Entrevista con el obispo responsable nacional de la Pastoral de adolescentes, quien participó en la Asamblea Nacional de la DEMPAJ realizada en Ciudad Juárez hace unas semanas…
Blanca Alicia Martínez
“Tenemos que ser valientes para poder dejar atrás las propuestas de evangelización que ya no funcionan con los jóvenes y buscar otras formas de seguirles proponiendo el evangelio”.
Esta es una de las reflexiones que hace en entrevista el obispo Francisco Figueroa, asesor de la Pastoral de adolescentes, de la Dimensión Episcopal Mexicana de la Pastoral de Jóvenes y Adolescentes, que recientemente celebró su Asamblea Nacional en Ciudad Juárez, con la participación de jóvenes de las 96 diócesis del país.
Monseñor Figueroa, quien es obispo auxiliar de la Diócesis de Zamora (Michoacán) aseguró que tras los intensos trabajos de la Asamblea -realizados en el Instituto México- se espera priorizar líneas de acompañamiento a jóvenes y adolescentes para marcar rumbo, ofrecer líneas pastorales que enriquezcan los planes de cada diócesis y permitan ‘sentir que caminamos juntos’.
“Tenemos esa esperanza de que juntos podamos descubrir nuevos caminos para poder evangelizar a jóvenes y adolescentes en la Iglesia en México”, dijo.
Aquí la entrevista:
En su labor como asesor de la Dimensión Episcopal ¿Cuál problemática destaca en la juventud y adolescencia mexicana?
Los jóvenes son una riqueza inagotable, pero viven situaciones muy complejas: la cultura en la que estamos viviendo a los jóvenes les afecta de manera particular; por ejemplo, he notado que sufren, que les cuesta un poco más de trabajo integrar la dimensión social, es decir, están integrados en una cultura profundamente individualista y cuando uno los conoce, son personas valiosísimas, pero hay puntos ciegos que la cultura no les permite crecer.
Les descubro otras riquezas que no descubría en mi generación o en otras generaciones: son profundamente abiertos, muy sensibles, tienen mucha necesidad de ser escuchados, les gusta ser escuchados, entre ellos sí logran establecer vínculos, contrario a lo que uno pensaría, y a grosso modo es lo que percibo.
Nos duele mucho cuando estamos acompañándolos ver que hay algunas circunstancias sociales -lo que vivimos en nuestro país- que nos afectan a todos, pero particularmente a ellos. Nos duele, por ejemplo, los adolescentes a quienes por las circunstancias en que han vivido, les es arrebatada la posibilidad de un proceso de generación de identidad más sereno, y son obligados, porque hay identidades incompletas o totalmente falsas, producto de la imposición de grupos con intereses, porque generan violencia, porque descubren en ellos un factor a explotar.
Nos preocupa el tema de lo que viven jóvenes y adolescentes en este ambiente enrarecido de grupos que generan violencia. Nos duele, nos lastima mucho saber que un gran número de los que están desaparecidos son jóvenes, adolescentes, el mundo les golpea mucho, les ha hecho esto.
Hemos reflexionado con ellos que captamos una etapa de una crisis antropológica, es decir les resulta más difícil hacer un proceso para responder a la pregunta ¿Quién soy? Y eso es porque tienen muchísimas propuestas, muchas de las cuales no los van a llevar a que logren encontrar una identidad serena. Confunden. Y en ese proceso están.
¿Cómo enfrentan esta problemática desde la DEMPAJ?
Nuestra labor es con mucho respeto y cariño, es caminar con ellos, y no lo hacemos solos, tenemos un equipo estupendo de jóvenes y adolescentes, agentes de pastoral, sacerdotes que están dedicados a escucharlos, comprenderlos y ayudarles para que sigan identificando en esas etapas de su vida sus prioridades, su identidad, y tomen decisiones lo más serenas que se puedan, para que en la etapa que viene de la vida adulta, esas decisiones les traigan frutos buenos.
¿Cómo se diferencia esta realidad entre la juventud que es católica y la no creyente, o alejada?
Aunque nos dirigimos a un sector de la población específicamente con motivos pastorales, la realidad de estos chicos es un termómetro fiel de lo que está pasando con los jóvenes en general, y el reto para nosotros es cómo generar los vínculos y los lazos, porque el evangelio nos lleva a todos, no es solamente para quien profesa este credo o el otro; porque otra de las características de muchos de nuestros jóvenes, es que están desilusionados, no solamente de una Iglesia o de otra, sino que han decidido suspender su juicio sobre cualquier tipo de religión; no es que sean incrédulos o areligiosos, sino que han encontrado sus maneras de expresar sus creencias, a lo mejor conectándose con algunas otras -en este momento no las expreso para no dar la sensación como si las criticara-.
