En Misa Crismal, sacerdotes de la diócesis local renovaron promesas ministeriales y recibieron aceites sacramentales recién benditos.
Ana María Ibarra
Como una celebración de amor definió el obispo don J. Guadalupe Torres Campos la Misa Crismal que presidió el pasado jueves 14 de abril, de manera presencial, después de dos años de pandemia.
Más del 90 por ciento de los sacerdotes de la diócesis se hicieron presentes para renovar sus promesas sacerdotales y participar de la bendición de los aceites y la consagración del Santo Crisma.
Ministerio de servicio
En solemne procesión, sacerdotes y obispo ingresaron a la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe, para dar inicio a la celebración eucarística y evocar, junto con el pueblo, al sacerdocio de Cristo.
En esa fiesta la Palabra de Dios dio sentido a la celebración y el obispo, en su homilía, lo resaltó.
“Dios nos ama a cada uno, como seres humanos, como cristianos. Hoy quisiera resaltar el amor tan grande que el Señor tiene a nosotros en nuestro ministerio sacerdotal. Estamos aquí para agradecer a este don, porque nos ama”, expresó el obispo.
A la luz de la Palabra, el obispo reflexionó el llamado que Dios hace a todo su pueblo a ser sacerdotes, don dado en el Bautismo, y de manera especial a los sacerdotes en su ministerio.
“Aquí estamos para agradecer, bendecir y renovar el compromiso delante de Dios, del pueblo y de nosotros mismos”.
Señaló que el ministerio es de servicio, a ejemplo de Cristo que se entregó por todos.
“Este ministerio se me ha confiado para servir al pueblo de Dios, a los pobres, a los alejados, a los tristes, a todos. El envío es a predicar, a anunciar la Buena Nueva, a consolar a los afligidos, a nuestra gente que sufre, a los niños, las niñas, los migrantes, los perseguidos, a los que sufren la guerra”.
Pero no solo se trata de un servicio a consolar, expresó el obispo, sino a un cambio personal y pastoral.
“Hoy que renovamos nuestras promesas, el Señor nos invita a un cambio desde Cristo que se entregó por nosotros. Hoy renovamos nuestras promesas sacerdotales para ser testigos en la Iglesia y en el mundo”.
Monseñor Torres agradeció a su presbiterio por su entrega y los exhortó a continuar sirviendo, a la fidelidad y seguir renovando su compromiso todos los días.
Renovaron promesas
Después de la homilía, los sacerdotes, configurados con Cristo por el sacramento del Orden y en comunión con el obispo, renovaron las promesas sacerdotales que hicieron el día de su ordenación, respondiendo: “sí, quiero” a cada una de las interrogantes.
Enseguida, el obispo invitó a los fieles a orar por sus sacerdotes para que sean fieles ministros de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
“Oren también por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico y que sea ante ustedes una imagen viva y cada vez más perfecta de Cristo Sacerdote, Buen Pastor, Maestro y servidor de todos”, pidió el obispo.
Aceites benditos
Junto con las ofrendas, fueron presentados el perfume para el crisma, el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el Santo Crisma.
El óleo de los enfermos fue presentado al obispo en el momento de la consagración de los dones para ser bendecido, mientras que el óleo de los catecúmenos se bendijo después de la Comunión, momento en que los sacerdotes subieron al presbiterio para participar.
Enseguida, el obispo, en silencio, vertió las esencias aromáticas en el aceite y preparó el Crisma que, por llevar el mismo nombre de Cristo, litúrgicamente es el de mayor dignidad.
Después de dar la bendición, el obispo y sus sacerdotes salieron en procesión antecediéndoles los diáconos, quienes llevaron los aceites a la Misión de Guadalupe, donde fueron repartidos a los presbíteros.
A su paso, sacerdotes y obispo fueron felicitados por el pueblo con cálidos aplausos.
En frase…
“Es reafirmar el sí que le hemos dado a Dios, respuesta al llamado que Él nos hizo a la construcción del Reino, es volvernos a entusiasmar, a ilusionar, retomar la conciencia de nuestro ser y quehacer dentro de la Iglesia”.
Pbro. Daniel Sierra, párroco de San Martín de Porres, 30 años de sacerdocio.
“Es un día de gracia, donde el Señor nos ha elegido para ser sus representantes y sobre todo para llevar a cabo su misión, seguir estableciendo el Reino de Dios, seguir impulsándonos unos a otros a través de su Palabra. Ese es nuestro motivo y nuestro impulso”.
Pbro. Edgar Omar Arellano Escalante, parroquia San Isidro Labrador, un año y tres meses de sacerdocio.
“Estoy muy agradecido con Dios por el don maravilloso del sacerdocio y una vez más se confirma la confianza de Dios hacia mí, humano. Venir a renovar implica un compromiso de fidelidad a Dios, a mí mismo y al pueblo, por eso es más que nada un sentimiento de agradecimiento y una fortaleza para seguir dándome a la gente”.
Pbro. Omar Gutiérrez, párroco de San Pedro de Jesús Maldonado, 21 años de sacerdocio.
“Para poder vivir intensamente la Semana Santa, es bueno venir a esta renovación sacerdotal. Esto intensifica mi fe como sacerdote. De esta manera se puede proyectar a la feligresía la vivencia de la fe. Agradezco al Espíritu Santo se haya fijado en mí y me haya invitado a estar cerca del Señor Jesús en el ministerio sacerdotal”.
Pbro. Jesús Antonio Lozoya, párroco de Mater Dolorosa, 49 años de sacerdocio.
“Le doy gracias a Dios que me concede llegar un año más a renovar las promesas sacerdotales, y le pido por todos los sacerdotes, que nos conceda más vocaciones, santos y buenos sacerdotes”
Pbro. Leopoldo Nevárez, Casa Sacerdotal y capellán del monasterio de Clarisas Capuchinas, 52 años de sacerdocio.
“El Santo Cura de Ars dice que el sacerdocio es el amor del corazón de Cristo. Me siento muy contento a cuatro meses de haber sido ordenado, renovar estas promesas. Me siento invitado por Jesús y quiero seguir siendo un enviado para proclamar su amor. Pido a la comunidad que sigan orando por nosotros, sacerdotes. Agradecemos todo lo que hacen por nosotros”.
Pbro. Diego García Camacho, vicario en parroquia Santa María Magdalena.