la evangelización. Jesús se aparece resucitado a las mujeres y las hace las primeras mensajeras de la resurrección. Las mujeres son parte fundamental de la dinámica cristiana. Lamentablemente la cultura en la que nos enrolamos va quitándoles méritos, espacios y va inclusive utilizando sus capacidades. Lo acaba de decir el papa la semana pasada, la Iglesia pierde sentido sin las mujeres. No se puede entender la Iglesia Católica sin las mujeres.
¿Qué opina de la polarización generada en torno a estos movimientos?
Son movimientos necesarios, pero sin esas polarizaciones. La manifestación como tal es natural, todo dolor se manifiesta de una forma y se reacciona. La convocatoria tiene mucho valor, los colectivos que han convocado lo han hecho respondiendo a esos dolores. Cuando no se entiende que son respuesta a estos dolores, entonces se manipula la manifestación en aras de ideas, en aras de beneficios. Muchos tenemos miedo a las manifestaciones y no hay que tener miedo. La realidad es que cada vez crece la violencia contra las mujeres y lo hemos visto en el caso de la niña Fátima, esto es una acción que debe dolerle a todo el país. Me atrevería a decir que, por ese solo hecho, por ese solo caso, debería haber una manifestación. Tiene mucho valor la convocatoria, pero hay muchos que la desprecian sin conocerla y muchos que se la apropian para un beneficio, y ahí vamos a encontrar desde partidos y grupos políticos, hasta otras instituciones.
La manifestación tiene otro sentido natural: que se detengan las acciones que provocan víctimas como Fátima o como las jóvenes de la ciudad que están desaparecidas y que las madres están siempre buscando manifestarse, pero hay mucha indiferencia contra ellas, hay violencia contra ellas. Una manifestación como esta nos viene a cuestionar y a ayudarnos a reaccionar. Convocatoria como esta nos tiene que ayudar a ponernos serios todos, porque a todos repercute, pero hay algunos que tienen la responsabilidad en la promoción de los derechos y los cuidados de las mujeres.