A los jóvenes que nos son creyentes y con quien he tenido oportunidad de platicar, siempre los he invitado a seguir buscando, los valoro tanto como a quienes profesan la fe con nosotros, y más bien a quienes profesan la fe con nosotros, les pedimos que llevan un tesoro que pueden ofrecer a otros con respeto, pero no se trata de colonizar desde la fe, sino de caminar con ellos.
Esto es cultural, es un fenómeno que vemos en todas partes y la verdad es que sí creemos que el Evangelio bien comprendido -porque es muy sencillo el evangelio de Jesús-, sí puede ser un aporte que transforme y que haga más fecunda la vida de los jóvenes y de los adolescentes.
Pero también estamos ciertos de que esto se tiene que transmitir con respeto. Se presenta con el testimonio antes de ir a convencer con palabras, y poder encontrar a chicos que -ojalá- en otros chicos encontraran una lucecita para su búsqueda… eso es evangelización.
Se dice que es un reto entender a los jóvenes. ¿Cómo podemos entenderlos en el tiempo actual?
El reto es entender a cualquier persona. Para poder acompañar a alguien, necesitamos saber qué está pasando, necesitamos escuchar, eso implica tener paciencia, tener tiempo, sentarte, porque la escucha es el primer paso de una relación, es decir, la relación con los jóvenes no es unilateral, no es ‘la Iglesia y los sacerdotes y los obispos’, que queremos relacionarnos con los jóvenes ‘para darles algo’. Tiene ‘v’ de vuelta. Los sacerdotes y los obispos y la Iglesia, necesitan de los jóvenes, tenemos necesidad de entenderlos y de que nos entiendan, tenemos necesidad de escucharnos mutuamente, solamente así podremos ver cómo nos acompañamos. Porque cuando no hay buena comunicación ni buena escucha, en cualquier terreno de las relaciones humanas se propicia un ambiente que es muy fecundo para los prejuicios y las descalificaciones. Si no nos conocemos, nos juzgamos. Lo que vemos como ambientes enrarecidos, polarizados radicalizados, es en parte porque no nos escuchamos. Creo que el reto en cualquier proyecto evangelizador, particularmente con los jóvenes y adolescentes, tiene que haber mucha escucha muy respetuosa. Creo que hoy los chicos son tan sensibles que si alguien se acercara con una actitud dogmatizante o autoritaria, los chicos no se pelean con nosotros, simplemente no entran. Y nosotros quisiéramos que el evangelio de Jesús sí fuera una luz para ellos, entonces debemos buscar modos más amables para compartirlo.
¿Respondemos con nuestras ofertas pastorales a las preguntas que sin duda tienen los jóvenes?
Precisamente para eso son las asambleas. Uno no se puede detener. Me parece que hay ciertas propuestas pastorales que en otra época dieron mucho fruto, pero ahora ya no, tenemos que ser valientes para poderlas dejar y buscar otras formas de seguir proponiendo. El evangelio y el proyecto es el mismo de hace 2 mil años, pero los modos y las circunstancias son distintas y eso implica que no te puedes detener, hay que seguir buscando. Creo que hay algunas estrategias pastorales en las que nos sentíamos muy seguros, pero los signos nos están diciendo ‘Ya no es por ahí’, y tenemos que buscar otras formas, pero esas formas no vienen de arriba, es con ellos, escuchándolos. Es una asamblea representativa, pero el trabajo real se vive en cada diócesis y parroquia, en cada movimiento donde se trabaja con jóvenes y adolescentes, donde ellos expresan sus búsquedas y anhelos, y nosotros debemos escuchar para poder ver como encarnar el mensaje sencillísimo del Evangelio: que tenemos a un Dios Padre que es bendición que se extiende como don a todos, pero que necesita ser acogido, no se impone, y cuando se acoge, pasan cosas buenas.
Me llamó la atención el tema ¿Qué me toca hacer como joven católico? los obispos ¿Qué creen que le toca hacer a los jóvenes católicos?
Aportar como lo han hecho su entusiasmo, energía y su creatividad. Los jóvenes tienen una manera de ver el mundo y tienen esperanza, la juventud es la época de las esperanzas, conforme va pasando el tiempo, en la vida adulta los golpes de la realidad aumentan la sensación de frustración, tristeza y a veces de renuncia. Los chicos no, ellos están llenos de anhelos, muchas esperanzas y creo que los proyectos del presente se alimentan de eso y hay que recoger sus esperanzas.