Ana María Ibarra
Con el Sagrario vacío inició en la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe el solemne Triduo Pascual el pasado jueves 28 de marzo, Jueves Santo, en la celebración de la Cena del Señor, día en que se instituyó la Eucaristía. En la celebración se llevó a cabo el rito de lavatorio de pies, que muestra a la Iglesia que el mayor servicio de Jesús fue dar su vida por su pueblo.
Vivir el amor
Esa tarde, el obispo J. Guadalupe Torres Campos dirigió su reflexión en torno al amor: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único”.
“Nos amó hasta el extremo. Es el amor de Dios que se nos da a través de su Hijo Jesucristo. Llega la hora de la entrega. Tomó pan, su Cuerpo; tomo vino, su Sangre. De esta manera Jesús instituye el sacramento de la Eucaristía, sacramento del amor”, expresó monseñor Torres.
El obispo resaltó que cada vez que un creyente come el Cuerpo y bebe la Sangre de Cristo, experimenta el amor.
“Desde entonces celebramos el sacramento del amor, de la vida”, dijo.
Por otra parte, lavar los pies es un gesto humilde de Jesús, añadió el obispo, quien repitió ese acto en la celebración.
“Es una invitación muy clara de parte de Jesús para que hagamos lo mismo, como Él nos ama, nosotros amar; como él entrega su vida, nosotros entregar la vida; así como lavó los pies, hacer lo mismo”.
Lavatorio
El signo de lavar los pies -reflexionó el obispo- actualmente se puede representar al respetar la dignidad, respetar la vida, amarse entre esposos, entre padres e hijos, vivir en paz, en armonía, reconciliándose unos con otros.
“Nos cuesta trabajo amar. Que al contemplar el lavatorio de pies veamos a Cristo que nos lava los pies y nos invita al servicio de los demás”, motivó.
Al concluir su homilía, delante de los fieles ahí reunidos, el obispo lavó los pies a miembros de la comunidad de Catedral, entre ellos niños, jóvenes y adultos.
Enseguida, monseñor Torres hizo la bendición del pan y, posteriormente, apoyado por el padre Eduardo Hayen, párroco de Catedral, hizo la aspersión con agua bendita sobre los asistentes.
La celebración continuó hasta el momento en que el Santísimo Sacramento fue llevado al tabernáculo construido en la Misión de Guadalupe.
Oración por la paz
El obispo salió de la Catedral con Jesús Sacramentado en sus manos, los fieles lo siguieron en procesión hasta la Misión.
Ya en el recinto, el Santísimo fue colocado para su adoración y el obispo oró a Jesús Eucaristía pidiendo por la unidad de la Iglesia y la sociedad, por el papa Francisco, los obispos y sacerdotes en el mundo.
“Danos fe, danos esperanza. Pedimos por el don de la paz en el mundo, en México, en nuestro estado y nuestra ciudad, en las familias y en cada uno de nosotros. Que logremos ser constructores e instrumentos de paz”, oró.
Antes de retirarse, el obispo invitó a la comunidad ahí reunida a velar con Jesús esa noche.